Roque Dalton. El poeta irreverente que fusionó Literatura y Revolución
Oscar Oriolo
Con algunos de sus poemas, desde estas páginas de H, le rendimos un pequeño pero muy merecido homenaje.


Roque Antonio Dalton García nació en El Salvador, ciudad de San Salvador, el 14 de mayo de 1935 y murió asesinado en la misma ciudad, el 10 de mayo de 1975, casi cumplidos sus 40 años. Fue un intelectual, periodista, ensayista, militante político y uno de los mayores poetas salvadoreños y centroamericanos. Para relatar las intensas contingencias de su vida, solo podemos resumirlas sin alcanzar a detallarlas.

Su padre fue un terrateniente de El Salvador, nacido en EEUU. Internado en un hospital por circunstancias de una disputa, conoció allí a la enfermera María García, de cuyo romance nacería Roque; su padre lo reconocería legalmente siendo ya un adolescente.

Desde temprana edad tuvo un destacado rendimiento en los estudios y en la poesía. Por su oratoria fue elegido para representar a los estudiantes del bachillerato, y en un discurso criticó a la institución por la forma en que se reverenciaba a las familias de los alumnos acaudalados y por la discriminación que tenía con los más humildes y con los naturales; ya despuntaban en él las características del hombre que iba a ser: comprometido con los actos justos.
Viajó a Chile para comenzar con sus estudios universitarios en Derecho, allí colaboró con distintas revistas estudiantiles; conoció a Diego Rivera quien le negó una entrevista porque Roque no tenía conocimientos de marxismo sobe los que el pintor lo había consultado. Un poco motivado por la curiosidad comenzó a investigar diferentes ideas políticas, la comunista esencialmente.

Pasó un tiempo en Chile y retornó al El Salvador para continuar con los estudios; participó de la realidad de su país desde su actividad universitaria y como colaborador con la prensa local.

Se fue intensificando su actividad literaria, periodística y su compromiso político desde la militancia comunista. Viajó en un dificultoso itinerario a la U.R.S.S. donde desarrolló una cantidad de actividades políticas y culturales. Allí, entre otras personas vinculadas a esas disciplinas, conoció a Juan Gelman, a quien terminó admirando como poeta. También cultivó la amistad con otro prestigioso escritor argentino: Julio Cortázar. Pero había estado enlazado desde mucho antes con nuestro país, leyendo revistas y textos escolares que la primera presidencia de Juan Domingo Perón enviaba a través de las embajadas a varios países de Centro América

De regreso nuevamente a El Salvador, ya era conocido por todos como un poeta muy alegre, bohemio, y con fuerte compromiso político; todas sus características eran una sola e indivisible en su persona. Con algunos compañeros de militancia sacaron al Partido Comunista Salvadoreño del ostracismo político en que se encontraba. Participó de los convulsionados acontecimientos políticos por lo que debió purgar cárcel en varias oportunidades. También sufrió la expulsión de El Salvador.

En sus épocas de exilio pasó por México, Cuba -donde conoció a Margarita Dalton, media hermana por parte del padre-, Checoslovaquia, donde quedaría fuertemente marcado al enterarse de la muerte de Ernesto Che Guevara. Nuevamente en América se enteró y decepcionó, estando en México, por la invasión militar de la U.R.S.S. a Checoslovaquia. Nuevamente en Cuba participó activamente de la vida cultural y política de la isla, por esa época rompió con el Partido Comunista Salvadoreño (al cual más tarde acusó de estar a la derecha del movimiento revolucionario) y tuvo fuertes críticas sobre los Partidos Comunistas de América. En el año 1973 fue invitado a Chile por el Gobierno de Salvador Allende.

