No me vengas con el cuento
Dora Ortiz
Compartimos este bello cuento de la autora Dora Ortiz, que fue seleccionado en el proyecto de Acercándonos Ediciones “No me vengas con el cuento” y que desde marzo del 2023 seguirá en el trabajo incesante de promocionar a escritoras argentinas desde nuestra Revista H y el canal de You Tube “Acercándonos Cultura” donde podrás ver la trayectoria de todas las cuentistas que han venido siendo publicadas.


Un día vino mamá a la pieza y nos ayudó a levantarnos y vestirnos.
 
Era raro que viniera y más que nos hiciera poner la ropa de salir.
 
Pero no dijo nada hasta que tomamos la leche y el tío Juan nos avisó que estaba el sulky preparado para ir a pasar el día a lo de Evelia y Pedro.
 
Pusimos mala cara, nos retaron y nos dijeron montón de cosas que no podíamos hacer ni decir durante la visita, ser educaditas y no pedir. En especial eso, no pedir comida, ni nada que no nos ofrecieran los dueños de la casa y bueno... protestar tampoco se podía, por supuesto a mí en especial se me dijo lo de siempre “sos la mayor y tenés que cuidar a tus hermanas”.
 
Nos subimos al sulky y en un rato ya estábamos en la casa de estos viejitos que veníamos a visitar, un tanto desconfiadas y sin ganas.
 
Nos esperaban en la tranquera y ahí bajamos. Saludamos al tío y tanto Evelia como Pedro nos besaron a cada una en las dos mejillas. La verdad me gustó la alegría con que nos recibieron, luego nos llevaron por un caminito de ladrillos que no iba recto, sino que daba muchas vueltas.
 
La Loli y la Chiqui se hacían las buenitas y muy calladas se agarraron de mis manos.
 
Cuando asomó la casa rodeada de plantas con flores y árboles muy altos, ahí se soltaron y corrieron hasta el portón de madera. Seguro, pensé, no tiene letrina sino un baño como el de San Justo.
 
Entramos en un comedor grande y lleno de una luz que venía a través de ventanas enormes, con cortinas de colores y cuadritos adornando todas las paredes.
 
La mesa estaba preparada: mantel con flores, encima una torta, alfajorcitos de maicena y jugo de naranja. También había galletitas con dulce y manteca.
 
Nos hicieron sentar. Yo miraba fijo a las nenas para que no se sirvieran nada sin que Evelia nos dijera que ya podíamos hacerlo.
 
Con una seña y una sonrisa nos indicó que podíamos empezar.
 
Fue un desayuno rico, de colores, con vasitos azules y platitos blancos. Según Pedro todo preparado por las manos “mágicas” de Evelia.
 
Al escuchar eso, nos tentamos de la risa y empezamos a mirarnos hasta que tuvimos que levantarnos de la mesa y salir al jardín para que no se dieran cuenta.
 
Yo creo que nos puso nerviosa la frase, como si fuera estar adentro de una película y que él actor le hablara tan suavecito a la mujer.
 
Salimos afuera y vinieron con nosotros mostrando como era el jardín y Pedro explicaba como Evelia cuidaba las distintas plantas la mayoría con flores muy bonitas. De ahí pasamos por una cerca que rodeaba la casa y la separaba de los establos con los animales, el gallinero y un bosquecito precioso.
 
Tres perros nos siguieron todo el tiempo saltando alrededor, se ve que querían jugar con nosotras. Pedro seguía explicando y nombrando los animales que había, las verduras que tenían en una huerta al fondo, pasando los establos y el bosquecito.
 
A mí me llamó la atención que hasta ese momento Evelia no hablaba nada, solo sonreía y para probar le pregunté donde estaban las vacas.
 
Ella se quedó mirándome en silencio. Entonces Pedro tomándola de los hombros me explicó que era sordomuda, que ella había deseado mucho que fuéramos a visitarla. Igualmente, tenía temor que nos aburriéramos porque no se
podía comunicar con nosotras como quería.
 
