COVID 19 y medio ambiente
Vanesa Szczurowski
Entrevista a Verónica Gómez Tomas de "Ciudadanos por el Clima", desde Limoges, Francia.


Todos a quienes nos preocupa el medio ambiente recibimos con una sonrisa una de las pocas noticias positivas del Covid 19: el descenso de la contaminación del planeta, un respiro para la naturaleza.

Esto, lo positivo, es un escenario que obliga a parar y que nos muestra que aun podríamos revertir la situación.

Lo negativo es que si continuamos dando preeminencia a la ganancia individual, a la supremacía de los valores económicos por sobre cualquier otro valor, la ciencia nos indica que vamos a contrarreloj hacia nuestra extinción.

Pero hay otras aristas que el coronavirus toca, es por esto que en el área de ambiente de la Revista H queremos conocer la opinión de Verónica Gómez Tomas, abogada, residente en Francia, actualmente terminando su Maestría en Derecho Internacional y Comparado del Medioambiente en la Universidad de Limoges. Integrante de la Liga de Derechos Humanos, participando en colectivos ciudadanos como “Pacto por la Transición” y Ciudadanos por el Clima.


— ¿Cómo se encontraba el sistema de salud en Francia al momento de aparición de la pandemia?
— El virus nos sorprende con un sistema de salud muy debilitado e insuficiente para hacer frente a la pandemia. El área de salud hace años que reclama sin ser oído, por poder trabajar en condiciones dignas, para poder brindar un cuidado de calidad a quien lo necesita. En los últimos años, el Estado vació sistemáticamente el sistema de salud francés porque no lo consideraba rentable, así fue que se han cerrado hospitales, o servicios, como puede ser un área coronaria, o de cuidados intensivos, o de una especialidad que normalmente funcionaba y luego de repente se los cierra por cuestiones de presupuesto... Hoy vemos las contradicciones: el mismo Estado que minimizó la importancia del sistema de salud, de repente le pide que haga frente a una crisis sin precedentes y en condiciones deplorables. Hoy el personal de hospitales, médicos, enfermeros, ambulancieros, no cuentan ni siquiera con la protección mínima, no hay suficiente cantidad de máscaras, ni blusas, ni respiradores, ni camas suficientes en servicio de reanimación.


— ¿Cómo notaste la reacción del ciudadano común?
— La pandemia al principio se veía como algo lejano y fue tomada a la ligera, tanto de parte del gobierno como de la población (creo que está ínsito en la naturaleza humana, el no apropiarse de una amenaza hasta que no la tiene enfrente).
El Estado en un primer momento no dio un mensaje claro de la gravedad de la situación, las instrucciones eran contradictorias. Al principio se recomienda quedarse en sus casas, se habla de que posiblemente se cierren escuelas, pero se mantengan comercios. Por un lado se votó en las elecciones municipales del domingo 15 de marzo, por el otro el lunes 16 el presidente anunció que Francia “estaba en guerra”. En guerra contra un enemigo invisible, un virus capaz de paralizar la actividad humana y el comercio mundial. En ese contexto, el gobierno decretó medidas de confinamiento estricto y obligatorio, pero que comenzaría a regir el martes al mediodía…

Como podrán imaginar, porque el humano es humano en Francia como en Argentina, las rutas colapsaron de familias que dejaban sus pequeños departamentos en la ciudad para pasar el confinamiento en el campo o en la playa, como si fueran vacaciones. Los supermercados vaciaban sus góndolas a una velocidad desconocida, movidos por el miedo a no tener suficiente, hay que aprovisionarse para un mes o dos o tres…

Esta nueva realidad impuesta de un día para el otro ha dejado en evidencia lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, el egoísmo, pero también en alguno casos la solidaridad



— ¿Qué situaciones de este nuevo escenario global te preocupan?
— Se ha creado un clima de incertidumbre generalizado, donde no sabemos exactamente qué nos espera luego de esta crisis, lo que sí sabemos es que tendrá consecuencias financieras importantes.

Los comerciantes temen no poder hacer frente a sus obligaciones con las pérdidas que el confinamiento les genera. Los trabajadores temen perder sus puestos de trabajo, porque evidentemente se presiente una ola de despidos, que va acrecentar aún más la precarización del trabajo. Los estudiantes temen no validar sus años lectivos.

