Segunda ola, puja política e incertidumbre
Fernando Romero Wimer
Durante el año que termina, algunos Estados brasileños abrieron negociaciones directas para adquirir la vacuna. Carlos Massa (alias Ratinho Junior) -gobernador de Paraná- entró en tratativas de cooperación técnica con la Federación Rusa para producir en Brasil la vacuna Sputnik V



Segunda ola de Covid-19
Llegamos a diciembre de 2020, la segunda ola del nuevo Coronavirus golpea al gigante sudamericano. A nivel mundial, Brasil se ubica en segundo lugar respecto al número de fallecidos por Covid-19 (rondando los 187 mil) y está tercero en cuanto a la cantidad de casos registrados de la enfermedad (sobrepasado sólo por Estados Unidos e India).

Más de 8 (ocho) capitales estaduales ya superaron el 80% de ocupación de camas de terapia intensiva para enfermos de Covid-19 y comienzan a reiterarse los números de casos que mueren antes de acceder a estos cuidados. Hace pocos días resonó el fallecimiento de la actriz Christina Rodrigues de 47 años, con insuficiencia respiratoria y a la espera de una vacante en cuidados intensivos. En la víspera de la temporada de verano, los hospitales de Río de Janeiro, Curitiba y Florianópolis, entre otras grandes ciudades, ya se encuentran al límite y hay pacientes de Covid-19 en espera de liberación de camas para internación. Todo indica que los viajes y fiestas de fin de año agravarán el ya crítico cuadro sanitario.


Disputando con la vacuna
El gobierno de Jair Bolsonaro sólo presentó su plan nacional de vacunación luego de que João Doria -el gobernador del Estado de São Paulo y su rival político de cara a las elecciones de 2022- avanzara en el anuncio de suministrar a otros Estados la vacuna que está produciendo el prestigioso Instituto Butantan de São Paulo con la empresa china Sinovac Biotech.

El presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, advirtió que el Congreso tomaría las riendas si el Poder Ejecutivo no establecía una estrategia de inmunización. La otra presión provino del Supremo Tribunal Federal (STF) -órgano máximo del Poder Judicial-, el cual instó al gobierno a presentar su plan. Doria encontró en la actitud del gobierno una oportunidad para presentarse como alternativa a Bolsonaro. Casi la mitad de los gobernadores ya está negociando la vacuna con el gobierno paulista.

El plan nacional exhibido por el ministro Eduardo Pazuello todavía no tiene fecha definida para iniciarse. Su organización improvisada encuentra un mercado mundial de insumos médicos en riesgo de desabastecimiento -por la prioridad de los laboratorios de atender las demandas de los países ricos- y la ausencia de atención a los y las especialistas que fueran invitados a discutir la estrategia con el gobierno. A esto se agrega que el gobierno federal escogió a la vacuna de AstraZéneca y la Universidad de Oxford, la cual está retrasada en cuanto a su aprobación.

Durante el año que termina, algunos Estados brasileños abrieron negociaciones directas para adquirir la vacuna. Carlos Massa (alias Ratinho Junior) -gobernador de Paraná- entró en tratativas de cooperación técnica con la Federación Rusa para producir en Brasil la vacuna Sputnik V. Flavio Dino -gobernador de Maranhão- presentó ante el STF un pedido de liberación para la importación de vacunas, lo cual podrá ser posible en caso de incumplimiento del plan nacional de vacunación.

Para sumar inconvenientes ha crecido una corriente social antivacunas que se manifiesta en las redes sociales y se proyecta en movilizaciones callejeras. Bolsonaro apoya que las vacunas contra el Covid-19 no sean obligatorias; lo cual abrió nuevas contradicciones con el STF, que avala la exigencia de obligatoriedad por parte de gobernadores y autoridades municipales.


Economía: desempleo e inflación
El ministro Paulo Guedes decidió terminar con los auxilios de emergencia para este 31 de diciembre, ignorando que la desocupación está rondando el 13 % (unos 14,1 millones de trabajadores según el Instituto Brasileiro de Geografía e Estadística -IBGE-).