Durante todo ese tiempo dinámico en acontecimientos, paralelamente, tuvo una efusiva actividad literaria y fue galardonado con numerosos premios, también obtuvo el Premio Casa de las Américas por su obra Taberna y otros lugares.
Regresó clandestinamente a El Salvador porque entendió que debía enfrentar la violencia que se vivía en su país, más que con su poesía o como un intelectual teórico, con una actitud militante activa. Fue ayudado desde La Habana a ingresar al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), organización que también recibía apoyo desde la isla. Estuvo muy cerca de la cúpula de la organización y tuvo diferencias con los dirigentes a los que consideraba burócratas, diferencias que se fueron intensificando con el tiempo. Su gran capacidad intelectual, táctica y crítica con determinadas actitudes y posturas, se fue tornando molesta para la agrupación que terminó tomando la peor de las decisiones.

Roque Dalton fue injustamente asesinado por sus propios compañeros el 10 de mayo de 1975; dirigentes de la cúpula del Ejército Revolucionario del Pueblo, que lo consideraron agente de la CIA. La decisión de ejecutarlo fue tomada por cuatro integrantes de la dirigencia, a quienes no es menester nombrar, aunque merezcan ser recordados por lo miserables que fueron en ese acto y por lo que terminaron siendo después en sus vidas. Roque era envidiado por su desbordante talento y su irreverencia; despreciado por ser alegre, enamoradizo y transgresor; por ser humano y no el autómata que se pretendía que fuera; fue juzgado con la moralina fundamentalista con que muchas veces las izquierdas que apuestan solo al blanco o negro, y acaban perdiendo los matices de la diversidad para finalizar siendo funcionales a intereses contrarios a los que predican. El recuerdo de Roque Dalton como de su poesía, sigue estando más vivo que nunca; muerta está la memoria de quienes lo asesinaron desde atrás, con una bala por la espalda, perforándolo a la altura del hombro y otra en la parte posterior de la cabeza; balas que solo mataron a la persona que hizo funcionar al gran poeta, intelectual y ser humano que sigue viviendo en su obra y en su accionar siempre recordado, aunque perversos intereses siempre quieran taparlo con un nefasto manto de olvido.
Con algunos de sus poemas, desde estas páginas de H, le rendimos un pequeño pero muy merecido homenaje.


Credo del Che

El Che Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.

Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monge
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)

Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices

Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento

En vista de lo cual no le ha quedado al Ché otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.


Alta hora de la noche

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.


Poema de amor

Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
(“me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
(“La gruta azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.

Tercer poema de amor
A quienes digan que nuestro amor es extraordinario
porque ha nacido de circunstancias extraordinarias
diles que precisamente luchamos
para que un amor como el nuestro
(amor entre compañeros de combate)
llegue a ser en El Salvador
el amor más común y corriente
casi el único.


Orígenes

I
Tu pie descalzo ante la dura tierra: barro en el barro.
Tu rostro unánime ante el pueblo: sangre en la sangre.
Tu voz viril de campo enardecido: grito en el grito.
Tu cuerpo, catedral de músculo rebelde: hombre en el hombre.
Tu corazón de pétalos morenos, sin espinas: rosa en la rosa.
Tu paso hacia adelante presuroso: ruta en la ruta.
Tu puño vengador, alzado siempre: piedra en la piedra.
Tu muerte, tu regreso hacia la tierra: lucha en la lucha.

Anastasio Izalco, Lempa Aquino:
desde que tú nacistes se ha hecho necesario apedillar
la lucha y ponerle tu nombre.

(Fuego desde el Jalponga y el Huiscoyolapa,
grito desde el añil, amor desde la hondura de tus puños,
lava desde tu pecho hasta el Chicontepeque,
pueblo desde el ayer hasta la vida.)

Río y volcán: un hombre.

II
Has nacido
para desentrañar la solución del odio,
para ascender, llevando al pueblo de la mano,
a la altura del trueno;
para romperle el alma al hambre,
para llenar de rosas liberadas la mirada del pobre;
para bordarle el corazón a la mañana
y establecer su exacta nitidez entre los pueblos que esperan;
para decirle al soldado, al cura,
al poeta repleto de soledades sórdidas,
a todo aquel que se quedó en la noche,
que aún contamos con él para construir el mundo proletario
que nos dará la dicha así,
sencillamente,
como se da la mano,
la tierra,
la esperanza...