Pero más allá de los miedos colectivos, este confinamiento invita a la reflexión. Nos obliga a repensar las desigualdades. Porque no es lo mismo estar confinado, para quien vive en una casa confortable o quien vive en la calle o en situaciones de precariedad. No es lo mismo para quien continúa trabajando en teletrabajo que para quien si no trabaja no come. Nos obliga a pensar las desigualdades Norte/Sur, porque no es lo mismo el confinamiento en un país desarrollado donde el Estado puede ofrecer ciertos “paracaídas” a una población que mayoritariamente vive en condiciones dignas, que en los países del sur, con mucha gente en condiciones de extrema pobreza y precariedad y con un Estado debilitado.

Nos obliga también a repensar la utilidad social de caa profesión. ¿Dónde están las prioridades cuando en vez de hablar de ganancias se habla de supervivencia? Sectores vapuleados y mirados en menos, como los trabajadores del campo, el personal de limpieza, los que recogen la basura, las cocinas de comedores comunitarios o de hospitales. Las profesiones ligadas al cuidado del otro, que la mayoría de las veces son trabajos femeninos y en consecuencia, mal pagados, o considerados como parte de su rol de mujer y no remunerados.

Con la convivencia indefinida en el encierro surgen interrogantes como ¿qué será de los más vulnerables? Personas depresivas. Enfermos. Mujeres o niños obligados a estar confinados con sus maltratadores. Y aquí responden servicios de permanencias para conseguir un alojamiento de urgencia. Psicólogos que dan citas por teléfono. Médicos que envían las recetas por fax a las farmacias para que el paciente pase a buscar sus medicamentos.

Mientras tanto, los policías controlan celosamente, so pena de multa, las atestaciones de circulación que contemplan las excepciones por las cuales uno puede ausentarse de su domicilio.

En este extraño escenario, que se repite en todos los países donde el virus llega sin ser invitado y el gobierno impone estas medidas sin tiempo para consultar… acá, donde vivo, tenemos la suerte de contar con un tejido asociativo muy fuerte que asegura las falencias por las que el Estado no puede responder.


| Derretimiento del permafrost ártico

— ¿Qué actitudes destacarías de las asociaciones y que grado de importancia les das?
— El sistema asociativo basado en el voluntariado y en valores de solidaridad, ha sido de gran importancia a la hora de achicar las desigualdades y hacer frente a situaciones concretas, cotidianas, donde el Estado no puede estar presente. Las asociaciones forman parte de un sistema que ya se encuentra organizado y funcionando a escala local, con redes de contacto y continúa activo a pesar del confinamiento. Asociaciones de ayuda a migrantes, o a gente en situación de calle, los que brindan un plato de comida gratuito, siguen asegurando más que nunca sus servicios.

Sin embargo hay que rescatar también la solidaridad espontánea y organizada a través de redes sociales. Recuperación de alimentos no vendidos. Ventas organizadas de productos agrícolas locales. Manos hacendosas que desde sus casas, cosen máscaras para enviar a los hospitales o a los geriátricos. Los padres ayudan sus hijos con los deberes. Vecinos que brindan servicio en los edificios, haciendo compras para que los demás no salgan. Repartos a domicilio.


— ¿Cuáles son los temas fundamentales que a tu entender deberían analizarse en este nuevo panorama post pandemia?
— Los dos temas que me gustaría subrayar están ligados a mi punto de vista como jurista y militante en la protección de los derechos humanos y en la lucha contra el cambio climático.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, mantener un ojo atento para que estas medidas extraordinarias, dictadas en un período anormal de confinamiento, no atenten contra derechos fundamentales adquiridos. Y pienso en derechos laborales, con una precarización que tiende a aumentarse. Pienso en el derecho a la vida, a la salud, en tiempos donde se elige entre a quién salvar y a quién dejar morir. La Liga de Derechos Humanos puso en marcha un servicio telefónico de asesoramiento jurídico, al igual que un observatorio, para que durante el tiempo que dure el confinamiento los controles policiales sean realizados en un estricto sentido de legalidad.

Desde la mirada de ambientalista, poner en evidencia la relación entre cambio climático y la posibilidad de sufrir esta u otras pandemias. El calentamiento global está generando de manera irreversible el descongelamiento del “permafrost” (es decir de grandes extensiones de tierra congelada, en Siberia) en las cuales se encuentran estoqueadas enormes cantidades de dióxido de carbono que serán liberados a la atmósfera generando aún más calentamiento global. El permafrost es una verdadera caja de Pandora, porque debajo de esas tierras congeladas se encuentran también enfermedades ya erradicadas, virus y bacterias dormidos durante miles de años, para los que el hombre no tiene desarrollados ni vacunas, ni anticuerpos.

