Nicolás Guillén. El poeta que cantó a las tradiciones afrocubanas y ennobleció el martirio de la negritud
Selección y nota Oscar Oriolo
Inició su actividad periodística y literaria trabajando en la redacción del periódico de su ciudad natal, y comenzó a participar más activamente en la vida cultural y política a partir de 1926, cuando decidió instalarse en la capital cubana.


Nicolás Cristóbal Guillén Batista nació en Camagüey el 10 de julio de 1902 y falleció en La Habana el 16 de julio de 1989; fue poeta, periodista y militante político cubano. El destino quiso que naciera junto con su patria, declarada independiente apenas unas semanas antes. Fue hijo de las condiciones sociales que imponía el sistema colonial español. Siendo adolescente muere su padre a manos de soldados que reprimían una protesta política; eso significó un duro revés a la economía familiar, pero el elevado nivel cultural y social permitieron que la formación de Nicolás estuviera marcada por las letras e inclinada hacia la poesía como medios para aprehender el contexto histórico en el que se estaba desarrollando. Su interés por la negritud de sus raíces y las tradiciones afrocubanas marcarían su personalidad y el carácter de su arte poética.

Inició su actividad periodística y literaria trabajando en la redacción del periódico de su ciudad natal, y comenzó a participar más activamente en la vida cultural y política a partir de 1926, cuando decidió instalarse en la capital cubana. En esos tiempos pudo conocer al poeta Federico García Lorca antes que éste regresara a Madrid desde los Estados Unidos y pasara una breve estadía en La Habana. También conoció al poeta norteamericano Langston Hughes, su amistad sería muy significativa para el desarrollo de su poética.

Los acontecimientos políticos e históricos de esos tiempos lo llevaron a tener un modo más crítico de ver la realidad cubana, cada vez con mayores desniveles sociales y económicos; su compromiso militante le valió algunos intervalos de arresto y de exilio. También fue intensa su actividad literaria, publicó varios libros y obtuvo algunas distinciones por sus obras.

En 1937 viajó a España y participó del Congreso Internacional de Escritores. Con el país en plena guerra civil, se encontró con artistas de la talla de Miguel Hernández, Pablo Neruda, Antonio Machado, Rafael Alberti, León Felipe, César Vallejo, Octavio Paz, Tistán Tzara y otros. También estuvo con Ernest Hemingway, a quien ya conocía de la Isla Caribeña. Asombrado por el desarrollo de la guerra, conmovido por el asesinato de Federico García Lorca, por la lucha de los milicianos, “sus remotos y tan cercanos hermanos”, publicó "España: poema en cuatro angustias y una esperanza"; y decidió firmemente afiliarse al Partido Comunista en el cual permanecería hasta sus últimos días.

Volvió a Cuba, inmersa en una fuerte inestabilidad política y económica, acompañado por León Felipe. Su situación en la isla era compleja, sumado a que el Partido Comunista estaba declarado ilegal. En medio de una intensa labor cultural y militancia política se presentó como candidato a la alcaldía de su ciudad natal en 1940, pero la suerte le fue esquiva. Al mismo tiempo desarrollaba tareas en el periódico "Hoy" y en el Frente Nacional Antifascista del cual era dirigente.

Por aquella época publicó "Sóngoro cosongo y otros poemas", en el que apareció parte de su producción previa.

En medio de la corrupción en que estaban inmersos los gobernantes del país, fundó "La Gaceta del Caribe", en 1944. Luego de eso comenzó una gira por América del Sur, visitando Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay y Argentina, profundizando ampliamente su visión del conteniente y el desarrollo de su proyección artística. Se contactó con destacados artistas de todos los países con los que tuvo un intenso intercambio. En Buenos Aires publicó "El son entero" en 1947; y tuvo lugar el mítico “Recital de Poesía al Servicio de la Verdad: Por la Paz de Latinoamérica”, en el Teatro Bambalinas, en julio de ese año, donde confluyeron, “en homenaje al heroico pueblo español que inició su resistencia el 18 de julio de 1936 y hoy sigue y seguirá resistiendo”, además de Nicolás Guillén, los artistas Pablo Neruda, Rafael Alberti, María Teresa León, Alejandro Casona, Eduardo Blanco Amor, León Felipe y José González Carbalho. El carácter político de ese encuentro no tuvo la repercusión que hubiera merecido, posiblemente porque el gobierno de Perón no quería tener dificultados con el régimen franquista.



En 1949 viajó como delegado cubano en la Conferencia por la Paz Mundial a Nueva York y a Paris.

En 1951 publicó "Elegía a Jesús Menéndez". Ese año, Guillén participó también en el Consejo Mundial por la Paz en Praga y en Viena. Después viajó a la Unión Soviética, a China y a Mongolia.

