De qué hablamos cuando hablamos de “soberanía alimentaria”
Leonardo Giugovaz
... tenemos crisis alimentaria en el mundo, se da por primera vez la convivencia, coexistencia del hambre, el sobrepeso y la obesidad, y eso se da precisamente porque no hay una distribución equitativa de la riqueza.



“La comida es un bien y un derecho, no una mercancía”, Miryam “Kita” Kurganoff Gorbán. A unos pocos meses de haber cumplido unos jóvenes 90 años —71 como nutricionista- nos recibió, en su casa de Lomas de Zamora.


Es una incansable luchadora que se ha convertido en la principal referente nacional a la hora de ha-blar de soberanía alimentaria, con una mirada que confronta con el modo de producción capitalista de alimentos impuesto por el neoliberalismo. Doctora Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de Buenos Aires, en 2003, fundó la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria, que luego se replicó en otras 36 universidades. Desde esta plataforma, profesionales vinculados a la problemática alimentaria analizan las relaciones existentes entre las nutrición y la desigualdad social. Desde hace muchas décadas comenzó a hablar de los vínculos entre lo que ponemos en la mesa y la macroeconomía y los sistemas de producción.

Trabajó junto a Ramón Carrillo, el primer Ministro de Salud de la Argentina, quien le encargó a “Kita” montar un plan de alimentación para todos los hospitales del país. En los 70, en el Sanatorio Güemes, también llevó adelante su trabajó profesional junto a René Favaloro como Directora del Departamento de Alimentación.

Kita es una de las referentes que más ha militado la Ley de Etiquetado Frontal. Forma parte de la Federación Argentina de Graduados de Nutrición, una de las entidades que participó en la redacción del proyecto y desde que se recibió de nutricionista, a los 19 años —a los 15 ya era maestra- viene pregonando políticas públicas que provean información clara para entender qué comemos.

En esta nota nos esboza las lineas fundamentales para desarrollar una nueva visión con respecto a nuestra alimentación y la imposibilidad de escindirla de la crítica a los complejos mecanismos que el mercado y su interacción con los monopolios nacionales y extraterritoriales, para generar las posibilidades de tener una vida más sana y con menos explotación de los recursos naturales y humanos.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “soberanía alimentaria”?
— Cuando utilizamos el término “soberanía”, estamos implicando desde ya un concepto político. Y cuando hablamos de soberanía alimentaria, estamos hablando no solamente de un concepto político referido al tema alimentario, sino que, a su vez, el tema alimentario atraviesa en forma transversal, todos los ámbitos tanto los económicos como los culturales o los políticos. Entonces no es solamente el hecho físico del alimento como tal, sino de las relaciones sociales culturales, económicas que se desarrollan alrededor del alimento.

Entonces, cuando se habla de soberanía alimentaria, se habla de la autodeterminación. Un pueblo soberano es un pueblo que resuelve sus propias políticas en cualquiera de los planos que sea en forma independiente. Entonces un pueblo, un gobierno que no resuelva las políticas alimentarias o la situación alimentaria de su población, va a ser un pueblo dependiente. Todo país que necesite importar alimentos, significa una cadena de dependencia bastante compleja desde ya. Al revés, nosotros lo que hace a la producción de alimentos somos autosuficientes porque por razones climáticas o geográficas tenemos todos los climas y somos capaces de producir cualquier tipo de alimento en cualquier rincón del país. Eso nos da una suficiencia, pero no somos soberanos ¿por qué? Porque tenemos dos problemas serios que retrasan, afectan esa autonomía, uno es el acceso a la tierra, seguimos teniendo latifundios, seguimos teniendo alta concentración, en especial de la tierra en manos de unos pocos. Entonces, la falta de acceso a la tierra por los verdaderos productores de alimentos genera otro tipo de relaciones dependientes, por un lado. Y el otro problema grave que tenemos es el tema de la inflación, pero la inflación resultado de esta concentración monopólica de los bienes alimentarios que hace que en pocas manos puedan resolver el tema del precio de los alimentos en función de la especulación, en función de las mayores ganancias y no de las mayores necesidades. De esto se trata, entonces cuando hablamos de soberanía alimentaria, hablamos de esta situación autonómica, autónoma, autosuficiencia alimentaria, nosotros somos capaces de alimentarnos, pero no de alimentarnos en cualquier momento sino basados en una alimentación con base en el concepto de sana, segura y soberana.