Por otro lado, entre las causas posibles de este virus de origen animal que ataca al ser humano no hay que desdeñar el tráfico de fauna salvaje, la extinción de especies, la deforestación que lleva a la destrucción de sus hábitats y la eliminación de las barreras naturales entre el hombre y el reino animal.

La actividad humana desde la era industrial, sumada al sistema capitalista y extractivista ha generado daños irreparables. El hombre como “amo de la naturaleza”, dispuesto a explotarla sin límites en la búsqueda de un confort que nunca es suficiente, sin medir las consecuencias. Hasta producir esta sexta extinción de masa, el “Antropoceno” donde las actividades humanas son el origen de este caos que tiene como consecuencia: la contaminación, el agotamiento de recursos, el calentamiento global. Que a su vez está generando otras consecuencias como extinciones masivas de la biodiversidad, cambios geológicos, elevamiento del nivel del mar, sequías, desertificación, escasez de agua y de recursos, imposibilidad de generar alimentos suficientes y de calidad. La desaparición de territorios, sumado a otros territorios que ya no serán aptos para la vida humana generará migraciones climáticas. Y hoy en día los migrantes climáticos no cuentan con un régimen de protección jurídica internacional.


— ¿Qué cambios calificarías como imprescindibles?
— Es evidente la necesidad de hacer hincapié en la “adaptación” frente al cambio climático, poniendo en práctica nuevos paradigmas sociales, jurídicos y políticos.
Paradigmas Sociales, basados en valores éticos de solidaridad. Asumir un rol activo, favorecer la creación de asociaciones. Relocalizar la economía. Difundir las prácticas de la economía social y solidaria, el consumo local y responsable, pasar de ser consumidores a ser “consumactores”. Asegurar la autonomía alimentaria de proximidad a escala local.

En cuanto a los Paradigmas Políticos es necesario pasar de la democracia representativa a una democracia participativa donde los distintos actores civiles o privados (mujeres, jóvenes, científicos, agricultores, pueblos indígenas, sindicatos, asociaciones, ONG) adquieran un rol protagónico en la creación de normas y de políticas que tengan injerencia sobre la salud, el medio ambiente, la modificación del uso de tierras. Para esto es necesario sensibilizar y formar, tanto a la población como a los dirigentes en cuanto a las problemáticas ambientales. Garantizar el acceso a la información (previa, suficiente, de calidad y de fácil acceso) para poder participar en la toma de decisiones. Y finalmente garantizar el acceso a la justicia.
En cuanto al cambio en el paradigma jurídico se debería instaurar un orden jurídico mundial, coherente y obligatorio en materia de medio ambiente y lucha contra el cambio climático. Considerar a la naturaleza como “sujeto de derecho” y no como objeto, es decir como simples cosas apropiables o recursos. Priorizar el principio de prevención y de precaución para evitar daños graves o irreversibles en vez de recurrir a la justicia pretendiendo la reparación del daño ya ocasionado.

A nivel internacional es necesario reconocer el crimen de Ecocidio, entendiendo por tal la destrucción de la naturaleza en tiempos de paz. E incorporar este crimen para que pueda ser juzgado por la Corte Penal Internacional. Dotar a los convenios internacionales de lucha contra el cambio climático de un carácter obligatorio para todos los países. Reequilibrar el juego de fuerzas en las negociaciones internacionales, dar mayor poder a la ONU cuyas medidas son declarativas y voluntarias, careciendo de fuerza frente a la Organización Mundial del Comercio. Es imperativo reducir el poder de las empresas multinacionales.


— ¿Te parece que será posible llevar a cabo un cambio de esa naturaleza?
— Es evidente que el modelo global actual está en crisis, en todas partes la gente sale a la calle a manifestar. Movimientos sociales como los chalecos amarillos, movimientos por el clima, los jóvenes, los pueblos indígenas, las mujeres, los defensores de derechos humanos y defensores de la naturaleza. En todos los casos hay un problema de representatividad, de falta de legitimidad, el pueblo no se siente representado por las decisiones tomadas por los gobiernos de turno, ya sea en contra de sus derechos o en contra de la naturaleza y de las generaciones futuras.