Roque Antonio Dalton García nació en El Salvador, ciudad de San Salvador, el 14 de mayo de 1935 y murió asesinado en la misma ciudad, el 10 de mayo de 1975, casi cumplidos sus 40 años. Fue un intelectual, periodista, ensayista, militante político y uno de los mayores poetas salvadoreños y centroamericanos. Para relatar las intensas contingencias de su vida, solo podemos resumirlas sin alcanzar a detallarlas.

Su padre fue un terrateniente de El Salvador, nacido en EEUU. Internado en un hospital por circunstancias de una disputa, conoció allí a la enfermera María García, de cuyo romance nacería Roque; su padre lo reconocería legalmente siendo ya un adolescente.

Desde temprana edad tuvo un destacado rendimiento en los estudios y en la poesía. Por su oratoria fue elegido para representar a los estudiantes del bachillerato, y en un discurso criticó a la institución por la forma en que se reverenciaba a las familias de los alumnos acaudalados y por la discriminación que tenía con los más humildes y con los naturales; ya despuntaban en él las características del hombre que iba a ser: comprometido con los actos justos.
Viajó a Chile para comenzar con sus estudios universitarios en Derecho, allí colaboró con distintas revistas estudiantiles; conoció a Diego Rivera quien le negó una entrevista porque Roque no tenía conocimientos de marxismo sobe los que el pintor lo había consultado. Un poco motivado por la curiosidad comenzó a investigar diferentes ideas políticas, la comunista esencialmente.

Pasó un tiempo en Chile y retornó al El Salvador para continuar con los estudios; participó de la realidad de su país desde su actividad universitaria y como colaborador con la prensa local.

Se fue intensificando su actividad literaria, periodística y su compromiso político desde la militancia comunista. Viajó en un dificultoso itinerario a la U.R.S.S. donde desarrolló una cantidad de actividades políticas y culturales. Allí, entre otras personas vinculadas a esas disciplinas, conoció a Juan Gelman, a quien terminó admirando como poeta. También cultivó la amistad con otro prestigioso escritor argentino: Julio Cortázar. Pero había estado enlazado desde mucho antes con nuestro país, leyendo revistas y textos escolares que la primera presidencia de Juan Domingo Perón enviaba a través de las embajadas a varios países de Centro América

De regreso nuevamente a El Salvador, ya era conocido por todos como un poeta muy alegre, bohemio, y con fuerte compromiso político; todas sus características eran una sola e indivisible en su persona. Con algunos compañeros de militancia sacaron al Partido Comunista Salvadoreño del ostracismo político en que se encontraba. Participó de los convulsionados acontecimientos políticos por lo que debió purgar cárcel en varias oportunidades. También sufrió la expulsión de El Salvador.

En sus épocas de exilio pasó por México, Cuba -donde conoció a Margarita Dalton, media hermana por parte del padre-, Checoslovaquia, donde quedaría fuertemente marcado al enterarse de la muerte de Ernesto Che Guevara. Nuevamente en América se enteró y decepcionó, estando en México, por la invasión militar de la U.R.S.S. a Checoslovaquia. Nuevamente en Cuba participó activamente de la vida cultural y política de la isla, por esa época rompió con el Partido Comunista Salvadoreño (al cual más tarde acusó de estar a la derecha del movimiento revolucionario) y tuvo fuertes críticas sobre los Partidos Comunistas de América. En el año 1973 fue invitado a Chile por el Gobierno de Salvador Allende.