¿Qué función podrían cumplir las cooperativas en la idea de que se pueda modificar estas relaciones?
— Sería excelente, porque el problema fundamental, como decía es que no somos soberanos porque tenemos una alta concentración monopólica en todo lo que va desde la tierra al plato servido… es la cadena de la problemática alimentaria, la comercialización, la distribución, el consumo. Entonces las cooperativas romperían con este monopolio y darían lugar a un proceso de producción y comercialización más equitativo, incluso una distribución más igualitaria, equitativa que precisamente permita evitar estos problemas de la especulación, de la concentración de la tierra y de la inflación.


Y en ese sentido, ¿cómo lo ve la experiencia de la UTT y otro tipo de organizaciones?
— Excelente. Nosotros somos socios, apoyamos incluso el proyecto del senador Francisco Durañona de la provincia de Buenos Aires en conjunto con la UTT por el acceso a la tierra, no regalada sino que se pague con producción. Es decir, el proyecto de la UTT es un proyecto que nosotros apoyamos de acceso universal a la tierra a los verdaderos productores.


Ahora yéndonos al plano internacional, un sistema de este tipo encarado desde la producción cooperativa alimentaria, ¿cree que en estos momentos podría ser un poco un freno o una especie de resistencia a la crisis que se va a nivel global?
— El problema es que nosotros tenemos crisis alimentaria en el mundo, se da por primera vez la convivencia, coexistencia del hambre, el sobrepeso y la obesidad, y eso se da precisamente porque no hay una distribución equitativa de la riqueza. No es un problema de producción, porque a veces se dice que tenemos 40% de pobreza, tenemos hambre por supuesto y entones se necesita producir mas para que haya… y no es así, hay una producción excedentaria, nosotros producimos para el mundo para doce mil millones de personas y somos siete mil. De lo que se trata es un problema de distribución, entonces hay por un lado sobreconsumo y por otro lado escasez. Y el acceso está condicionado, es decir para que se cumpla a la alimentación hay que garantizar el acceso y ese acceso es económico fundamentalmente. No es solamente un problema de disponibilidad, sino un problema de disponibilidad económica para que los salarios sean acordes con el precio de los alimentos. Generalmente, se determina en función de la canasta básica de alimentos, pero en un momento de desigualdad, en el caso de nuestro país, treinta y cinco o treinta y ocho mil pesos que es el salario básico para una canasta de setenta mil pesos, esta disparidad es la que condiciona y lleva a la pobreza y a la desigualdad.


Y en este sentido, ¿cómo ve la posición del gobierno?
— Han tomado algunas medidas tibias, pero es porque es un régimen capitalista, y el régimen capitalista es acumulación de riquezas no distribución. Entonces, mientras el régimen sea éste nosotros podemos a lo mejor suavizar algunas cuestiones, pero mientras tengamos salarios que suban las escaleras y los precios por el ascensor, esta disparidad va a dificultar el acceso a los alimentos y por ende el acceso al derecho a la a alimentación y la igualdad de condiciones.

Depende de lo que yo qué tenga que comprar, entonces si el alimento depende de la plata que tenga para comprar y si yo tengo poca plata realmente no va a haber igualdad.


En otro orden de cosas, la ley de etiquetado, ¿en qué quedó?
— La ley de etiquetado, tiene que reglamentarse, creo que se está tratando. Es positiva, pero no solamente porque tiene un sistema de alerta temprana en cuanto a los nutrientes que afectan a la salud como es el caso del exceso de sodio, de azucares, de grasa o de calorías, los que alertan los doctores sino que además en su articulado, plantea el apoyo a una alimentación adecuada y al mismo tiempo habla de los entornos saludables, que también deben tenerse en consideración. Es una ley muy completa, lógicamente que para lograr su instrumentación va a tener que luchar contra la resistencia de la industria.