Yo estoy convencida que se imponen tiempos de cambio, donde la sociedad civil tiene su palabra para decir y debe ser escuchada. En ese contexto es de destacar el rol de distintos movimientos ciudadanos, como así también de iniciativas de la sociedad civil que reflejan la necesidad de un cambio.

El día anterior al confinamiento se llevaron a cabo las elecciones municipales. Y hubo una dinámica muy interesante durante los meses previos a la elección, que enriqueció el diálogo entre candidatos y ciudadanos. Un grupo de 60 ONGs y actores de la sociedad civil crearon el Pacto por la Transición. Presentado en más de 2200 comunas, por grupos locales de ciudadanos sin relación con partidos políticos. Se les propuso a los candidatos a elecciones un pacto de 32 medidas, a implementar durante su mandato. Se busca de esta manera pasar a una democracia más directa y participativa, donde la sociedad civil pueda ser llamada a participar en el proceso de creación de políticas que tengan una relación con el medio ambiente, con la salud, el transporte, la agricultura no contaminante, la economía local y circular.

El Pacto Finanzas-Clima es una especie de Green Deal Europeo. Ideado por un economista y un científico del GIEC. Es otra iniciativa de la sociedad civil, que fue presentada al parlamento europeo. Propone la creación de un Banco Europeo para el Clima y la Biodiversidad que financiaría la transición energética de Europa y los países del Mediterráneo.

En este repensar otro futuro posible luego del confinamiento, 58 parlamentarios europeos han lanzado una consulta popular: #LeJourd’Après “El día después”, donde invitan a la población a expresarse con relación a la sociedad que quisieran tener luego de la crisis. Temáticas como salud, trabajo, democracia, relocalización de la economía. 40 preguntas, disponibles durante un mes. Se puede participar respondiendo al cuestionario. Participando en los talleres de formación y de discusión. Y aportando datos científicos, experiencias y otra información de utilidad.
Por el momento solo una cosa es cierta: “Mientras el humano está obligado a mirar el mundo desde sus jaulas, la primavera sigue su curso. Los árboles vuelven a lucir sus hojas, las flores alegran el paisaje, los animales recuperan o exploran nuevos espacios, la atmósfera baja drásticamente sus niveles de contaminación, las aguas se aclaran. Y el homo-sapiens, que no sabía todo lo que aún le queda por aprender, mira desde sus pantallas un mundo que estaría listo para regenerarse, si tan solo pudiéramos sacar una lección de todo esto y actuar en consecuencia…”

— Muchas gracias por la nota Verónica.
— Gracias a ustedes por el tratamiento de estos temas tan importantes para el futuro de nuestras generaciones.


----

“Los Hospitales están muriendo” decían algunas pancartas

Francia viene sufriendo recortes y desinversión en salud, cierre de camas, falta de personal en áreas de urgencia, malas condiciones de laborales y de atención, amenaza de renuncia por parte de profesionales. La destrucción del sistema hospitalario de Francia ha llevado a médicos, enfermeros hasta personal administrativo y estudiantes a manifestarse en numerosa ciudades.

Es por ello que a fines del 2019 se los veía en las noticias aun a miles marchando y pidiendo al presidente Emmanuel Macron que comprenda la urgencia y salve a la salud. Una huelga que ya llevaba 9 meses antes de aparecer la pandemia pone al descubierto las falencias de un sistema que deja para último lugar la protección de la persona humana.

Algo parecido ocurrió en la Argentina del anterior gobierno, donde se degradó el Ministerio de Salud pasando a ser Secretaria. Un ejemplo claro es el del presupuesto del Instituto de Salud Carlos Malbrán que desde 2016 sufrió recortes a la mitad, quitas en los fondos destinados a enfermedades infectocontagiosas, disminución de insumos, teniendo en oportunidades que abocar a profesionales a áreas urgentes dejando otras descuidadas. Se eliminaron del presupuesto los fondos que se destinaban a realización de obras y refacción, se le bajaron los sueldo a los profesionales, no hubo incorporación de personal a su planta, se realizaban presiones por parte de las lineas políticas en caso de quejas. Un caso que quedará para la historia de la prestigiosa institución es que en el 2019 no se compraron insumos. Todo esto nos revela que el tema se resume en un eje: el problema es el sistema, no el país.