Otro problema es la inflación. Lo acumulado en 12 meses hasta el mes pasado fue de 4,31 % y la escasez de algunas materias primas va continuar elevando los precios.

Guedes sigue apostando a las privatizaciones, aun cuando la ineficacia de su gestión y la oposición del Congreso traben sus deseos.


Las elecciones municipales de noviembre: proyecciones para 2022
Como ha sostenido João Pedro Stédile -referente nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)-, la disputa electoral se concentró más en nombres de figuras que en proyectos o partidos políticos “aun cuando detrás de ellos existieran proyectos de clase e intereses partidarios”.

La primera vuelta evidenció una derrota del gobierno de Bolsonaro a manos de sus opositores de izquierda y de derecha. El 29 de noviembre, los comicios en segundo turno arrojaron una victoria de la oposición de centro-derecha, ninguno de los candidatos apoyados por Bolsonaro logró ser elegido en las grandes ciudades. La expresión mayor fue la estrepitosa derrota en Rio de Janeiro, donde el intendente Marcelo Crivella (Republicanos) -aliado del gobierno- apenas obtuvo un tercio de los votos frente a Eduardo Paes (Demócratas).

El Partido Social Demócrata Brasileiro (PSDB) retuvo su tradicional bastión en São Paulo con la reelección de Bruno Covas frente a la ascendiente figura de Guilherme Boulos -dirigente del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST)- por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Boulos recibió apoyo explícito de todo el arco político de la izquierda brasileña para la segunda vuelta: Luiz Inácio “Lula” Da Silva (Partido dos Trabalhadores -PT-), Ciro Gomes (Partido Democrático Trabalhista -PDT-), Marina Silva (Rede Sustentabilidade) y Flavio Dino (Partido Comunista do Brasil -PCdoB-).

El PSOL -en alianza con el PT- se alzó también con la alcaldía de Belém (capital del Estado de Pará, en el corazón de la región Amazónica) con el triunfo de Edmilson Rodrigues. De todos modos, en líneas generales, la disputa en segunda vuelta no favoreció a la izquierda: otra derrota importante fue la de Manuela D’Ávila (PCdoB) a manos de Sebastião Melo en Porto Alegre.

En las actuales circunstancias puede resultar excesivamente pretencioso extrapolar los resultados electorales de las municipales de noviembre al plano nacional para 2022. El escenario partidario es extremadamente disperso y atomizado en cuanto a representación, pero al menos se vislumbran 4 (cuatro) grandes bloques políticos.

Por izquierda concurren dos: un eje que orbita en torno al PT y a Lula, y otro alrededor de Ciro Gomes y el Partido Socialista Brasileiro (PSB). Sin embargo, no son claros los proyectos programáticos que pretenden liderar.

Por derecha existen dos definiciones claramente distinguibles: uno, conformado por la oposición de centro-derecha que se articula junto a João Doria (PSDB) y los potenciales candidatos presidenciales contrarios al bolsonarismo; destacándose que es principalmente este sector el que ha conseguido frenar hasta el momento los pedidos de juicio parlamentario contra Bolsonaro. El otro espacio es el que expresa el extremismo oficialista; incluidos los sectores militares descontentos con el presidente (los cuales son capitalizados políticamente por su vice, el general Hamilton Mourão).

Aquí vale subrayar dos elementos salientes. Primero, Bolsonaro -aun fuertemente desgastado- tiene un piso de apoyo relativamente alto que va entre el 20% y el 30%. Segundo, al igual que en 2018, frente a una eventual disputa con las fuerzas de izquierda es alta la probabilidad de que el electorado de derecha y los partidos políticos de ese arco favorezcan al más votado entre ellos en primer turno.