En Cuba escribió las "Coplas de Juan Descalzo" y publicó "Elegía cubana". La situación política, después del golpe de estado de Fulgencio Batista, fue insostenible En 1954 viajó a Estocolmo, al Congreso de la Paz, y recibió el Premio Stalin de la Paz. En 1956 recorrió París, Varsovia, Praga, Bruselas y Budapest. En 1958, impedido de volver a Cuba por la dictadura de Fulgencio Batista, se quedó viviendo en París. Luego de haber tenido inconvenientes con el visado de su pasaporte, el gobierno de Francia le impidió permanecer en el país; por intermedio de Rafael Alberti consiguió visado para viajar a la Argentina y se instaló en Buenos Aires donde publicó "La paloma de vuelo popular".

Por esos avatares que suele tener la vida, en momentos en que el poeta cubano en el exilio estaba viviendo en la Argentina, en Cuba, la revolución de Fidel Castro caminaba hacia la victoria final de la mano de un médico argentino: el comandante Ernesto Che Guevara. Este trascendental acontecimiento permitió a Nicolás Guillén volver de inmediato a su patria, de la cual estuvo ausente por ser ferviente opositor del tirano Fulgencio Batista quien, a su vez, huía raudamente hacia el país al que le había rendido pleitesía, culto y recursos. Antes de emprender el regreso, Guillén publicó en un periódico el soneto Che Guevara, homenajeando al guerrillero que ya empezaba a ser el reconocido héroe a nivel planetario.

Ya en Cuba y sin más sobresaltos adversos a su actividad y pensamiento, comenzó a desempeñar en las décadas siguientes distintos cargos políticos y misiones diplomáticas; desarrolló una intensa actividad cultural, poética, periodística y política, siguió creando, publicando, viajando por el mundo y recibiendo premios y honores por su enorme obra cuyo eje central siempre giró alrededor del dolor de su pueblo, de los ultrajes cometidos hacia el hombre negro y del destino de su patria. Toda la actividad que fue desplegando estuvo en consonancia con los preceptos de la revolución y con la construcción de una patria soberana. Por su tenacidad poética, por sus principios y valores, tuvo y sigue teniendo un gran reconocimiento internacional.

En sus últimos años tuvo que dejar de viajar y disminuyó toda su actividad debido a las penosas circunstancias y vicisitudes ocasionadas por las enfermedades que venía padeciendo, relacionadas y agravadas por su avanzada edad. Falleció a los 87 años, un 17 de julio de 1989.

En reconocimiento a su enorme trayectoria, por su inclaudicable labor periodística, literaria y política, el gobierno de Cuba decretó dos días de duelo en toda la isla; con la bandera flameando a media asta en todo el país, el féretro del Gran Poeta Nacional de Cuba fue llevado a la Plaza de la Revolución, al pie del monumento de otro gran patriota y poeta, José Martí, para recibir el saludo final del pueblo cubano y los honores que correspondían a la magnitud de su figura.

Nicolás Guillén es uno de los pilares fundamentales dentro de la literatura cubana y un poeta esencial del siglo XX, por la dimensión de su estatura lírica pero sobre todo humana, Revista H rinde homenaje a su memoria a través de alguno de sus poemas.



Che Guevara

Como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera,
como si el Plata vegetal viniera
con el Cauto a juntar agua y ternura,

así Guevara, el gaucho de voz dura,
brindó a Fidel su sangre guerrillera
y su ancha mano fue más compañera
cuando fue nuestra noche más oscura.

Huyó la muerte. De su sombra impura,
del puñal, del veneno, de la fiera,
sólo el recuerdo bárbaro perdura.

Hecha de dos un alma brilla entera,
como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera.



El apellido

Elegía familiar

I

Desde la escuela
y aún antes... Desde el alba, cuando apenas
era una brizna yo de sueño y llanto,
desde entonces,
me dijeron mi nombre. Un santo y seña
para poder hablar con las estrellas.
Tú te llamas, te llamarás...
Y luego me entregaron
esto que veis escrito en mi tarjeta,
esto que pongo al pie de mis poemas:
las trece letras
que llevo a cuestas por la calle,
que siempre van conmigo a todas partes.
¿Es mi nombre, estáis ciertos?
¿Tenéis todas mis señas?
¿Ya conocéis mi sangre navegable,
mi geografía llena de oscuros montes,
de hondos y amargos valles
que no están en los mapas?
¿Acaso visitasteis mis abismos,
mis galerías subterráneas
con grandes piedras húmedas,
islas sobresaliendo en negras charcas
y donde un puro chorro
siento de antiguas aguas
caer desde mi alto corazón
con fresco y hondo estrépito
en un lugar lleno de ardientes árboles,
monos equilibristas,
loros legisladores y culebras?
¿Toda mi piel (debí decir),
toda mi piel viene de aquella estatua
de mármol español? ¿También mi voz de espanto,
el duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá
todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces
de mis raíces y además
estas ramas oscuras movidas por los sueños
y estas flores abiertas en mi frente
y esta savia que amarga mi corteza?
¿Estáis seguros?
¿No hay nada más que eso que habéis escrito,
que eso que habéis sellado
con un sello de cólera?
(¡Oh, debía haber preguntado!)