Yo no sabía que decir, me daba lástima, pero también risa. En cuanto pude se lo conté a la Chiqui y a la Loli más que todo por la risa. Para no quedarme sola con la tentada. ¿Para qué lo habré hecho?
 
Se pararon al lado de Evelia y la miraban como a un bicho raro. No se despegaron hasta después del almuerzo, querían descubrir cómo era eso de ser sordo muda, pensarían que era algo que se podía ver y tocar.
 
Me gustó que ni Pedro ni Evelia se molestaran, las dejaron hacer y nos llevaron de nuevo a la casa para que la conozcamos toda. Recorrimos los dos dormitorios grandes, tan prolijos y alegres y como me imaginé el baño súper, súper. La despensa ordenada y limpia llena de estantes con alimentos, latas, paquetes y botellas, la cocina amplia con cortinitas color naranja y muebles que parecían recién pintados.
 
La Loli que es terrible y siempre tiene ideas diabólicas, de diablo travieso, aprovechando que Pedro salió y dijo que iba a tardar un rato. Se paró detrás de Evelia y empezó a gritar cosas, primero palabras sin sentido que se le ocurrían y después le decía “vieja loca”.
 
Sentí mucha vergüenza viendo a Evelia que nos seguía mirando a la Chiqui y a mí con tanta dulzura sin tener idea que detrás suyo el monstruo le decía barbaridades.
 
En cuanto pude salí afuera y entré de nuevo por la puerta del fondo al comedor, agarré a la Loli por detrás y le tiré de los pelos muy fuerte. Cuanto levanté los ojos vi a Pedro parado que me miraba serio. Loli aprovechó para gritar de dolor, que no era cierto, como hace siempre para que me rete mamá a mí.
 
Me parece que él ya lo sabía todo porque agarró a mi hermana y se la llevó al jardín “para ver los rosales” dijo.
 
Nos quedamos jugando a las cartas, al culo sucio, con Evelia y nos reíamos a carcajadas, ella no, pero parecía como que lo hacía. Eso sí, sin ruido.
 
De vez en cuando miraba hacia afuera y veía a Pedro hablarle a la Loli y a ella escuchar muy seria, como pocas veces la vi.
 
Después jugamos a las escondidas en el bosquecito y tomamos la merienda, justo en ese momento el tío Juan vino a buscarnos con el Sulky.
 
Nos despedimos de los dos y cuando ya habíamos subido al sulky la Loli corrió hacia Evelia y casi colgada de su cuello le estampó dos besos, uno en cada mejilla.


Un día vino mamá a la pieza y nos ayudó a levantarnos y vestirnos.
 
Era raro que viniera y más que nos hiciera poner la ropa de salir.
 
Pero no dijo nada hasta que tomamos la leche y el tío Juan nos avisó que estaba el sulky preparado para ir a pasar el día a lo de Evelia y Pedro.
 
Pusimos mala cara, nos retaron y nos dijeron montón de cosas que no podíamos hacer ni decir durante la visita, ser educaditas y no pedir. En especial eso, no pedir comida, ni nada que no nos ofrecieran los dueños de la casa y bueno... protestar tampoco se podía, por supuesto a mí en especial se me dijo lo de siempre “sos la mayor y tenés que cuidar a tus hermanas”.
 
Nos subimos al sulky y en un rato ya estábamos en la casa de estos viejitos que veníamos a visitar, un tanto desconfiadas y sin ganas.
 
Nos esperaban en la tranquera y ahí bajamos. Saludamos al tío y tanto Evelia como Pedro nos besaron a cada una en las dos mejillas. La verdad me gustó la alegría con que nos recibieron, luego nos llevaron por un caminito de ladrillos que no iba recto, sino que daba muchas vueltas.
 
La Loli y la Chiqui se hacían las buenitas y muy calladas se agarraron de mis manos.
 
Cuando asomó la casa rodeada de plantas con flores y árboles muy altos, ahí se soltaron y corrieron hasta el portón de madera. Seguro, pensé, no tiene letrina sino un baño como el de San Justo.
 
Entramos en un comedor grande y lleno de una luz que venía a través de ventanas enormes, con cortinas de colores y cuadritos adornando todas las paredes.
 