Casi un paria internacional
La elección de la fórmula del Partido Demócrata Joe Biden-Kamala Harris en los Estados Unidos generó perturbaciones en la política externa brasileña. En la campaña presidencial, Biden sostuvo la posibilidad de sancionar económicamente a Brasil si no cesaban los incendios en la región Amazónica. Bolsonaro respondió amenazante que, si la diplomacia no es suficiente, “cuando acaba la saliva, tiene que haber pólvora. No hace falta ni usar pólvora, pero tiene que saber que hay”. El presidente brasileño -ferviente admirador de Donald Trump- sólo reconoció al nuevo presidente electo de la superpotencia norteamericana una vez que fuera ratificado por el Colegio Electoral de aquel país.

Los índices de deforestación de la Amazonía han llevado a que se manifestaran diversas fuerzas contrarias al Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea (aun cuando es notablemente inconveniente para la soberanía económica de los sudamericanos); Francia y Austria ya se oponen y la ratificación puede fracasar.

El cuestionamiento a la política ambiental y la continuidad de Ricardo Salles como ministro de Medio Ambiente (aquel que llamó al gobierno a pasar por encima de las leyes de protección ambiental cuando la población estaba concentrada en los primeros efectos de la pandemia) han cobrado el precio de que Brasil haya sido excluido de la primera lista de invitados a la cumbre de Jefes de Estado sobre cambio climático que será celebrada en Glasgow (Escocia) en 2021.

Otro desacierto fueron las declaraciones sobre China del diputado Eduardo Bolsonaro -hijo del presidente-, acusando a la potencia asiática de usar la tecnología 5G para espionaje. A lo que se suma a otros comentarios realizados durante el año que termina por los ministros bolsonaristas y el propio presidente. La vacuna de origen chino también entró en los cuestionamientos del clan Bolsonaro. Las últimas expresiones motivaron una airada protesta del embajador chino en Brasil. China es el primer socio comercial de los brasileños (con superávit para la nación sudamericana) y tiene a Brasil como principal destino de sus inversiones en América Latina, además provee un tercio de los insumos de su industria farmacéutica.

En la actualidad parecen lejanos los tiempos cuando todavía el gigante de América del Sur oficiaba como líder latinoamericano y se posicionaba internacionalmente con aspiraciones de potencia emergente que hacía frente a los desafíos del desarrollo y la integración regional.

La incertidumbre social, sanitaria, económica y política domina el escenario.

 


Segunda ola de Covid-19
Llegamos a diciembre de 2020, la segunda ola del nuevo Coronavirus golpea al gigante sudamericano. A nivel mundial, Brasil se ubica en segundo lugar respecto al número de fallecidos por Covid-19 (rondando los 187 mil) y está tercero en cuanto a la cantidad de casos registrados de la enfermedad (sobrepasado sólo por Estados Unidos e India).

Más de 8 (ocho) capitales estaduales ya superaron el 80% de ocupación de camas de terapia intensiva para enfermos de Covid-19 y comienzan a reiterarse los números de casos que mueren antes de acceder a estos cuidados. Hace pocos días resonó el fallecimiento de la actriz Christina Rodrigues de 47 años, con insuficiencia respiratoria y a la espera de una vacante en cuidados intensivos. En la víspera de la temporada de verano, los hospitales de Río de Janeiro, Curitiba y Florianópolis, entre otras grandes ciudades, ya se encuentran al límite y hay pacientes de Covid-19 en espera de liberación de camas para internación. Todo indica que los viajes y fiestas de fin de año agravarán el ya crítico cuadro sanitario.


Disputando con la vacuna
El gobierno de Jair Bolsonaro sólo presentó su plan nacional de vacunación luego de que João Doria -el gobernador del Estado de São Paulo y su rival político de cara a las elecciones de 2022- avanzara en el anuncio de suministrar a otros Estados la vacuna que está produciendo el prestigioso Instituto Butantan de São Paulo con la empresa china Sinovac Biotech.

El presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, advirtió que el Congreso tomaría las riendas si el Poder Ejecutivo no establecía una estrategia de inmunización. La otra presión provino del Supremo Tribunal Federal (STF) -órgano máximo del Poder Judicial-, el cual instó al gobierno a presentar su plan. Doria encontró en la actitud del gobierno una oportunidad para presentarse como alternativa a Bolsonaro. Casi la mitad de los gobernadores ya está negociando la vacuna con el gobierno paulista.