Y bien, ahora os pregunto:
¿No veis estos tambores en mis ojos?
¿No veis estos tambores tensos y golpeados
con dos lágrimas secas?
¿No tengo acaso
un abuelo nocturno
con una gran marca negra
(más negra todavía que la piel),
una gran marca hecha de un latigazo?
¿No tengo pues
un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?
¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmelo!
¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?
¿Cómo decís Andrés en congo?
¿Cómo habéis dicho siempre
Francisco en dahomeyano?
En mandinga, ¿cómo se dice amable?
¿O no? ¿Eran pues otros nombres?
¡El apellido, entonces!
¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene
de aquella tierra enorme, el apellido
sangriento y capturado, que pasó sobre el mar
entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?
¡Ah, no podéis recordarlo!
Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.
Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.
Lo escondisteis, creyendo
que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.
¡Gracias!
¡Os lo agradezco!
¡Gentiles gentes, thank you!
Merci!
Merci bien!
Merci beaucoup!
Pero no... ¿podéis creerlo? No.
Yo estoy limpio.
Brilla mi voz como un metal recién pulido.
Mirad mi escudo: tiene un baobab,
tiene un rinoceronte y una lanza.
Yo soy también el nieto,
biznieto,
tataranieto de un esclavo.
(Que se avergüence el amo).
¿Seré Yelofe?
¿Nicolás Yelofe, acaso?
¿O Nicolás Bakongo?
¿Tal vez Guillén Banguila?
¿O Kumbá?
¿Quizá Guillén Kumbá?
¿O Kongué?
¿Pudiera ser Guillén Kongué?
¡Oh, quién lo sabe!
¡Qué enigma entre las aguas!

II

Siento la noche inmensa gravitar
sobre profunas bestias
sobre inocentes almas castigadas
pero también sobre voces en punta,
que despojan al cielo de sus soles,
los más duros,
para condecorar la sangre combatiente.
De algún país ardiente, perforado
por la gran flecha ecuatorial,
sé que vendrán lejanos primos,
remota angustia mía disparada en el viento;
sé que vendrán pedazos de mis venas,
sangre remota mía,
con duro pie aplastando las hierbas asustadas;
sé que vendrán hombres de vidas verdes,
remota selva mía,
con su dolor abierto en cruz y el pecho rojo en llamas.
Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,
en la tuberculosis, y en la sífilis,
en el sudor comprado en bolsa negra,
en los fragmentos de cadenas
adheridos todavía a la piel;
sin conocernos nos reconoceremos
en los ojos cargados de sueños
y hasta en los insultos como piedras
que nos escupen cada día
los cuadrumanos de la tinta y el papel.
¿Qué ha de importar entonces
(¡qué ha de importar ahora!)
¡iay! mi pequeño nombre
de trece letras blancas?
¿Ni el mandinga, bantú,
yoruba, dahomeyano
nombre del triste abuelo ahogado
en tinta de notario?
¿Qué importa. amigos puros?
¡Oh sí, puros amigos,
venid a ver mi nombre!
Mi nombre interminable,
hecho de interminables nombres;
el nombre mío, ajeno,
libre y mío, ajeno y vuestro,
ajeno y libre como el aire.


Soy como un árbol florido

Soy como un árbol florido
que ayer flores no tenía;
soy como un árbol florido
que ayer flores no tenía:
a leer me enseñó el pueblo, caramba,
aunque el pueblo
leer tampoco sabía.

¿De dónde sacó sus flores
el pueblo que me floreó?
¿De dónde sacó sus flores
el pueblo que me floreó?
Las sacó del tiempo tiempo, caramba,
tiempo tiempo
que en la Sierra se pasó.

Yo sé ya juntar las letras,
juntarlas unas con otras;
yo sé ya juntar las letras,
juntarlas unas con otras,
y hasta sé poner mi nombre, caramba,
nombre y hombre,
José Miguel Carnesoltas.
Me llamo
José Miguel Carnesoltas
mi china
José Miguel Carnesoltas
lo escribo
José Miguel Carnesoltas
presente
José Miguel Carnesoltas
p´alante
José Miguel Carnesoltas
mi padre
José Miguel Carnesoltas
mi Cuba
José Miguel Carnesoltas
repito
José Miguel Carnesoltas
me dicen
José
Miguel.
De Tengo.



Caña

El negro
junto al cañaveral.

El yanqui
sobre el cañaveral.

La tierra
bajo el cañaveral.

¡Sangre
que se nos va!



Se Acabó

Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió
ay Cuba, ya se acabó
se acabó por siempre aquí,
se acabó
el cuero del manatí
con que el yankee te pegó.
Se acabó.
Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.
Garra de los garroteros,
uñas de yankees ladrones
de ingenios azucareros:
¡a devolver los millones
que son para los obreros!
La nube en rayo bajó,
ay, Cuba, que yo lo vi;
El águila se espantó,
yo lo vi.
La coyunda se rompió
yo lo vi;
El pueblo canta, cantó,
cantando esta el pueblo así:
Vino Fidel y cumplió
lo que prometió Martí.
Se acabó.
¡Ay que linda mi bandera,
mi banderita Cubana,
sin que la manden de afuera,
ni venga un rufián cualquiera,
a pisotear en la Habana!
Se acabó.
Yo lo vi.
Te lo prometió Martí
y Fidel Te lo cumplió.
Se acabó.


