NIDO, el documental sobre la resistencia isleña
Mónica Carinchi
A través de un personaje ficcional -un fotógrafo que quiere retratar isleños- la cámara va descubriendo historias surcadas por agua, por barro, por una sinfonía vegetal y por un desastre ambiental.



Un megaproyecto urbanístico se pretende desarrollar entre los arroyos Anguilas y La Paloma, 1° sección del delta bonaerense. La modificación de las islas y de los cursos de agua y el desalojo violento de las familias isleñas despierta la resistencia entre los junqueros que allí vivían y trabajaban desde hacía décadas. Esta historia es presentada por Miguel Baratta en su documental NIDO, donde los pobladores definen su triunfo: “Todos decían que Colony era el progreso y nadie lo iba a frenar y, sin embargo, no era el progreso y nosotros lo frenamos”.

Con el objetivo de dar voz a los que siempre vivieron silenciados, Miguel Baratta llegó con su equipo de filmación a las islas del delta tigrense, provincia de Buenos Aires, específicamente a los arroyos Anguilas y La Paloma, donde se pretendió hacer un megaemprendimiento inmobiliario que tenía un nombre tan foráneo como sus pergeñadores: Colony Park.

A través de un personaje ficcional -un fotógrafo que quiere retratar isleños- la cámara va descubriendo historias surcadas por agua, por barro, por una sinfonía vegetal y por un desastre ambiental.

Con la misma cadencia de los arroyos, el fotógrafo presenta a los pobladores que frenaron la faraónica urbanización cerrada, publicitada como “un ambiente natural mejorado sobre una base de desarrollo sostenible y un uso racional compatible con principios y tratados ambientales locales e internacionales”. Todo este blablá llegó respaldado por millones de dólares y muchos señores de saco y corbata que ordenaron deforestar, cambiar cursos de agua, rellenar islas, excavar lagunas. El caos sobre la naturaleza incluyó a los isleños que allí vivían: “Vinieron y voltearon el rancho con una máquina y para mí es mi casa, pero para ellos es un cacho de tabla que no sirve para nada. Yo nací y me crie acá y quiero morir acá”, dice Miguel ante los espectadores y se limpia los ojos porque no puede retener el llanto.

Mientras el fotógrafo se detiene en las personas, en los objetos, en la flora; la cámara del documentalista se abre paso entre “el lugar inhóspito, desconocido, que no se sabe muy bien dónde está” y está tan cerca de la Capital Federal -sólo 30 kilómetros- y tan lejos que el conflicto que generó movilizaciones en el centro de Tigre, audiencias públicas y dires y diretes de funcionarios municipales era totalmente ignorado por el equipo de filmación.

Los inicios del conflicto fueron por el 2008, los detalles son expuestos por uno de los isleños que, además, interpela a los espectadores: “¿Quién puede decir que es dueño del agua? ¿Quién puede decir que es dueño de una isla que nació hace unos años? En esta zona donde la tierra nace nueva, el absurdo de la propiedad privada queda claro”.

En el rodaje de este último documental, cruce entre lo estético y lo político, Miguel Baratta puso especial atención en la flora y la fauna, por esto se animó a declarar que “seguramente, la próxima película tenga que ver con eso”.

Después de estrenarse en el Gaumont a mediados de febrero, NIDO comenzó a recorrer el camino de los festivales: participará en el Santander Festival Internacional de Cine Independiente (SANFICI), en Colombia; también en el Festival de Cine de Pehuajó y será la película de apertura del 4to. Festival de Cine Amazonía del Plata, a realizarse en Tigre y Quilmes, entre el 31 de marzo y el 3 de abril. Próximamente se subirá a la plataforma Cine.ar y todas las organizaciones interesadas en proyectar el documental, en cualquier lugar del país, pueden contactarse con el director a través del Instagram @nido_documental.

...Mientras el fotógrafo se detiene en las personas, en los objetos, en la flora; la cámara del documentalista se abre paso entre “el lugar inhóspi­to, desconocido, que no se sabe muy bien dónde está” y está tan cerca de la Capital Federal -sólo 30 kilóme­tros- y tan lejos que el conflicto que generó movilizaciones en el centro de Tigre...