La mesa estaba preparada: mantel con flores, encima una torta, alfajorcitos de maicena y jugo de naranja. También había galletitas con dulce y manteca.
 
Nos hicieron sentar. Yo miraba fijo a las nenas para que no se sirvieran nada sin que Evelia nos dijera que ya podíamos hacerlo.
 
Con una seña y una sonrisa nos indicó que podíamos empezar.
 
Fue un desayuno rico, de colores, con vasitos azules y platitos blancos. Según Pedro todo preparado por las manos “mágicas” de Evelia.
 
Al escuchar eso, nos tentamos de la risa y empezamos a mirarnos hasta que tuvimos que levantarnos de la mesa y salir al jardín para que no se dieran cuenta.
 
Yo creo que nos puso nerviosa la frase, como si fuera estar adentro de una película y que él actor le hablara tan suavecito a la mujer.
 
Salimos afuera y vinieron con nosotros mostrando como era el jardín y Pedro explicaba como Evelia cuidaba las distintas plantas la mayoría con flores muy bonitas. De ahí pasamos por una cerca que rodeaba la casa y la separaba de los establos con los animales, el gallinero y un bosquecito precioso.
 
Tres perros nos siguieron todo el tiempo saltando alrededor, se ve que querían jugar con nosotras. Pedro seguía explicando y nombrando los animales que había, las verduras que tenían en una huerta al fondo, pasando los establos y el bosquecito.
 
A mí me llamó la atención que hasta ese momento Evelia no hablaba nada, solo sonreía y para probar le pregunté donde estaban las vacas.
 
Ella se quedó mirándome en silencio. Entonces Pedro tomándola de los hombros me explicó que era sordomuda, que ella había deseado mucho que fuéramos a visitarla. Igualmente, tenía temor que nos aburriéramos porque no se
podía comunicar con nosotras como quería.
 
Yo no sabía que decir, me daba lástima, pero también risa. En cuanto pude se lo conté a la Chiqui y a la Loli más que todo por la risa. Para no quedarme sola con la tentada. ¿Para qué lo habré hecho?
 
Se pararon al lado de Evelia y la miraban como a un bicho raro. No se despegaron hasta después del almuerzo, querían descubrir cómo era eso de ser sordo muda, pensarían que era algo que se podía ver y tocar.
 
Me gustó que ni Pedro ni Evelia se molestaran, las dejaron hacer y nos llevaron de nuevo a la casa para que la conozcamos toda. Recorrimos los dos dormitorios grandes, tan prolijos y alegres y como me imaginé el baño súper, súper. La despensa ordenada y limpia llena de estantes con alimentos, latas, paquetes y botellas, la cocina amplia con cortinitas color naranja y muebles que parecían recién pintados.
 
La Loli que es terrible y siempre tiene ideas diabólicas, de diablo travieso, aprovechando que Pedro salió y dijo que iba a tardar un rato. Se paró detrás de Evelia y empezó a gritar cosas, primero palabras sin sentido que se le ocurrían y después le decía “vieja loca”.
 
Sentí mucha vergüenza viendo a Evelia que nos seguía mirando a la Chiqui y a mí con tanta dulzura sin tener idea que detrás suyo el monstruo le decía barbaridades.
 
En cuanto pude salí afuera y entré de nuevo por la puerta del fondo al comedor, agarré a la Loli por detrás y le tiré de los pelos muy fuerte. Cuanto levanté los ojos vi a Pedro parado que me miraba serio. Loli aprovechó para gritar de dolor, que no era cierto, como hace siempre para que me rete mamá a mí.
 
Me parece que él ya lo sabía todo porque agarró a mi hermana y se la llevó al jardín “para ver los rosales” dijo.
 
Nos quedamos jugando a las cartas, al culo sucio, con Evelia y nos reíamos a carcajadas, ella no, pero parecía como que lo hacía. Eso sí, sin ruido.
 
De vez en cuando miraba hacia afuera y veía a Pedro hablarle a la Loli y a ella escuchar muy seria, como pocas veces la vi.
 
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