Soldado, aprende a tirar

Soldado, aprende a tirar:
Tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.
¡Desde abajo has de tirar,
si no me quieres herir!
Abajo estoy yo contigo,
soldado amigo.
Abajo, codo con codo,
sobre el lodo.

Para abajo, no,
que allí estoy yo.
Soldado, aprende a tirar:
Tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.



Mi patria es dulce por fuera

Mi patria es dulce por fuera,
y muy amarga por dentro;
mi patria es dulce por fuera,
con su verde primavera,
con su verde primavera,
y un sol de hiel en el centro.

¡Qué cielo de azul callado
mira impasible tu duelo!
¡Qué cielo de azul callado,
ay, Cuba, el que Dios te ha dado,
ay, Cuba, el que Dios te ha dado,
con ser tan azul tu cielo!

Un pájaro de madera
me trajo en su pico el canto;
un pájaro de madera.
¡Ay, Cuba, si te dijera,
yo que te conozco tanto,
ay, Cuba, si te dijera,
que es de sangre tu palmera,
que es de sangre tu palmera,
y que tu mar es de llanto!

Bajo tu risa ligera,
yo, que te conozco tanto,
miro la sangre y el llanto,
bajo tu risa ligera.

Sangre y llanto
bajo tu risa ligera;
sangre y llanto
bajo tu risa ligera.
Sangre y llanto.

El hombre de tierra adentro
está en un hoyo metido,
muerto sin haber nacido,
el hombre de tierra adentro.
Y el hombre de la ciudad,
ay, Cuba, es un pordiosero:
Anda hambriento y sin dinero,
pidiendo por caridad,
aunque se ponga sombrero
y baile en la sociedad.
(Lo digo en mi son entero,
porque es la pura verdad.)

Hoy yanqui, ayer española,
sí, señor,
la tierra que nos tocó
siempre el pobre la encontró
si hoy yanqui, ayer española,
¡cómo no!
¡Qué sola la tierra sola,
la tierra que nos tocó!

La mano que no se afloja
hay que estrecharla en seguida;
la mano que no se afloja,
china, negra, blanca o roja,
china, negra, blanca o roja,
con nuestra mano tendida.

Un marino americano,
bien,
en el restaurant del puerto,
bien,
un marino americano
me quiso dar con la mano,
me quiso dar con la mano,
pero allí se quedó muerto,
bien,
pero allí se quedó muerto
el marino americano
que en el restaurant del puerto
me quiso dar con la mano,
¡bien!


El Abuelo

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que lo hondo de ese ritmo golpea
un negro al parche duro de roncos atabales.

Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.



Sudor y látigo

Látigo,
sudor y látigo.

El sol despertó temprano
y encontró al negro descalzo,
desnudo el cuerpo llagado,
sobre el campo.

Látigo,
sudor y látigo.

El viento pasó gritando:
- ¡Qué flor negra en cada mano!
La sangre le dijo: ¡vamos!
Él dijo a la sangre: ¡vamos!
Partió en su sangre, descalzo.
El cañaveral, temblando,
le abrió paso.

Después, el cielo callado,
y bajo el cielo, el esclavo
tinto en la sangre del amo.

Látigo,
sudor y látigo,
tinto en la sangre del amo;
látigo,
sudor y látigo;
tinto en la sangre del amo,
tinto en la sangre del amo.



Angustia segunda

Tus venas, la raíz de nuestros árboles

La raíz de mi árbol, retorcida;
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
bebiendo sangre, húmeda de sangre,
la raíz de mi árbol, de tu árbol.
Yo la siento,
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
la siento
clavada en lo más hondo de mi tierra,
clavada allí, clavada,
arrastrándome y alzándome y hablándome,
gritándome.
La raíz de tu árbol, de mi árbol.
En mi tierra, clavada,
con clavos ya de hierro,
de pólvora, de piedra,
y floreciendo en lenguas ardorosas,
y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,
y elevando sus venas, nuestras venas,
tus venas, la raíz de nuestros árboles.



Cuando yo vine a este mundo,

Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del son.

Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.
Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán cómo se mueren
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.
Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡nadie me estaba esperando!

Nicolás Cristóbal Guillén Batista nació en Camagüey el 10 de julio de 1902 y falleció en La Habana el 16 de julio de 1989; fue poeta, periodista y militante político cubano. El destino quiso que naciera junto con su patria, declarada independiente apenas unas semanas antes. Fue hijo de las condiciones sociales que imponía el sistema colonial español. Siendo adolescente muere su padre a manos de soldados que reprimían una protesta política; eso significó un duro revés a la economía familiar, pero el elevado nivel cultural y social permitieron que la formación de Nicolás estuviera marcada por las letras e inclinada hacia la poesía como medios para aprehender el contexto histórico en el que se estaba desarrollando. Su interés por la negritud de sus raíces y las tradiciones afrocubanas marcarían su personalidad y el carácter de su arte poética.