El plan nacional exhibido por el ministro Eduardo Pazuello todavía no tiene fecha definida para iniciarse. Su organización improvisada encuentra un mercado mundial de insumos médicos en riesgo de desabastecimiento -por la prioridad de los laboratorios de atender las demandas de los países ricos- y la ausencia de atención a los y las especialistas que fueran invitados a discutir la estrategia con el gobierno. A esto se agrega que el gobierno federal escogió a la vacuna de AstraZéneca y la Universidad de Oxford, la cual está retrasada en cuanto a su aprobación.

Durante el año que termina, algunos Estados brasileños abrieron negociaciones directas para adquirir la vacuna. Carlos Massa (alias Ratinho Junior) -gobernador de Paraná- entró en tratativas de cooperación técnica con la Federación Rusa para producir en Brasil la vacuna Sputnik V. Flavio Dino -gobernador de Maranhão- presentó ante el STF un pedido de liberación para la importación de vacunas, lo cual podrá ser posible en caso de incumplimiento del plan nacional de vacunación.

Para sumar inconvenientes ha crecido una corriente social antivacunas que se manifiesta en las redes sociales y se proyecta en movilizaciones callejeras. Bolsonaro apoya que las vacunas contra el Covid-19 no sean obligatorias; lo cual abrió nuevas contradicciones con el STF, que avala la exigencia de obligatoriedad por parte de gobernadores y autoridades municipales.


Economía: desempleo e inflación
El ministro Paulo Guedes decidió terminar con los auxilios de emergencia para este 31 de diciembre, ignorando que la desocupación está rondando el 13 % (unos 14,1 millones de trabajadores según el Instituto Brasileiro de Geografía e Estadística -IBGE-).

Otro problema es la inflación. Lo acumulado en 12 meses hasta el mes pasado fue de 4,31 % y la escasez de algunas materias primas va continuar elevando los precios.

Guedes sigue apostando a las privatizaciones, aun cuando la ineficacia de su gestión y la oposición del Congreso traben sus deseos.


Las elecciones municipales de noviembre: proyecciones para 2022
Como ha sostenido João Pedro Stédile -referente nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)-, la disputa electoral se concentró más en nombres de figuras que en proyectos o partidos políticos “aun cuando detrás de ellos existieran proyectos de clase e intereses partidarios”.

La primera vuelta evidenció una derrota del gobierno de Bolsonaro a manos de sus opositores de izquierda y de derecha. El 29 de noviembre, los comicios en segundo turno arrojaron una victoria de la oposición de centro-derecha, ninguno de los candidatos apoyados por Bolsonaro logró ser elegido en las grandes ciudades. La expresión mayor fue la estrepitosa derrota en Rio de Janeiro, donde el intendente Marcelo Crivella (Republicanos) -aliado del gobierno- apenas obtuvo un tercio de los votos frente a Eduardo Paes (Demócratas).

El Partido Social Demócrata Brasileiro (PSDB) retuvo su tradicional bastión en São Paulo con la reelección de Bruno Covas frente a la ascendiente figura de Guilherme Boulos -dirigente del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST)- por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Boulos recibió apoyo explícito de todo el arco político de la izquierda brasileña para la segunda vuelta: Luiz Inácio “Lula” Da Silva (Partido dos Trabalhadores -PT-), Ciro Gomes (Partido Democrático Trabalhista -PDT-), Marina Silva (Rede Sustentabilidade) y Flavio Dino (Partido Comunista do Brasil -PCdoB-).

El PSOL -en alianza con el PT- se alzó también con la alcaldía de Belém (capital del Estado de Pará, en el corazón de la región Amazónica) con el triunfo de Edmilson Rodrigues. De todos modos, en líneas generales, la disputa en segunda vuelta no favoreció a la izquierda: otra derrota importante fue la de Manuela D’Ávila (PCdoB) a manos de Sebastião Melo en Porto Alegre.