 


“La comida es un bien y un derecho, no una mercancía”, Miryam “Kita” Kurganoff Gorbán. A unos pocos meses de haber cumplido unos jóvenes 90 años —71 como nutricionista- nos recibió, en su casa de Lomas de Zamora.


Es una incansable luchadora que se ha convertido en la principal referente nacional a la hora de ha-blar de soberanía alimentaria, con una mirada que confronta con el modo de producción capitalista de alimentos impuesto por el neoliberalismo. Doctora Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de Buenos Aires, en 2003, fundó la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria, que luego se replicó en otras 36 universidades. Desde esta plataforma, profesionales vinculados a la problemática alimentaria analizan las relaciones existentes entre las nutrición y la desigualdad social. Desde hace muchas décadas comenzó a hablar de los vínculos entre lo que ponemos en la mesa y la macroeconomía y los sistemas de producción.

Trabajó junto a Ramón Carrillo, el primer Ministro de Salud de la Argentina, quien le encargó a “Kita” montar un plan de alimentación para todos los hospitales del país. En los 70, en el Sanatorio Güemes, también llevó adelante su trabajó profesional junto a René Favaloro como Directora del Departamento de Alimentación.

Kita es una de las referentes que más ha militado la Ley de Etiquetado Frontal. Forma parte de la Federación Argentina de Graduados de Nutrición, una de las entidades que participó en la redacción del proyecto y desde que se recibió de nutricionista, a los 19 años —a los 15 ya era maestra- viene pregonando políticas públicas que provean información clara para entender qué comemos.

En esta nota nos esboza las lineas fundamentales para desarrollar una nueva visión con respecto a nuestra alimentación y la imposibilidad de escindirla de la crítica a los complejos mecanismos que el mercado y su interacción con los monopolios nacionales y extraterritoriales, para generar las posibilidades de tener una vida más sana y con menos explotación de los recursos naturales y humanos.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “soberanía alimentaria”?
— Cuando utilizamos el término “soberanía”, estamos implicando desde ya un concepto político. Y cuando hablamos de soberanía alimentaria, estamos hablando no solamente de un concepto político referido al tema alimentario, sino que, a su vez, el tema alimentario atraviesa en forma transversal, todos los ámbitos tanto los económicos como los culturales o los políticos. Entonces no es solamente el hecho físico del alimento como tal, sino de las relaciones sociales culturales, económicas que se desarrollan alrededor del alimento.

Entonces, cuando se habla de soberanía alimentaria, se habla de la autodeterminación. Un pueblo soberano es un pueblo que resuelve sus propias políticas en cualquiera de los planos que sea en forma independiente. Entonces un pueblo, un gobierno que no resuelva las políticas alimentarias o la situación alimentaria de su población, va a ser un pueblo dependiente. Todo país que necesite importar alimentos, significa una cadena de dependencia bastante compleja desde ya. Al revés, nosotros lo que hace a la producción de alimentos somos autosuficientes porque por razones climáticas o geográficas tenemos todos los climas y somos capaces de producir cualquier tipo de alimento en cualquier rincón del país. Eso nos da una suficiencia, pero no somos soberanos ¿por qué? Porque tenemos dos problemas serios que retrasan, afectan esa autonomía, uno es el acceso a la tierra, seguimos teniendo latifundios, seguimos teniendo alta concentración, en especial de la tierra en manos de unos pocos. Entonces, la falta de acceso a la tierra por los verdaderos productores de alimentos genera otro tipo de relaciones dependientes, por un lado. Y el otro problema grave que tenemos es el tema de la inflación, pero la inflación resultado de esta concentración monopólica de los bienes alimentarios que hace que en pocas manos puedan resolver el tema del precio de los alimentos en función de la especulación, en función de las mayores ganancias y no de las mayores necesidades. De esto se trata, entonces cuando hablamos de soberanía alimentaria, hablamos de esta situación autonómica, autónoma, autosuficiencia alimentaria, nosotros somos capaces de alimentarnos, pero no de alimentarnos en cualquier momento sino basados en una alimentación con base en el concepto de sana, segura y soberana.