Todos a quienes nos preocupa el medio ambiente recibimos con una sonrisa una de las pocas noticias positivas del Covid 19: el descenso de la contaminación del planeta, un respiro para la naturaleza.

Esto, lo positivo, es un escenario que obliga a parar y que nos muestra que aun podríamos revertir la situación.

Lo negativo es que si continuamos dando preeminencia a la ganancia individual, a la supremacía de los valores económicos por sobre cualquier otro valor, la ciencia nos indica que vamos a contrarreloj hacia nuestra extinción.

Pero hay otras aristas que el coronavirus toca, es por esto que en el área de ambiente de la Revista H queremos conocer la opinión de Verónica Gómez Tomas, abogada, residente en Francia, actualmente terminando su Maestría en Derecho Internacional y Comparado del Medioambiente en la Universidad de Limoges. Integrante de la Liga de Derechos Humanos, participando en colectivos ciudadanos como “Pacto por la Transición” y Ciudadanos por el Clima.


— ¿Cómo se encontraba el sistema de salud en Francia al momento de aparición de la pandemia?
— El virus nos sorprende con un sistema de salud muy debilitado e insuficiente para hacer frente a la pandemia. El área de salud hace años que reclama sin ser oído, por poder trabajar en condiciones dignas, para poder brindar un cuidado de calidad a quien lo necesita. En los últimos años, el Estado vació sistemáticamente el sistema de salud francés porque no lo consideraba rentable, así fue que se han cerrado hospitales, o servicios, como puede ser un área coronaria, o de cuidados intensivos, o de una especialidad que normalmente funcionaba y luego de repente se los cierra por cuestiones de presupuesto... Hoy vemos las contradicciones: el mismo Estado que minimizó la importancia del sistema de salud, de repente le pide que haga frente a una crisis sin precedentes y en condiciones deplorables. Hoy el personal de hospitales, médicos, enfermeros, ambulancieros, no cuentan ni siquiera con la protección mínima, no hay suficiente cantidad de máscaras, ni blusas, ni respiradores, ni camas suficientes en servicio de reanimación.


— ¿Cómo notaste la reacción del ciudadano común?
— La pandemia al principio se veía como algo lejano y fue tomada a la ligera, tanto de parte del gobierno como de la población (creo que está ínsito en la naturaleza humana, el no apropiarse de una amenaza hasta que no la tiene enfrente).
El Estado en un primer momento no dio un mensaje claro de la gravedad de la situación, las instrucciones eran contradictorias. Al principio se recomienda quedarse en sus casas, se habla de que posiblemente se cierren escuelas, pero se mantengan comercios. Por un lado se votó en las elecciones municipales del domingo 15 de marzo, por el otro el lunes 16 el presidente anunció que Francia “estaba en guerra”. En guerra contra un enemigo invisible, un virus capaz de paralizar la actividad humana y el comercio mundial. En ese contexto, el gobierno decretó medidas de confinamiento estricto y obligatorio, pero que comenzaría a regir el martes al mediodía…

Como podrán imaginar, porque el humano es humano en Francia como en Argentina, las rutas colapsaron de familias que dejaban sus pequeños departamentos en la ciudad para pasar el confinamiento en el campo o en la playa, como si fueran vacaciones. Los supermercados vaciaban sus góndolas a una velocidad desconocida, movidos por el miedo a no tener suficiente, hay que aprovisionarse para un mes o dos o tres…

Esta nueva realidad impuesta de un día para el otro ha dejado en evidencia lo mejor y lo peor de la naturaleza humana, el egoísmo, pero también en alguno casos la solidaridad



— ¿Qué situaciones de este nuevo escenario global te preocupan?
— Se ha creado un clima de incertidumbre generalizado, donde no sabemos exactamente qué nos espera luego de esta crisis, lo que sí sabemos es que tendrá consecuencias financieras importantes.

Los comerciantes temen no poder hacer frente a sus obligaciones con las pérdidas que el confinamiento les genera. Los trabajadores temen perder sus puestos de trabajo, porque evidentemente se presiente una ola de despidos, que va acrecentar aún más la precarización del trabajo. Los estudiantes temen no validar sus años lectivos.