Inició su actividad periodística y literaria trabajando en la redacción del periódico de su ciudad natal, y comenzó a participar más activamente en la vida cultural y política a partir de 1926, cuando decidió instalarse en la capital cubana. En esos tiempos pudo conocer al poeta Federico García Lorca antes que éste regresara a Madrid desde los Estados Unidos y pasara una breve estadía en La Habana. También conoció al poeta norteamericano Langston Hughes, su amistad sería muy significativa para el desarrollo de su poética.

Los acontecimientos políticos e históricos de esos tiempos lo llevaron a tener un modo más crítico de ver la realidad cubana, cada vez con mayores desniveles sociales y económicos; su compromiso militante le valió algunos intervalos de arresto y de exilio. También fue intensa su actividad literaria, publicó varios libros y obtuvo algunas distinciones por sus obras.

En 1937 viajó a España y participó del Congreso Internacional de Escritores. Con el país en plena guerra civil, se encontró con artistas de la talla de Miguel Hernández, Pablo Neruda, Antonio Machado, Rafael Alberti, León Felipe, César Vallejo, Octavio Paz, Tistán Tzara y otros. También estuvo con Ernest Hemingway, a quien ya conocía de la Isla Caribeña. Asombrado por el desarrollo de la guerra, conmovido por el asesinato de Federico García Lorca, por la lucha de los milicianos, “sus remotos y tan cercanos hermanos”, publicó "España: poema en cuatro angustias y una esperanza"; y decidió firmemente afiliarse al Partido Comunista en el cual permanecería hasta sus últimos días.

Volvió a Cuba, inmersa en una fuerte inestabilidad política y económica, acompañado por León Felipe. Su situación en la isla era compleja, sumado a que el Partido Comunista estaba declarado ilegal. En medio de una intensa labor cultural y militancia política se presentó como candidato a la alcaldía de su ciudad natal en 1940, pero la suerte le fue esquiva. Al mismo tiempo desarrollaba tareas en el periódico "Hoy" y en el Frente Nacional Antifascista del cual era dirigente.

Por aquella época publicó "Sóngoro cosongo y otros poemas", en el que apareció parte de su producción previa.

En medio de la corrupción en que estaban inmersos los gobernantes del país, fundó "La Gaceta del Caribe", en 1944. Luego de eso comenzó una gira por América del Sur, visitando Venezuela, Colombia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay y Argentina, profundizando ampliamente su visión del conteniente y el desarrollo de su proyección artística. Se contactó con destacados artistas de todos los países con los que tuvo un intenso intercambio. En Buenos Aires publicó "El son entero" en 1947; y tuvo lugar el mítico “Recital de Poesía al Servicio de la Verdad: Por la Paz de Latinoamérica”, en el Teatro Bambalinas, en julio de ese año, donde confluyeron, “en homenaje al heroico pueblo español que inició su resistencia el 18 de julio de 1936 y hoy sigue y seguirá resistiendo”, además de Nicolás Guillén, los artistas Pablo Neruda, Rafael Alberti, María Teresa León, Alejandro Casona, Eduardo Blanco Amor, León Felipe y José González Carbalho. El carácter político de ese encuentro no tuvo la repercusión que hubiera merecido, posiblemente porque el gobierno de Perón no quería tener dificultados con el régimen franquista.



En 1949 viajó como delegado cubano en la Conferencia por la Paz Mundial a Nueva York y a Paris.

En 1951 publicó "Elegía a Jesús Menéndez". Ese año, Guillén participó también en el Consejo Mundial por la Paz en Praga y en Viena. Después viajó a la Unión Soviética, a China y a Mongolia.

En Cuba escribió las "Coplas de Juan Descalzo" y publicó "Elegía cubana". La situación política, después del golpe de estado de Fulgencio Batista, fue insostenible En 1954 viajó a Estocolmo, al Congreso de la Paz, y recibió el Premio Stalin de la Paz. En 1956 recorrió París, Varsovia, Praga, Bruselas y Budapest. En 1958, impedido de volver a Cuba por la dictadura de Fulgencio Batista, se quedó viviendo en París. Luego de haber tenido inconvenientes con el visado de su pasaporte, el gobierno de Francia le impidió permanecer en el país; por intermedio de Rafael Alberti consiguió visado para viajar a la Argentina y se instaló en Buenos Aires donde publicó "La paloma de vuelo popular".