¿Qué función podrían cumplir las cooperativas en la idea de que se pueda modificar estas relaciones?
— Sería excelente, porque el problema fundamental, como decía es que no somos soberanos porque tenemos una alta concentración monopólica en todo lo que va desde la tierra al plato servido… es la cadena de la problemática alimentaria, la comercialización, la distribución, el consumo. Entonces las cooperativas romperían con este monopolio y darían lugar a un proceso de producción y comercialización más equitativo, incluso una distribución más igualitaria, equitativa que precisamente permita evitar estos problemas de la especulación, de la concentración de la tierra y de la inflación.


Y en ese sentido, ¿cómo lo ve la experiencia de la UTT y otro tipo de organizaciones?
— Excelente. Nosotros somos socios, apoyamos incluso el proyecto del senador Francisco Durañona de la provincia de Buenos Aires en conjunto con la UTT por el acceso a la tierra, no regalada sino que se pague con producción. Es decir, el proyecto de la UTT es un proyecto que nosotros apoyamos de acceso universal a la tierra a los verdaderos productores.


Ahora yéndonos al plano internacional, un sistema de este tipo encarado desde la producción cooperativa alimentaria, ¿cree que en estos momentos podría ser un poco un freno o una especie de resistencia a la crisis que se va a nivel global?
— El problema es que nosotros tenemos crisis alimentaria en el mundo, se da por primera vez la convivencia, coexistencia del hambre, el sobrepeso y la obesidad, y eso se da precisamente porque no hay una distribución equitativa de la riqueza. No es un problema de producción, porque a veces se dice que tenemos 40% de pobreza, tenemos hambre por supuesto y entones se necesita producir mas para que haya… y no es así, hay una producción excedentaria, nosotros producimos para el mundo para doce mil millones de personas y somos siete mil. De lo que se trata es un problema de distribución, entonces hay por un lado sobreconsumo y por otro lado escasez. Y el acceso está condicionado, es decir para que se cumpla a la alimentación hay que garantizar el acceso y ese acceso es económico fundamentalmente. No es solamente un problema de disponibilidad, sino un problema de disponibilidad económica para que los salarios sean acordes con el precio de los alimentos. Generalmente, se determina en función de la canasta básica de alimentos, pero en un momento de desigualdad, en el caso de nuestro país, treinta y cinco o treinta y ocho mil pesos que es el salario básico para una canasta de setenta mil pesos, esta disparidad es la que condiciona y lleva a la pobreza y a la desigualdad.


Y en este sentido, ¿cómo ve la posición del gobierno?
— Han tomado algunas medidas tibias, pero es porque es un régimen capitalista, y el régimen capitalista es acumulación de riquezas no distribución. Entonces, mientras el régimen sea éste nosotros podemos a lo mejor suavizar algunas cuestiones, pero mientras tengamos salarios que suban las escaleras y los precios por el ascensor, esta disparidad va a dificultar el acceso a los alimentos y por ende el acceso al derecho a la a alimentación y la igualdad de condiciones.

Depende de lo que yo qué tenga que comprar, entonces si el alimento depende de la plata que tenga para comprar y si yo tengo poca plata realmente no va a haber igualdad.


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— La ley de etiquetado, tiene que reglamentarse, creo que se está tratando. Es positiva, pero no solamente porque tiene un sistema de alerta temprana en cuanto a los nutrientes que afectan a la salud como es el caso del exceso de sodio, de azucares, de grasa o de calorías, los que alertan los doctores sino que además en su articulado, plantea el apoyo a una alimentación adecuada y al mismo tiempo habla de los entornos saludables, que también deben tenerse en consideración. Es una ley muy completa, lógicamente que para lograr su instrumentación va a tener que luchar contra la resistencia de la industria.

 


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