Pero más allá de los miedos colectivos, este confinamiento invita a la reflexión. Nos obliga a repensar las desigualdades. Porque no es lo mismo estar confinado, para quien vive en una casa confortable o quien vive en la calle o en situaciones de precariedad. No es lo mismo para quien continúa trabajando en teletrabajo que para quien si no trabaja no come. Nos obliga a pensar las desigualdades Norte/Sur, porque no es lo mismo el confinamiento en un país desarrollado donde el Estado puede ofrecer ciertos “paracaídas” a una población que mayoritariamente vive en condiciones dignas, que en los países del sur, con mucha gente en condiciones de extrema pobreza y precariedad y con un Estado debilitado.

Nos obliga también a repensar la utilidad social de caa profesión. ¿Dónde están las prioridades cuando en vez de hablar de ganancias se habla de supervivencia? Sectores vapuleados y mirados en menos, como los trabajadores del campo, el personal de limpieza, los que recogen la basura, las cocinas de comedores comunitarios o de hospitales. Las profesiones ligadas al cuidado del otro, que la mayoría de las veces son trabajos femeninos y en consecuencia, mal pagados, o considerados como parte de su rol de mujer y no remunerados.

Con la convivencia indefinida en el encierro surgen interrogantes como ¿qué será de los más vulnerables? Personas depresivas. Enfermos. Mujeres o niños obligados a estar confinados con sus maltratadores. Y aquí responden servicios de permanencias para conseguir un alojamiento de urgencia. Psicólogos que dan citas por teléfono. Médicos que envían las recetas por fax a las farmacias para que el paciente pase a buscar sus medicamentos.

Mientras tanto, los policías controlan celosamente, so pena de multa, las atestaciones de circulación que contemplan las excepciones por las cuales uno puede ausentarse de su domicilio.

En este extraño escenario, que se repite en todos los países donde el virus llega sin ser invitado y el gobierno impone estas medidas sin tiempo para consultar… acá, donde vivo, tenemos la suerte de contar con un tejido asociativo muy fuerte que asegura las falencias por las que el Estado no puede responder.


| Derretimiento del permafrost ártico

— ¿Qué actitudes destacarías de las asociaciones y que grado de importancia les das?
— El sistema asociativo basado en el voluntariado y en valores de solidaridad, ha sido de gran importancia a la hora de achicar las desigualdades y hacer frente a situaciones concretas, cotidianas, donde el Estado no puede estar presente. Las asociaciones forman parte de un sistema que ya se encuentra organizado y funcionando a escala local, con redes de contacto y continúa activo a pesar del confinamiento. Asociaciones de ayuda a migrantes, o a gente en situación de calle, los que brindan un plato de comida gratuito, siguen asegurando más que nunca sus servicios.

Sin embargo hay que rescatar también la solidaridad espontánea y organizada a través de redes sociales. Recuperación de alimentos no vendidos. Ventas organizadas de productos agrícolas locales. Manos hacendosas que desde sus casas, cosen máscaras para enviar a los hospitales o a los geriátricos. Los padres ayudan sus hijos con los deberes. Vecinos que brindan servicio en los edificios, haciendo compras para que los demás no salgan. Repartos a domicilio.


— ¿Cuáles son los temas fundamentales que a tu entender deberían analizarse en este nuevo panorama post pandemia?
— Los dos temas que me gustaría subrayar están ligados a mi punto de vista como jurista y militante en la protección de los derechos humanos y en la lucha contra el cambio climático.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, mantener un ojo atento para que estas medidas extraordinarias, dictadas en un período anormal de confinamiento, no atenten contra derechos fundamentales adquiridos. Y pienso en derechos laborales, con una precarización que tiende a aumentarse. Pienso en el derecho a la vida, a la salud, en tiempos donde se elige entre a quién salvar y a quién dejar morir. La Liga de Derechos Humanos puso en marcha un servicio telefónico de asesoramiento jurídico, al igual que un observatorio, para que durante el tiempo que dure el confinamiento los controles policiales sean realizados en un estricto sentido de legalidad.

Desde la mirada de ambientalista, poner en evidencia la relación entre cambio climático y la posibilidad de sufrir esta u otras pandemias. El calentamiento global está generando de manera irreversible el descongelamiento del “permafrost” (es decir de grandes extensiones de tierra congelada, en Siberia) en las cuales se encuentran estoqueadas enormes cantidades de dióxido de carbono que serán liberados a la atmósfera generando aún más calentamiento global. El permafrost es una verdadera caja de Pandora, porque debajo de esas tierras congeladas se encuentran también enfermedades ya erradicadas, virus y bacterias dormidos durante miles de años, para los que el hombre no tiene desarrollados ni vacunas, ni anticuerpos.