Por esos avatares que suele tener la vida, en momentos en que el poeta cubano en el exilio estaba viviendo en la Argentina, en Cuba, la revolución de Fidel Castro caminaba hacia la victoria final de la mano de un médico argentino: el comandante Ernesto Che Guevara. Este trascendental acontecimiento permitió a Nicolás Guillén volver de inmediato a su patria, de la cual estuvo ausente por ser ferviente opositor del tirano Fulgencio Batista quien, a su vez, huía raudamente hacia el país al que le había rendido pleitesía, culto y recursos. Antes de emprender el regreso, Guillén publicó en un periódico el soneto Che Guevara, homenajeando al guerrillero que ya empezaba a ser el reconocido héroe a nivel planetario.

Ya en Cuba y sin más sobresaltos adversos a su actividad y pensamiento, comenzó a desempeñar en las décadas siguientes distintos cargos políticos y misiones diplomáticas; desarrolló una intensa actividad cultural, poética, periodística y política, siguió creando, publicando, viajando por el mundo y recibiendo premios y honores por su enorme obra cuyo eje central siempre giró alrededor del dolor de su pueblo, de los ultrajes cometidos hacia el hombre negro y del destino de su patria. Toda la actividad que fue desplegando estuvo en consonancia con los preceptos de la revolución y con la construcción de una patria soberana. Por su tenacidad poética, por sus principios y valores, tuvo y sigue teniendo un gran reconocimiento internacional.

En sus últimos años tuvo que dejar de viajar y disminuyó toda su actividad debido a las penosas circunstancias y vicisitudes ocasionadas por las enfermedades que venía padeciendo, relacionadas y agravadas por su avanzada edad. Falleció a los 87 años, un 17 de julio de 1989.

En reconocimiento a su enorme trayectoria, por su inclaudicable labor periodística, literaria y política, el gobierno de Cuba decretó dos días de duelo en toda la isla; con la bandera flameando a media asta en todo el país, el féretro del Gran Poeta Nacional de Cuba fue llevado a la Plaza de la Revolución, al pie del monumento de otro gran patriota y poeta, José Martí, para recibir el saludo final del pueblo cubano y los honores que correspondían a la magnitud de su figura.

Nicolás Guillén es uno de los pilares fundamentales dentro de la literatura cubana y un poeta esencial del siglo XX, por la dimensión de su estatura lírica pero sobre todo humana, Revista H rinde homenaje a su memoria a través de alguno de sus poemas.



Che Guevara

Como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera,
como si el Plata vegetal viniera
con el Cauto a juntar agua y ternura,

así Guevara, el gaucho de voz dura,
brindó a Fidel su sangre guerrillera
y su ancha mano fue más compañera
cuando fue nuestra noche más oscura.

Huyó la muerte. De su sombra impura,
del puñal, del veneno, de la fiera,
sólo el recuerdo bárbaro perdura.

Hecha de dos un alma brilla entera,
como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera.



El apellido

Elegía familiar

I

Desde la escuela
y aún antes... Desde el alba, cuando apenas
era una brizna yo de sueño y llanto,
desde entonces,
me dijeron mi nombre. Un santo y seña
para poder hablar con las estrellas.
Tú te llamas, te llamarás...
Y luego me entregaron
esto que veis escrito en mi tarjeta,
esto que pongo al pie de mis poemas:
las trece letras
que llevo a cuestas por la calle,
que siempre van conmigo a todas partes.
¿Es mi nombre, estáis ciertos?
¿Tenéis todas mis señas?
¿Ya conocéis mi sangre navegable,
mi geografía llena de oscuros montes,
de hondos y amargos valles
que no están en los mapas?
¿Acaso visitasteis mis abismos,
mis galerías subterráneas
con grandes piedras húmedas,
islas sobresaliendo en negras charcas
y donde un puro chorro
siento de antiguas aguas
caer desde mi alto corazón
con fresco y hondo estrépito
en un lugar lleno de ardientes árboles,
monos equilibristas,
loros legisladores y culebras?
¿Toda mi piel (debí decir),
toda mi piel viene de aquella estatua
de mármol español? ¿También mi voz de espanto,
el duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá
todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces
de mis raíces y además
estas ramas oscuras movidas por los sueños
y estas flores abiertas en mi frente
y esta savia que amarga mi corteza?
¿Estáis seguros?
¿No hay nada más que eso que habéis escrito,
que eso que habéis sellado
con un sello de cólera?
(¡Oh, debía haber preguntado!)

