Qué pasa en Venezuela
María Fernanda Barreto
Contra informase es un deber individual y colectivo, que conociendo esta realidad mundial que aquí hemos descrito brevemente, cualquier persona y más aún organización o grupo, debería asumir antes de formarse una opinión, en este caso en particular, sobre Venezuela.






Constantemente se demanda de quienes vivimos en Venezuela que informemos sobre lo que ocurre en el país, o realicemos análisis sobre la situación política que ayuden a comprender la complejidad de todo lo que aquí sucede.

Este requerimiento se hace común dado que la guerra híbrida desatada contra Venezuela desde Washington a partir del 2002, implica una guerra mediática que cuenta con las grandes corporaciones de medios y tecnologías de la información del mundo occidental, que cada vez están más monopolizadas por los grandes capitales. Prueba de esta cartelización es que hace pocos días, el multimillonario estadounidense Elon Musk, quien este año alcanzó el primer lugar en la lista Forbes de los más ricos del mundo, adquirió casi el 10% de las acciones de Twitter, convirtiéndose así en el más grande accionista individual de la compañía.

Esta guerra mediática incluye un gran cerco informativo construido en torno al país y una generación permanente de informaciones falsas y matrices de opinión tendenciosas básicamente producidas desde Miami, Madrid y Bogotá, que el resto de la prensa hegemónica reproduce por el mundo.

En ese esfuerzo cotidiano para enfrentar la guerra mediática contra Venezuela se nos van horas de trabajo, tratando de irrumpir en redes sociales y medios diversos para difundir informaciones y análisis que se correspondan con la realidad, rompiendo los filtros tendenciosos que imponen las corporaciones mediáticas.

Sin embargo, no deja de ser sorprendente y a menudo decepcionante, cuando se comprueba el éxito de esa acción mediática de las corporaciones en la opinión pública mundial y principalmente en la latinoamericana. Más aún, cuando aparecen discursos de izquierda, que hacen su trinchera para lanzar piedras a Venezuela y a quienes desde aquí resistimos duras batallas contra el imperialismo, desconociendo el valor de la lucha que desde este territorio estamos dando y los sacrificios cotidianos que eso implica, incluso, las muchas vidas que se han perdido.

Hugo Chávez, que comprendió muy bien la multidimensionalidad de la guerra contra la Revolución Bolivariana, instruyó la tarea formar una “guerrilla comunicacional” desde los barrios, campos, comunas, y hasta el partido y las instituciones de gobierno, que se ha mantenido estos años con grandes esfuerzos.

Pero todo trabajo es poco, en un mundo donde el poder de las corporaciones mediáticas al servicio de occidente es tan grande, que tiene la capacidad de instalar fobias contra gigantes como Rusia y China en la opinión pública mundial. Obviamente le es mucho más sencillo, impedir el flujo de información desde Venezuela, imponer análisis pseudointelectuales (incluso algunos con discursos de izquierda) sobre lo que aquí acontece y generar noticias falsas o “fake news”.

Pero en estas líneas solo hemos evidenciado el hilo negro. Hoy mucha gente está consciente del poder de estas corporaciones mediáticas y su manipulación permanente de la opinión pública hasta instalarse en el llamado “sentido común”. Precisamente por ello, se hace más difícil comprender por qué se asimila acríticamente la visión que éstas imponen sobre la Revolución Bolivariana.

Contra informase es un deber individual y colectivo, que conociendo esta realidad mundial que aquí hemos descrito brevemente, cualquier persona y más aún organización o grupo, debería asumir antes de formarse una opinión, en este caso en particular, sobre Venezuela.

Sin importar cuál sea el producto del criterio formado luego de tener acceso a la contra información, seguramente se acercará un poco más a la realidad concreta del país y la Revolución Bolivariana.

Debería bastar decir, que cuando el juicio emitido coincide con lo que dicen los grandes medios, cabe preguntarse si realmente hay ni criterio propio y bien informado. Un ejercicio intelectual serio no se construye a partir de una sola fuente, ni se permite simplificar la realidad. Ojalá, tampoco fragmentarla. Mientras impere la pereza para buscar informarse más allá del cerco mediático y cuestionar las matrices de opinión sobre lo que aquí realmente acontece, nos tocará seguir en esta titánica tarea mientras la agresión persista.


