Reforma constitucional en Rusia: en busca de la soberanía
Guido Fernández Parmo
El pasado enero, el presidente Vladimir Putin sorprendió a todos cuando su gabinete entero renunció y, seguidamente, anunció el proyecto para reformar la Constitución.


El pasado enero, el presidente Vladimir Putin sorprendió a todos cuando su gabinete entero renunció y, seguidamente, anunció el proyecto para reformar la Constitución. El mes siguiente, el gobierno anunció que la fecha para realizar el plebiscito para votar las reformas iba a ser el 22 de abril, en el 150º aniversario del nacimiento de Vladimir Ilych Lenin. Hasta ese momento, el proyecto no incluía la posibilidad de una reelección de Putin, pero en la sesión de la Duma del 10 de marzo, Valentina Tereshkova, miembro del partido Rusia Unida, portadora de la medalla de “Héroe de la Unión Soviética” y primera mujer en haber estado en el espacio, todo un símbolo del pasado soviético, propuso un cambio en el proyecto para que Putin se pudiera presentar una vez más. Finalmente, el 16 de marzo, la Corte Constitucional aprobó el proyecto.

Y entonces llegó el virus. El 25 de marzo, el gobierno anunció que las fechas del plebiscito y del Día de la Victoria, que recuerda la grandeza del ejército soviético al defender a Europa de la locura nazi, debían reprogramarse.

El primer trimestre de 2020, la economía rusa había crecido un 1,6% respecto al período del año anterior, pero el covid-19, como en todo el mundo, ha cambiado esa tendencia inevitablemente como tantas otras cosas. El Banco Central de Rusia estima que la caída del PBI será entre un 4% y 6%, y, según declaraciones del Presidente, el comercio al por menor se redujo en un 35% en el mes de abril.
Rusia tiene alrededor de 460.000 infectados, siendo así el tercer país con más infectados, pero con alrededor de 8.000 muertes, lo que representa un índice de 40 muertes por cada millón de habitantes, un número muy bajo en relación con los índices de España (596), Gran Bretaña (580) o Estados Unidos (339).

En declaraciones recientes, Vladimir Putin dijo que la vida en Rusia está volviendo a cierta normalidad, siendo Moscú, el principal foco de infección del país. El gobierno tiene 30 días para definir una estrategia que permita llevar adelante las elecciones respetando las precauciones tomadas por la pandemia: la nueva fecha para votar las enmiendas es el 1º de julio, apenas una semana después del desfile del Día de la Victoria.

Las enmiendas
Las enmiendas se inscriben, al menos, en dos horizontes: el tiempo y el poder. Por un lado, de ser aprobadas, el período máximo que un presidente podrá quedarse en el gobierno será de 12 años (dos períodos de 6 años), lo que representa, por otro lado, un período de un ejercicio de poder que suele estar fuertemente controlado por el partido mayoritario (que en este caso es Rusia Unida). En cierto sentido, si tenemos en cuenta que Rusia Unida es el partido gobernante desde el año 2000, las enmiendas representan, a futuro, una limitación a un sistema que claramente no tiene otro candidato del peso de Putin.

Entre otras, las enmiendas son:
-Prohibir que el Presidente y el resto de los funcionarios del Estado (diputados, senadores, fiscales) tengan cuentas en el extranjero, propiedades o ciudadanías de otros países.
-La condición de una residencia en el país de, al menos, 25 años como requisito para ser candidato a Presidente.
-Permitir que el presidente pida al Consejo Federal (Cámara Alta) que remueva a jueces (hasta el momento el Presidente puede nombrarlos pero no removerlos).
-La Corte Constitucional podrá dar o no apoyo a las decisiones de Tribunales Internacionales, limitando la influencia del Derecho Internacional sobre el Nacional.
-El salario mínimo no puede ser menor que el costo de vida.
-La prohibición de ceder territorio ruso a cualquier Estado extranjero (eso incluye Crimea).
-La Duma Estatal aprobará el candidato a Primer Ministro propuesto por el Presidente (ahora lo nombra y necesita del acuerdo de la Duma Estatal).
-Definir a Rusia como heredera de la Unión Soviética
-Mencionar a “Dios” y afirmar el matrimonio como institución heterosexual.