Por otro lado, entre las causas posibles de este virus de origen animal que ataca al ser humano no hay que desdeñar el tráfico de fauna salvaje, la extinción de especies, la deforestación que lleva a la destrucción de sus hábitats y la eliminación de las barreras naturales entre el hombre y el reino animal.

La actividad humana desde la era industrial, sumada al sistema capitalista y extractivista ha generado daños irreparables. El hombre como “amo de la naturaleza”, dispuesto a explotarla sin límites en la búsqueda de un confort que nunca es suficiente, sin medir las consecuencias. Hasta producir esta sexta extinción de masa, el “Antropoceno” donde las actividades humanas son el origen de este caos que tiene como consecuencia: la contaminación, el agotamiento de recursos, el calentamiento global. Que a su vez está generando otras consecuencias como extinciones masivas de la biodiversidad, cambios geológicos, elevamiento del nivel del mar, sequías, desertificación, escasez de agua y de recursos, imposibilidad de generar alimentos suficientes y de calidad. La desaparición de territorios, sumado a otros territorios que ya no serán aptos para la vida humana generará migraciones climáticas. Y hoy en día los migrantes climáticos no cuentan con un régimen de protección jurídica internacional.


— ¿Qué cambios calificarías como imprescindibles?
— Es evidente la necesidad de hacer hincapié en la “adaptación” frente al cambio climático, poniendo en práctica nuevos paradigmas sociales, jurídicos y políticos.
Paradigmas Sociales, basados en valores éticos de solidaridad. Asumir un rol activo, favorecer la creación de asociaciones. Relocalizar la economía. Difundir las prácticas de la economía social y solidaria, el consumo local y responsable, pasar de ser consumidores a ser “consumactores”. Asegurar la autonomía alimentaria de proximidad a escala local.

En cuanto a los Paradigmas Políticos es necesario pasar de la democracia representativa a una democracia participativa donde los distintos actores civiles o privados (mujeres, jóvenes, científicos, agricultores, pueblos indígenas, sindicatos, asociaciones, ONG) adquieran un rol protagónico en la creación de normas y de políticas que tengan injerencia sobre la salud, el medio ambiente, la modificación del uso de tierras. Para esto es necesario sensibilizar y formar, tanto a la población como a los dirigentes en cuanto a las problemáticas ambientales. Garantizar el acceso a la información (previa, suficiente, de calidad y de fácil acceso) para poder participar en la toma de decisiones. Y finalmente garantizar el acceso a la justicia.
En cuanto al cambio en el paradigma jurídico se debería instaurar un orden jurídico mundial, coherente y obligatorio en materia de medio ambiente y lucha contra el cambio climático. Considerar a la naturaleza como “sujeto de derecho” y no como objeto, es decir como simples cosas apropiables o recursos. Priorizar el principio de prevención y de precaución para evitar daños graves o irreversibles en vez de recurrir a la justicia pretendiendo la reparación del daño ya ocasionado.

A nivel internacional es necesario reconocer el crimen de Ecocidio, entendiendo por tal la destrucción de la naturaleza en tiempos de paz. E incorporar este crimen para que pueda ser juzgado por la Corte Penal Internacional. Dotar a los convenios internacionales de lucha contra el cambio climático de un carácter obligatorio para todos los países. Reequilibrar el juego de fuerzas en las negociaciones internacionales, dar mayor poder a la ONU cuyas medidas son declarativas y voluntarias, careciendo de fuerza frente a la Organización Mundial del Comercio. Es imperativo reducir el poder de las empresas multinacionales.


— ¿Te parece que será posible llevar a cabo un cambio de esa naturaleza?
— Es evidente que el modelo global actual está en crisis, en todas partes la gente sale a la calle a manifestar. Movimientos sociales como los chalecos amarillos, movimientos por el clima, los jóvenes, los pueblos indígenas, las mujeres, los defensores de derechos humanos y defensores de la naturaleza. En todos los casos hay un problema de representatividad, de falta de legitimidad, el pueblo no se siente representado por las decisiones tomadas por los gobiernos de turno, ya sea en contra de sus derechos o en contra de la naturaleza y de las generaciones futuras.

