Reportaje a Gonzalo Rielo sobre su libro: Moho. Diario de cuarentena
Acercándonos Ediciones
Una experiencia pandémica inaugural de la cual desbordaba una crisis sanitaria, social, económica y cultural me parecían motivos más que contundente para dejar un registro de época.


En septiembre, la editorial abre nuevamente una edicón de poesía de un joven artista Argentino, Gonzalo Rielo y un libro con un título sugestivo "Moho. Diario de cuarentena"
En un reportaje descubrimos al autor y su mirada sobre la realidad y la obra publicada.

— Cómo empezó tu opción por el arte? Cuáles fueron tus disparadores?
Desde muy chico tuve latente una inclinación por las artes, especialmente por el dibujo y la música, era mi manera de pasar el tiempo y hacerle frente al aburrimiento. Era tímido y me costaba sociabilizar de forma verbal y la única manera con la cual me expresaba de manera segura y fluida era por medio del dibujo. Con el tiempo fue creciendo cada vez más mi interés por las artes. La adolescencia me encontró terminando la secundaria y con la clara idea de empezar con una formación académica en la escuela de bellas artes. A partir de ahí lo que empezó como una distracción se profesionalizó, pero nunca perdí el disfrute, ni el afán por expresar, plásticamente, mi opinión.


— Qué te llevó editar un libro con la temática de la cuarentena?
— Una experiencia pandémica inaugural de la cual desbordaba una crisis sanitaria, social, económica y cultural me parecían motivos más que contundente para dejar un registro de época. Un pequeño diario de cuarentena que incorporara impresiones y terminologías, que en ese momento me parecían interesantes. Palabras emergentes como: Hisopado, paciente cero, asintomático, tapabocas, infodemia…en fin, una serie de palabras que hoy son parte de un vocabulario cotidiano. Pero en ese momento sentía la necesidad de componer una obra coyuntural, a sabiendas de que lo epocal es efímero.
Este es otro motivo para justificar la degradación de las páginas rancias de nuestras vivencias, con el moho adherido a la historia y al recuerdo de una pandemia.
Pienso que el arte es intentar traducir al mundo mientras sentimos que nos habla y entiendo que dentro de la literatura, la forma más expresiva, estética y subversiva para transcribir mi visión plástica, era por medio de la poesía.


— Cómo ves el futuro del arte y la cultura después de la pandemia?
— Es evidente que esta cuestión epidemiológica modificó las distintas disciplinas artísticas, pero más que nada, afectó al modo que tenemos de dialogar y vincularnos con el arte. El impacto de la pandemia golpeó no solo al artista, sino también a las instituciones culturales. Sin embargo, más allá de las nuevas plataformas y contenidos digitales, pienso que aparecerán estrategias y programas protocolares para no alejar al ser humano de las experiencias sensoriales artísticas. La pospandemia asentó la fusión de lo real con lo digital, empujando los límites plásticos y expandiéndose por otros formatos. No digo que esto sea bueno o malo, simplemente veo la apertura de nuevos imaginarios, la contemplación de un escenario desconocido, nuevos dispositivos, nuevas problemáticas y un ecosistema virtual que excluye al que no tenga conectividad. De mi parte pienso que mientras siga existiendo esta discriminación, el compromiso del artista debe de ser, buscar una alternativa para democratizar el arte y visibilizar estas desigualdades.


En septiembre, la editorial abre nuevamente una edicón de poesía de un joven artista Argentino, Gonzalo Rielo y un libro con un título sugestivo "Moho. Diario de cuarentena"
En un reportaje descubrimos al autor y su mirada sobre la realidad y la obra publicada.

— Cómo empezó tu opción por el arte? Cuáles fueron tus disparadores?
Desde muy chico tuve latente una inclinación por las artes, especialmente por el dibujo y la música, era mi manera de pasar el tiempo y hacerle frente al aburrimiento. Era tímido y me costaba sociabilizar de forma verbal y la única manera con la cual me expresaba de manera segura y fluida era por medio del dibujo. Con el tiempo fue creciendo cada vez más mi interés por las artes. La adolescencia me encontró terminando la secundaria y con la clara idea de empezar con una formación académica en la escuela de bellas artes. A partir de ahí lo que empezó como una distracción se profesionalizó, pero nunca perdí el disfrute, ni el afán por expresar, plásticamente, mi opinión.


— Qué te llevó editar un libro con la temática de la cuarentena?
— Una experiencia pandémica inaugural de la cual desbordaba una crisis sanitaria, social, económica y cultural me parecían motivos más que contundente para dejar un registro de época. Un pequeño diario de cuarentena que incorporara impresiones y terminologías, que en ese momento me parecían interesantes. Palabras emergentes como: Hisopado, paciente cero, asintomático, tapabocas, infodemia…en fin, una serie de palabras que hoy son parte de un vocabulario cotidiano. Pero en ese momento sentía la necesidad de componer una obra coyuntural, a sabiendas de que lo epocal es efímero.
Este es otro motivo para justificar la degradación de las páginas rancias de nuestras vivencias, con el moho adherido a la historia y al recuerdo de una pandemia.
Pienso que el arte es intentar traducir al mundo mientras sentimos que nos habla y entiendo que dentro de la literatura, la forma más expresiva, estética y subversiva para transcribir mi visión plástica, era por medio de la poesía.


— Cómo ves el futuro del arte y la cultura después de la pandemia?
— Es evidente que esta cuestión epidemiológica modificó las distintas disciplinas artísticas, pero más que nada, afectó al modo que tenemos de dialogar y vincularnos con el arte. El impacto de la pandemia golpeó no solo al artista, sino también a las instituciones culturales. Sin embargo, más allá de las nuevas plataformas y contenidos digitales, pienso que aparecerán estrategias y programas protocolares para no alejar al ser humano de las experiencias sensoriales artísticas. La pospandemia asentó la fusión de lo real con lo digital, empujando los límites plásticos y expandiéndose por otros formatos. No digo que esto sea bueno o malo, simplemente veo la apertura de nuevos imaginarios, la contemplación de un escenario desconocido, nuevos dispositivos, nuevas problemáticas y un ecosistema virtual que excluye al que no tenga conectividad. De mi parte pienso que mientras siga existiendo esta discriminación, el compromiso del artista debe de ser, buscar una alternativa para democratizar el arte y visibilizar estas desigualdades.



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