Durante todo ese tiempo dinámico en acontecimientos, paralelamente, tuvo una efusiva actividad literaria y fue galardonado con numerosos premios, también obtuvo el Premio Casa de las Américas por su obra Taberna y otros lugares.
Regresó clandestinamente a El Salvador porque entendió que debía enfrentar la violencia que se vivía en su país, más que con su poesía o como un intelectual teórico, con una actitud militante activa. Fue ayudado desde La Habana a ingresar al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), organización que también recibía apoyo desde la isla. Estuvo muy cerca de la cúpula de la organización y tuvo diferencias con los dirigentes a los que consideraba burócratas, diferencias que se fueron intensificando con el tiempo. Su gran capacidad intelectual, táctica y crítica con determinadas actitudes y posturas, se fue tornando molesta para la agrupación que terminó tomando la peor de las decisiones.

Roque Dalton fue injustamente asesinado por sus propios compañeros el 10 de mayo de 1975; dirigentes de la cúpula del Ejército Revolucionario del Pueblo, que lo consideraron agente de la CIA. La decisión de ejecutarlo fue tomada por cuatro integrantes de la dirigencia, a quienes no es menester nombrar, aunque merezcan ser recordados por lo miserables que fueron en ese acto y por lo que terminaron siendo después en sus vidas. Roque era envidiado por su desbordante talento y su irreverencia; despreciado por ser alegre, enamoradizo y transgresor; por ser humano y no el autómata que se pretendía que fuera; fue juzgado con la moralina fundamentalista con que muchas veces las izquierdas que apuestan solo al blanco o negro, y acaban perdiendo los matices de la diversidad para finalizar siendo funcionales a intereses contrarios a los que predican. El recuerdo de Roque Dalton como de su poesía, sigue estando más vivo que nunca; muerta está la memoria de quienes lo asesinaron desde atrás, con una bala por la espalda, perforándolo a la altura del hombro y otra en la parte posterior de la cabeza; balas que solo mataron a la persona que hizo funcionar al gran poeta, intelectual y ser humano que sigue viviendo en su obra y en su accionar siempre recordado, aunque perversos intereses siempre quieran taparlo con un nefasto manto de olvido.
Con algunos de sus poemas, desde estas páginas de H, le rendimos un pequeño pero muy merecido homenaje.


Credo del Che

El Che Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.

Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monge
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)

Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices

Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento

En vista de lo cual no le ha quedado al Ché otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.


Alta hora de la noche

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.

No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.


Poema de amor

Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
(“me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
(“La gruta azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.

Tercer poema de amor
A quienes digan que nuestro amor es extraordinario
porque ha nacido de circunstancias extraordinarias
diles que precisamente luchamos
para que un amor como el nuestro
(amor entre compañeros de combate)
llegue a ser en El Salvador
el amor más común y corriente
casi el único.


Orígenes

I
Tu pie descalzo ante la dura tierra: barro en el barro.
Tu rostro unánime ante el pueblo: sangre en la sangre.
Tu voz viril de campo enardecido: grito en el grito.
Tu cuerpo, catedral de músculo rebelde: hombre en el hombre.
Tu corazón de pétalos morenos, sin espinas: rosa en la rosa.
Tu paso hacia adelante presuroso: ruta en la ruta.
Tu puño vengador, alzado siempre: piedra en la piedra.
Tu muerte, tu regreso hacia la tierra: lucha en la lucha.

Anastasio Izalco, Lempa Aquino:
desde que tú nacistes se ha hecho necesario apedillar
la lucha y ponerle tu nombre.

(Fuego desde el Jalponga y el Huiscoyolapa,
grito desde el añil, amor desde la hondura de tus puños,
lava desde tu pecho hasta el Chicontepeque,
pueblo desde el ayer hasta la vida.)

Río y volcán: un hombre.

II
Has nacido
para desentrañar la solución del odio,
para ascender, llevando al pueblo de la mano,
a la altura del trueno;
para romperle el alma al hambre,
para llenar de rosas liberadas la mirada del pobre;
para bordarle el corazón a la mañana
y establecer su exacta nitidez entre los pueblos que esperan;
para decirle al soldado, al cura,
al poeta repleto de soledades sórdidas,
a todo aquel que se quedó en la noche,
que aún contamos con él para construir el mundo proletario
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la tierra,
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