Yo estoy convencida que se imponen tiempos de cambio, donde la sociedad civil tiene su palabra para decir y debe ser escuchada. En ese contexto es de destacar el rol de distintos movimientos ciudadanos, como así también de iniciativas de la sociedad civil que reflejan la necesidad de un cambio.

El día anterior al confinamiento se llevaron a cabo las elecciones municipales. Y hubo una dinámica muy interesante durante los meses previos a la elección, que enriqueció el diálogo entre candidatos y ciudadanos. Un grupo de 60 ONGs y actores de la sociedad civil crearon el Pacto por la Transición. Presentado en más de 2200 comunas, por grupos locales de ciudadanos sin relación con partidos políticos. Se les propuso a los candidatos a elecciones un pacto de 32 medidas, a implementar durante su mandato. Se busca de esta manera pasar a una democracia más directa y participativa, donde la sociedad civil pueda ser llamada a participar en el proceso de creación de políticas que tengan una relación con el medio ambiente, con la salud, el transporte, la agricultura no contaminante, la economía local y circular.

El Pacto Finanzas-Clima es una especie de Green Deal Europeo. Ideado por un economista y un científico del GIEC. Es otra iniciativa de la sociedad civil, que fue presentada al parlamento europeo. Propone la creación de un Banco Europeo para el Clima y la Biodiversidad que financiaría la transición energética de Europa y los países del Mediterráneo.

En este repensar otro futuro posible luego del confinamiento, 58 parlamentarios europeos han lanzado una consulta popular: #LeJourd’Après “El día después”, donde invitan a la población a expresarse con relación a la sociedad que quisieran tener luego de la crisis. Temáticas como salud, trabajo, democracia, relocalización de la economía. 40 preguntas, disponibles durante un mes. Se puede participar respondiendo al cuestionario. Participando en los talleres de formación y de discusión. Y aportando datos científicos, experiencias y otra información de utilidad.
Por el momento solo una cosa es cierta: “Mientras el humano está obligado a mirar el mundo desde sus jaulas, la primavera sigue su curso. Los árboles vuelven a lucir sus hojas, las flores alegran el paisaje, los animales recuperan o exploran nuevos espacios, la atmósfera baja drásticamente sus niveles de contaminación, las aguas se aclaran. Y el homo-sapiens, que no sabía todo lo que aún le queda por aprender, mira desde sus pantallas un mundo que estaría listo para regenerarse, si tan solo pudiéramos sacar una lección de todo esto y actuar en consecuencia…”

— Muchas gracias por la nota Verónica.
— Gracias a ustedes por el tratamiento de estos temas tan importantes para el futuro de nuestras generaciones.


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“Los Hospitales están muriendo” decían algunas pancartas

Francia viene sufriendo recortes y desinversión en salud, cierre de camas, falta de personal en áreas de urgencia, malas condiciones de laborales y de atención, amenaza de renuncia por parte de profesionales. La destrucción del sistema hospitalario de Francia ha llevado a médicos, enfermeros hasta personal administrativo y estudiantes a manifestarse en numerosa ciudades.

Es por ello que a fines del 2019 se los veía en las noticias aun a miles marchando y pidiendo al presidente Emmanuel Macron que comprenda la urgencia y salve a la salud. Una huelga que ya llevaba 9 meses antes de aparecer la pandemia pone al descubierto las falencias de un sistema que deja para último lugar la protección de la persona humana.

Algo parecido ocurrió en la Argentina del anterior gobierno, donde se degradó el Ministerio de Salud pasando a ser Secretaria. Un ejemplo claro es el del presupuesto del Instituto de Salud Carlos Malbrán que desde 2016 sufrió recortes a la mitad, quitas en los fondos destinados a enfermedades infectocontagiosas, disminución de insumos, teniendo en oportunidades que abocar a profesionales a áreas urgentes dejando otras descuidadas. Se eliminaron del presupuesto los fondos que se destinaban a realización de obras y refacción, se le bajaron los sueldo a los profesionales, no hubo incorporación de personal a su planta, se realizaban presiones por parte de las lineas políticas en caso de quejas. Un caso que quedará para la historia de la prestigiosa institución es que en el 2019 no se compraron insumos. Todo esto nos revela que el tema se resume en un eje: el problema es el sistema, no el país.


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