Occidente no deja de mirar con sus propios ojos a Rusia, con sus propios valores universalizantes, y en seguida siente resquemor por nueva reelección, latiguillo de la prensa liberal, o la mención a “Dios” en la Constitución, a pesar de que el artículo 14 de la Constitución sostiene que Rusia es un “país laico” y existe libertad de credo, o por la afirmación del matrimonio como institución heterosexual, tendencia contraria a la de algunos países europeos y americanos (en EEUU, por ejemplo, solo la mitad de los Estados lo permite). En todo caso, esas son algunas de las contradicciones que Rusia, como todos los países, tiene, a las que habría que sumar el compromiso con mejorar la calidad de vida de la gente dentro del capitalismo.
A nuestro entender, más allá de lo que opinemos puntualmente sobre cada una de estas reformas, es preciso poner el acento en el espíritu general de las mismas que es la búsqueda de la soberanía. Nos guste o no, las reformas persiguen una mayor capacidad de autodeterminación del país, la búsqueda de una mayor libertad para que el pueblo ruso defina cómo quiere vivir económica, política y culturalmente. De hecho, cuando Putin explica por qué no se podrá tener cuentas en el extranjero siendo funcionario del Estado, el argumento invoca los posibles condicionamientos que pueda tener a la hora de tomar decisiones que afecten los intereses del pueblo ruso. Incluso la negativa a legalizar el matrimonio igualitario tiene un trasfondo geopolítico que es preciso comprender, sobre todo luego del cisma con el Patriarca de Constantinopla y el conflicto en Ucrania: en pocas palabras, Rusia necesita de la Iglesia Ortodoxa para mantener bajo su órbita a Kiev, lugar de su nacimiento.
Desde el punto de vista de las mayorías, las encuestas prevén, por otro lado, que el 1º de julio se aprobará el proyecto con un apoyo entre el 60% y el 70% de la población. Más allá de “Putin o no Putin”, que es donde la oposición y Occidente ponen el acento, las reformas buscan ajustar la dirección que tomó la reconstrucción del país luego de la catástrofe de la era Yeltsin persiguiendo una meta de “larga duración”.

Recientemente, Viacheslav Volodin, presidente de la Duma Estatal, declaró que, desde el extranjero, sólo se ve a Rusia como un problema de Putin, cuando en realidad las enmiendas están al servicio del pueblo ruso, es decir, de la soberanía, independientemente de cómo Occidente las juzgue. En la misma línea, agregó que Valentina Tereshkova, es “una persona que dedicó toda su vida al país”, defendiéndola de una campaña mediática iniciada en su contra luego de proponer la posibilidad de la reelección de Putin.

Curiosamente, Occidente se ha quedado sin historia hace mucho cuando la política pasó a ser simplemente el intercambio de sus gobernantes, se ha quedado, en definitiva, sin Política, y con esto decimos que el pueblo se ha quedado fuera de los diseños históricos de sus Estados. Desde el principio, Putin ha tenido una concepción de la política de “larga duración”, que no se reducía a la intercambiabilidad de nombres, y pretendía la construcción de una Rusia futura que empezaba, no con su Presidencia en el año 2000, sino con la Unión Soviética. Así lo indican la importancia del natalicio de Lenin, el Desfile del Día de la Victoria y la intervención de Valentina Tereshkova en el proyecto de enmiendas de la Constitución.





El pasado enero, el presidente Vladimir Putin sorprendió a todos cuando su gabinete entero renunció y, seguidamente, anunció el proyecto para reformar la Constitución. El mes siguiente, el gobierno anunció que la fecha para realizar el plebiscito para votar las reformas iba a ser el 22 de abril, en el 150º aniversario del nacimiento de Vladimir Ilych Lenin. Hasta ese momento, el proyecto no incluía la posibilidad de una reelección de Putin, pero en la sesión de la Duma del 10 de marzo, Valentina Tereshkova, miembro del partido Rusia Unida, portadora de la medalla de “Héroe de la Unión Soviética” y primera mujer en haber estado en el espacio, todo un símbolo del pasado soviético, propuso un cambio en el proyecto para que Putin se pudiera presentar una vez más. Finalmente, el 16 de marzo, la Corte Constitucional aprobó el proyecto.

Y entonces llegó el virus. El 25 de marzo, el gobierno anunció que las fechas del plebiscito y del Día de la Victoria, que recuerda la grandeza del ejército soviético al defender a Europa de la locura nazi, debían reprogramarse.

El primer trimestre de 2020, la economía rusa había crecido un 1,6% respecto al período del año anterior, pero el covid-19, como en todo el mundo, ha cambiado esa tendencia inevitablemente como tantas otras cosas. El Banco Central de Rusia estima que la caída del PBI será entre un 4% y 6%, y, según declaraciones del Presidente, el comercio al por menor se redujo en un 35% en el mes de abril.
Rusia tiene alrededor de 460.000 infectados, siendo así el tercer país con más infectados, pero con alrededor de 8.000 muertes, lo que representa un índice de 40 muertes por cada millón de habitantes, un número muy bajo en relación con los índices de España (596), Gran Bretaña (580) o Estados Unidos (339).

En declaraciones recientes, Vladimir Putin dijo que la vida en Rusia está volviendo a cierta normalidad, siendo Moscú, el principal foco de infección del país. El gobierno tiene 30 días para definir una estrategia que permita llevar adelante las elecciones respetando las precauciones tomadas por la pandemia: la nueva fecha para votar las enmiendas es el 1º de julio, apenas una semana después del desfile del Día de la Victoria.