Constantemente se demanda de quienes vivimos en Venezuela que informemos sobre lo que ocurre en el país, o realicemos análisis sobre la situación política que ayuden a comprender la complejidad de todo lo que aquí sucede.

Este requerimiento se hace común dado que la guerra híbrida desatada contra Venezuela desde Washington a partir del 2002, implica una guerra mediática que cuenta con las grandes corporaciones de medios y tecnologías de la información del mundo occidental, que cada vez están más monopolizadas por los grandes capitales. Prueba de esta cartelización es que hace pocos días, el multimillonario estadounidense Elon Musk, quien este año alcanzó el primer lugar en la lista Forbes de los más ricos del mundo, adquirió casi el 10% de las acciones de Twitter, convirtiéndose así en el más grande accionista individual de la compañía.

Esta guerra mediática incluye un gran cerco informativo construido en torno al país y una generación permanente de informaciones falsas y matrices de opinión tendenciosas básicamente producidas desde Miami, Madrid y Bogotá, que el resto de la prensa hegemónica reproduce por el mundo.

En ese esfuerzo cotidiano para enfrentar la guerra mediática contra Venezuela se nos van horas de trabajo, tratando de irrumpir en redes sociales y medios diversos para difundir informaciones y análisis que se correspondan con la realidad, rompiendo los filtros tendenciosos que imponen las corporaciones mediáticas.

Sin embargo, no deja de ser sorprendente y a menudo decepcionante, cuando se comprueba el éxito de esa acción mediática de las corporaciones en la opinión pública mundial y principalmente en la latinoamericana. Más aún, cuando aparecen discursos de izquierda, que hacen su trinchera para lanzar piedras a Venezuela y a quienes desde aquí resistimos duras batallas contra el imperialismo, desconociendo el valor de la lucha que desde este territorio estamos dando y los sacrificios cotidianos que eso implica, incluso, las muchas vidas que se han perdido.

Hugo Chávez, que comprendió muy bien la multidimensionalidad de la guerra contra la Revolución Bolivariana, instruyó la tarea formar una “guerrilla comunicacional” desde los barrios, campos, comunas, y hasta el partido y las instituciones de gobierno, que se ha mantenido estos años con grandes esfuerzos.

Pero todo trabajo es poco, en un mundo donde el poder de las corporaciones mediáticas al servicio de occidente es tan grande, que tiene la capacidad de instalar fobias contra gigantes como Rusia y China en la opinión pública mundial. Obviamente le es mucho más sencillo, impedir el flujo de información desde Venezuela, imponer análisis pseudointelectuales (incluso algunos con discursos de izquierda) sobre lo que aquí acontece y generar noticias falsas o “fake news”.

Pero en estas líneas solo hemos evidenciado el hilo negro. Hoy mucha gente está consciente del poder de estas corporaciones mediáticas y su manipulación permanente de la opinión pública hasta instalarse en el llamado “sentido común”. Precisamente por ello, se hace más difícil comprender por qué se asimila acríticamente la visión que éstas imponen sobre la Revolución Bolivariana.

Contra informase es un deber individual y colectivo, que conociendo esta realidad mundial que aquí hemos descrito brevemente, cualquier persona y más aún organización o grupo, debería asumir antes de formarse una opinión, en este caso en particular, sobre Venezuela.

Sin importar cuál sea el producto del criterio formado luego de tener acceso a la contra información, seguramente se acercará un poco más a la realidad concreta del país y la Revolución Bolivariana.

Debería bastar decir, que cuando el juicio emitido coincide con lo que dicen los grandes medios, cabe preguntarse si realmente hay ni criterio propio y bien informado. Un ejercicio intelectual serio no se construye a partir de una sola fuente, ni se permite simplificar la realidad. Ojalá, tampoco fragmentarla. Mientras impere la pereza para buscar informarse más allá del cerco mediático y cuestionar las matrices de opinión sobre lo que aquí realmente acontece, nos tocará seguir en esta titánica tarea mientras la agresión persista.


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