Y bien, ahora os pregunto:
¿No veis estos tambores en mis ojos?
¿No veis estos tambores tensos y golpeados
con dos lágrimas secas?
¿No tengo acaso
un abuelo nocturno
con una gran marca negra
(más negra todavía que la piel),
una gran marca hecha de un latigazo?
¿No tengo pues
un abuelo mandinga, congo, dahomeyano?
¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmelo!
¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable?
¿Cómo decís Andrés en congo?
¿Cómo habéis dicho siempre
Francisco en dahomeyano?
En mandinga, ¿cómo se dice amable?
¿O no? ¿Eran pues otros nombres?
¡El apellido, entonces!
¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene
de aquella tierra enorme, el apellido
sangriento y capturado, que pasó sobre el mar
entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar?
¡Ah, no podéis recordarlo!
Lo habéis disuelto en tinta inmemorial.
Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.
Lo escondisteis, creyendo
que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.
¡Gracias!
¡Os lo agradezco!
¡Gentiles gentes, thank you!
Merci!
Merci bien!
Merci beaucoup!
Pero no... ¿podéis creerlo? No.
Yo estoy limpio.
Brilla mi voz como un metal recién pulido.
Mirad mi escudo: tiene un baobab,
tiene un rinoceronte y una lanza.
Yo soy también el nieto,
biznieto,
tataranieto de un esclavo.
(Que se avergüence el amo).
¿Seré Yelofe?
¿Nicolás Yelofe, acaso?
¿O Nicolás Bakongo?
¿Tal vez Guillén Banguila?
¿O Kumbá?
¿Quizá Guillén Kumbá?
¿O Kongué?
¿Pudiera ser Guillén Kongué?
¡Oh, quién lo sabe!
¡Qué enigma entre las aguas!

II

Siento la noche inmensa gravitar
sobre profunas bestias
sobre inocentes almas castigadas
pero también sobre voces en punta,
que despojan al cielo de sus soles,
los más duros,
para condecorar la sangre combatiente.
De algún país ardiente, perforado
por la gran flecha ecuatorial,
sé que vendrán lejanos primos,
remota angustia mía disparada en el viento;
sé que vendrán pedazos de mis venas,
sangre remota mía,
con duro pie aplastando las hierbas asustadas;
sé que vendrán hombres de vidas verdes,
remota selva mía,
con su dolor abierto en cruz y el pecho rojo en llamas.
Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre,
en la tuberculosis, y en la sífilis,
en el sudor comprado en bolsa negra,
en los fragmentos de cadenas
adheridos todavía a la piel;
sin conocernos nos reconoceremos
en los ojos cargados de sueños
y hasta en los insultos como piedras
que nos escupen cada día
los cuadrumanos de la tinta y el papel.
¿Qué ha de importar entonces
(¡qué ha de importar ahora!)
¡iay! mi pequeño nombre
de trece letras blancas?
¿Ni el mandinga, bantú,
yoruba, dahomeyano
nombre del triste abuelo ahogado
en tinta de notario?
¿Qué importa. amigos puros?
¡Oh sí, puros amigos,
venid a ver mi nombre!
Mi nombre interminable,
hecho de interminables nombres;
el nombre mío, ajeno,
libre y mío, ajeno y vuestro,
ajeno y libre como el aire.


Soy como un árbol florido

Soy como un árbol florido
que ayer flores no tenía;
soy como un árbol florido
que ayer flores no tenía:
a leer me enseñó el pueblo, caramba,
aunque el pueblo
leer tampoco sabía.

¿De dónde sacó sus flores
el pueblo que me floreó?
¿De dónde sacó sus flores
el pueblo que me floreó?
Las sacó del tiempo tiempo, caramba,
tiempo tiempo
que en la Sierra se pasó.

Yo sé ya juntar las letras,
juntarlas unas con otras;
yo sé ya juntar las letras,
juntarlas unas con otras,
y hasta sé poner mi nombre, caramba,
nombre y hombre,
José Miguel Carnesoltas.
Me llamo
José Miguel Carnesoltas
mi china
José Miguel Carnesoltas
lo escribo
José Miguel Carnesoltas
presente
José Miguel Carnesoltas
p´alante
José Miguel Carnesoltas
mi padre
José Miguel Carnesoltas
mi Cuba
José Miguel Carnesoltas
repito
José Miguel Carnesoltas
me dicen
José
Miguel.
De Tengo.



Caña

El negro
junto al cañaveral.

El yanqui
sobre el cañaveral.

La tierra
bajo el cañaveral.

¡Sangre
que se nos va!



Se Acabó

Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió
ay Cuba, ya se acabó
se acabó por siempre aquí,
se acabó
el cuero del manatí
con que el yankee te pegó.
Se acabó.
Te lo prometió Martí
y Fidel te lo cumplió.
Se acabó.
Garra de los garroteros,
uñas de yankees ladrones
de ingenios azucareros:
¡a devolver los millones
que son para los obreros!
La nube en rayo bajó,
ay, Cuba, que yo lo vi;
El águila se espantó,
yo lo vi.
La coyunda se rompió
yo lo vi;
El pueblo canta, cantó,
cantando esta el pueblo así:
Vino Fidel y cumplió
lo que prometió Martí.
Se acabó.
¡Ay que linda mi bandera,
mi banderita Cubana,
sin que la manden de afuera,
ni venga un rufián cualquiera,
a pisotear en la Habana!
Se acabó.
Yo lo vi.
Te lo prometió Martí
y Fidel Te lo cumplió.
Se acabó.


Soldado, aprende a tirar

Soldado, aprende a tirar:
Tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.
¡Desde abajo has de tirar,
si no me quieres herir!
Abajo estoy yo contigo,
soldado amigo.
Abajo, codo con codo,
sobre el lodo.