Las enmiendas
Las enmiendas se inscriben, al menos, en dos horizontes: el tiempo y el poder. Por un lado, de ser aprobadas, el período máximo que un presidente podrá quedarse en el gobierno será de 12 años (dos períodos de 6 años), lo que representa, por otro lado, un período de un ejercicio de poder que suele estar fuertemente controlado por el partido mayoritario (que en este caso es Rusia Unida). En cierto sentido, si tenemos en cuenta que Rusia Unida es el partido gobernante desde el año 2000, las enmiendas representan, a futuro, una limitación a un sistema que claramente no tiene otro candidato del peso de Putin.

Entre otras, las enmiendas son:
-Prohibir que el Presidente y el resto de los funcionarios del Estado (diputados, senadores, fiscales) tengan cuentas en el extranjero, propiedades o ciudadanías de otros países.
-La condición de una residencia en el país de, al menos, 25 años como requisito para ser candidato a Presidente.
-Permitir que el presidente pida al Consejo Federal (Cámara Alta) que remueva a jueces (hasta el momento el Presidente puede nombrarlos pero no removerlos).
-La Corte Constitucional podrá dar o no apoyo a las decisiones de Tribunales Internacionales, limitando la influencia del Derecho Internacional sobre el Nacional.
-El salario mínimo no puede ser menor que el costo de vida.
-La prohibición de ceder territorio ruso a cualquier Estado extranjero (eso incluye Crimea).
-La Duma Estatal aprobará el candidato a Primer Ministro propuesto por el Presidente (ahora lo nombra y necesita del acuerdo de la Duma Estatal).
-Definir a Rusia como heredera de la Unión Soviética
-Mencionar a “Dios” y afirmar el matrimonio como institución heterosexual.


Occidente no deja de mirar con sus propios ojos a Rusia, con sus propios valores universalizantes, y en seguida siente resquemor por nueva reelección, latiguillo de la prensa liberal, o la mención a “Dios” en la Constitución, a pesar de que el artículo 14 de la Constitución sostiene que Rusia es un “país laico” y existe libertad de credo, o por la afirmación del matrimonio como institución heterosexual, tendencia contraria a la de algunos países europeos y americanos (en EEUU, por ejemplo, solo la mitad de los Estados lo permite). En todo caso, esas son algunas de las contradicciones que Rusia, como todos los países, tiene, a las que habría que sumar el compromiso con mejorar la calidad de vida de la gente dentro del capitalismo.
A nuestro entender, más allá de lo que opinemos puntualmente sobre cada una de estas reformas, es preciso poner el acento en el espíritu general de las mismas que es la búsqueda de la soberanía. Nos guste o no, las reformas persiguen una mayor capacidad de autodeterminación del país, la búsqueda de una mayor libertad para que el pueblo ruso defina cómo quiere vivir económica, política y culturalmente. De hecho, cuando Putin explica por qué no se podrá tener cuentas en el extranjero siendo funcionario del Estado, el argumento invoca los posibles condicionamientos que pueda tener a la hora de tomar decisiones que afecten los intereses del pueblo ruso. Incluso la negativa a legalizar el matrimonio igualitario tiene un trasfondo geopolítico que es preciso comprender, sobre todo luego del cisma con el Patriarca de Constantinopla y el conflicto en Ucrania: en pocas palabras, Rusia necesita de la Iglesia Ortodoxa para mantener bajo su órbita a Kiev, lugar de su nacimiento.
Desde el punto de vista de las mayorías, las encuestas prevén, por otro lado, que el 1º de julio se aprobará el proyecto con un apoyo entre el 60% y el 70% de la población. Más allá de “Putin o no Putin”, que es donde la oposición y Occidente ponen el acento, las reformas buscan ajustar la dirección que tomó la reconstrucción del país luego de la catástrofe de la era Yeltsin persiguiendo una meta de “larga duración”.

Recientemente, Viacheslav Volodin, presidente de la Duma Estatal, declaró que, desde el extranjero, sólo se ve a Rusia como un problema de Putin, cuando en realidad las enmiendas están al servicio del pueblo ruso, es decir, de la soberanía, independientemente de cómo Occidente las juzgue. En la misma línea, agregó que Valentina Tereshkova, es “una persona que dedicó toda su vida al país”, defendiéndola de una campaña mediática iniciada en su contra luego de proponer la posibilidad de la reelección de Putin.

Curiosamente, Occidente se ha quedado sin historia hace mucho cuando la política pasó a ser simplemente el intercambio de sus gobernantes, se ha quedado, en definitiva, sin Política, y con esto decimos que el pueblo se ha quedado fuera de los diseños históricos de sus Estados. Desde el principio, Putin ha tenido una concepción de la política de “larga duración”, que no se reducía a la intercambiabilidad de nombres, y pretendía la construcción de una Rusia futura que empezaba, no con su Presidencia en el año 2000, sino con la Unión Soviética. Así lo indican la importancia del natalicio de Lenin, el Desfile del Día de la Victoria y la intervención de Valentina Tereshkova en el proyecto de enmiendas de la Constitución.






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