En las actuales circunstancias puede resultar excesivamente pretencioso extrapolar los resultados electorales de las municipales de noviembre al plano nacional para 2022. El escenario partidario es extremadamente disperso y atomizado en cuanto a representación, pero al menos se vislumbran 4 (cuatro) grandes bloques políticos.

Por izquierda concurren dos: un eje que orbita en torno al PT y a Lula, y otro alrededor de Ciro Gomes y el Partido Socialista Brasileiro (PSB). Sin embargo, no son claros los proyectos programáticos que pretenden liderar.

Por derecha existen dos definiciones claramente distinguibles: uno, conformado por la oposición de centro-derecha que se articula junto a João Doria (PSDB) y los potenciales candidatos presidenciales contrarios al bolsonarismo; destacándose que es principalmente este sector el que ha conseguido frenar hasta el momento los pedidos de juicio parlamentario contra Bolsonaro. El otro espacio es el que expresa el extremismo oficialista; incluidos los sectores militares descontentos con el presidente (los cuales son capitalizados políticamente por su vice, el general Hamilton Mourão).

Aquí vale subrayar dos elementos salientes. Primero, Bolsonaro -aun fuertemente desgastado- tiene un piso de apoyo relativamente alto que va entre el 20% y el 30%. Segundo, al igual que en 2018, frente a una eventual disputa con las fuerzas de izquierda es alta la probabilidad de que el electorado de derecha y los partidos políticos de ese arco favorezcan al más votado entre ellos en primer turno.


Casi un paria internacional
La elección de la fórmula del Partido Demócrata Joe Biden-Kamala Harris en los Estados Unidos generó perturbaciones en la política externa brasileña. En la campaña presidencial, Biden sostuvo la posibilidad de sancionar económicamente a Brasil si no cesaban los incendios en la región Amazónica. Bolsonaro respondió amenazante que, si la diplomacia no es suficiente, “cuando acaba la saliva, tiene que haber pólvora. No hace falta ni usar pólvora, pero tiene que saber que hay”. El presidente brasileño -ferviente admirador de Donald Trump- sólo reconoció al nuevo presidente electo de la superpotencia norteamericana una vez que fuera ratificado por el Colegio Electoral de aquel país.

Los índices de deforestación de la Amazonía han llevado a que se manifestaran diversas fuerzas contrarias al Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea (aun cuando es notablemente inconveniente para la soberanía económica de los sudamericanos); Francia y Austria ya se oponen y la ratificación puede fracasar.

El cuestionamiento a la política ambiental y la continuidad de Ricardo Salles como ministro de Medio Ambiente (aquel que llamó al gobierno a pasar por encima de las leyes de protección ambiental cuando la población estaba concentrada en los primeros efectos de la pandemia) han cobrado el precio de que Brasil haya sido excluido de la primera lista de invitados a la cumbre de Jefes de Estado sobre cambio climático que será celebrada en Glasgow (Escocia) en 2021.

Otro desacierto fueron las declaraciones sobre China del diputado Eduardo Bolsonaro -hijo del presidente-, acusando a la potencia asiática de usar la tecnología 5G para espionaje. A lo que se suma a otros comentarios realizados durante el año que termina por los ministros bolsonaristas y el propio presidente. La vacuna de origen chino también entró en los cuestionamientos del clan Bolsonaro. Las últimas expresiones motivaron una airada protesta del embajador chino en Brasil. China es el primer socio comercial de los brasileños (con superávit para la nación sudamericana) y tiene a Brasil como principal destino de sus inversiones en América Latina, además provee un tercio de los insumos de su industria farmacéutica.

En la actualidad parecen lejanos los tiempos cuando todavía el gigante de América del Sur oficiaba como líder latinoamericano y se posicionaba internacionalmente con aspiraciones de potencia emergente que hacía frente a los desafíos del desarrollo y la integración regional.

La incertidumbre social, sanitaria, económica y política domina el escenario.

 


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