Para abajo, no,
que allí estoy yo.
Soldado, aprende a tirar:
Tú no me vayas a herir,
que hay mucho que caminar.



Mi patria es dulce por fuera

Mi patria es dulce por fuera,
y muy amarga por dentro;
mi patria es dulce por fuera,
con su verde primavera,
con su verde primavera,
y un sol de hiel en el centro.

¡Qué cielo de azul callado
mira impasible tu duelo!
¡Qué cielo de azul callado,
ay, Cuba, el que Dios te ha dado,
ay, Cuba, el que Dios te ha dado,
con ser tan azul tu cielo!

Un pájaro de madera
me trajo en su pico el canto;
un pájaro de madera.
¡Ay, Cuba, si te dijera,
yo que te conozco tanto,
ay, Cuba, si te dijera,
que es de sangre tu palmera,
que es de sangre tu palmera,
y que tu mar es de llanto!

Bajo tu risa ligera,
yo, que te conozco tanto,
miro la sangre y el llanto,
bajo tu risa ligera.

Sangre y llanto
bajo tu risa ligera;
sangre y llanto
bajo tu risa ligera.
Sangre y llanto.

El hombre de tierra adentro
está en un hoyo metido,
muerto sin haber nacido,
el hombre de tierra adentro.
Y el hombre de la ciudad,
ay, Cuba, es un pordiosero:
Anda hambriento y sin dinero,
pidiendo por caridad,
aunque se ponga sombrero
y baile en la sociedad.
(Lo digo en mi son entero,
porque es la pura verdad.)

Hoy yanqui, ayer española,
sí, señor,
la tierra que nos tocó
siempre el pobre la encontró
si hoy yanqui, ayer española,
¡cómo no!
¡Qué sola la tierra sola,
la tierra que nos tocó!

La mano que no se afloja
hay que estrecharla en seguida;
la mano que no se afloja,
china, negra, blanca o roja,
china, negra, blanca o roja,
con nuestra mano tendida.

Un marino americano,
bien,
en el restaurant del puerto,
bien,
un marino americano
me quiso dar con la mano,
me quiso dar con la mano,
pero allí se quedó muerto,
bien,
pero allí se quedó muerto
el marino americano
que en el restaurant del puerto
me quiso dar con la mano,
¡bien!


El Abuelo

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que lo hondo de ese ritmo golpea
un negro al parche duro de roncos atabales.

Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.

¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;

que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.



Sudor y látigo

Látigo,
sudor y látigo.

El sol despertó temprano
y encontró al negro descalzo,
desnudo el cuerpo llagado,
sobre el campo.

Látigo,
sudor y látigo.

El viento pasó gritando:
- ¡Qué flor negra en cada mano!
La sangre le dijo: ¡vamos!
Él dijo a la sangre: ¡vamos!
Partió en su sangre, descalzo.
El cañaveral, temblando,
le abrió paso.

Después, el cielo callado,
y bajo el cielo, el esclavo
tinto en la sangre del amo.

Látigo,
sudor y látigo,
tinto en la sangre del amo;
látigo,
sudor y látigo;
tinto en la sangre del amo,
tinto en la sangre del amo.



Angustia segunda

Tus venas, la raíz de nuestros árboles

La raíz de mi árbol, retorcida;
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
bebiendo sangre, húmeda de sangre,
la raíz de mi árbol, de tu árbol.
Yo la siento,
la raíz de mi árbol, de tu árbol,
de todos nuestros árboles,
la siento
clavada en lo más hondo de mi tierra,
clavada allí, clavada,
arrastrándome y alzándome y hablándome,
gritándome.
La raíz de tu árbol, de mi árbol.
En mi tierra, clavada,
con clavos ya de hierro,
de pólvora, de piedra,
y floreciendo en lenguas ardorosas,
y alimentando ramas donde colgar los pájaros cansados,
y elevando sus venas, nuestras venas,
tus venas, la raíz de nuestros árboles.



Cuando yo vine a este mundo,

Cuando yo vine a este mundo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo
se me alivia caminando,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que mirar para ver,
hay que andar.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud:
lanza de mi poderío,
coraza de mi virtud.
Otros lloran, yo me río,
porque la risa es salud.
Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón,
y mi voz entera es
la voz entera del son.

Camino sobre mis pies,
sin muletas ni bastón.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo;
ya estará el de abajo arriba
cuando el de arriba esté abajo.
Con el alma en carne viva,
abajo, sueño y trabajo.
Hay gentes que no me quieren,
porque muy humilde soy;
ya verán cómo se mueren
y que hasta a su entierro voy,
con eso y que no me quieren
porque muy humilde soy.
Miro a los hombres nacer,
miro a los hombres pasar;
hay que andar,
hay que vivir para ver,
hay que andar.
Cuando yo vine a este mundo,
te digo,
nadie me estaba esperando;
así mi dolor profundo,
te digo,
se me alivia caminando,
te digo,
pues cuando vine a este mundo,
te digo,
¡nadie me estaba esperando!


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