Los pueblos que se enfrentan a los depredadores de la naturaleza cada vez son más y ahora también cuentan con Miguel Baratta que aseguró que “los desastres del extractivismo no pueden seguir ocurriendo, hay un momento en que hay que decir basta”. Para eso filmó NIDO.


Un megaproyecto urbanístico se pretende desarrollar entre los arroyos Anguilas y La Paloma, 1° sección del delta bonaerense. La modificación de las islas y de los cursos de agua y el desalojo violento de las familias isleñas despierta la resistencia entre los junqueros que allí vivían y trabajaban desde hacía décadas. Esta historia es presentada por Miguel Baratta en su documental NIDO, donde los pobladores definen su triunfo: “Todos decían que Colony era el progreso y nadie lo iba a frenar y, sin embargo, no era el progreso y nosotros lo frenamos”.

Con el objetivo de dar voz a los que siempre vivieron silenciados, Miguel Baratta llegó con su equipo de filmación a las islas del delta tigrense, provincia de Buenos Aires, específicamente a los arroyos Anguilas y La Paloma, donde se pretendió hacer un megaemprendimiento inmobiliario que tenía un nombre tan foráneo como sus pergeñadores: Colony Park.

A través de un personaje ficcional -un fotógrafo que quiere retratar isleños- la cámara va descubriendo historias surcadas por agua, por barro, por una sinfonía vegetal y por un desastre ambiental.

Con la misma cadencia de los arroyos, el fotógrafo presenta a los pobladores que frenaron la faraónica urbanización cerrada, publicitada como “un ambiente natural mejorado sobre una base de desarrollo sostenible y un uso racional compatible con principios y tratados ambientales locales e internacionales”. Todo este blablá llegó respaldado por millones de dólares y muchos señores de saco y corbata que ordenaron deforestar, cambiar cursos de agua, rellenar islas, excavar lagunas. El caos sobre la naturaleza incluyó a los isleños que allí vivían: “Vinieron y voltearon el rancho con una máquina y para mí es mi casa, pero para ellos es un cacho de tabla que no sirve para nada. Yo nací y me crie acá y quiero morir acá”, dice Miguel ante los espectadores y se limpia los ojos porque no puede retener el llanto.

Mientras el fotógrafo se detiene en las personas, en los objetos, en la flora; la cámara del documentalista se abre paso entre “el lugar inhóspito, desconocido, que no se sabe muy bien dónde está” y está tan cerca de la Capital Federal -sólo 30 kilómetros- y tan lejos que el conflicto que generó movilizaciones en el centro de Tigre, audiencias públicas y dires y diretes de funcionarios municipales era totalmente ignorado por el equipo de filmación.

Los inicios del conflicto fueron por el 2008, los detalles son expuestos por uno de los isleños que, además, interpela a los espectadores: “¿Quién puede decir que es dueño del agua? ¿Quién puede decir que es dueño de una isla que nació hace unos años? En esta zona donde la tierra nace nueva, el absurdo de la propiedad privada queda claro”.

En el rodaje de este último documental, cruce entre lo estético y lo político, Miguel Baratta puso especial atención en la flora y la fauna, por esto se animó a declarar que “seguramente, la próxima película tenga que ver con eso”.

Después de estrenarse en el Gaumont a mediados de febrero, NIDO comenzó a recorrer el camino de los festivales: participará en el Santander Festival Internacional de Cine Independiente (SANFICI), en Colombia; también en el Festival de Cine de Pehuajó y será la película de apertura del 4to. Festival de Cine Amazonía del Plata, a realizarse en Tigre y Quilmes, entre el 31 de marzo y el 3 de abril. Próximamente se subirá a la plataforma Cine.ar y todas las organizaciones interesadas en proyectar el documental, en cualquier lugar del país, pueden contactarse con el director a través del Instagram @nido_documental.

...Mientras el fotógrafo se detiene en las personas, en los objetos, en la flora; la cámara del documentalista se abre paso entre “el lugar inhóspi­to, desconocido, que no se sabe muy bien dónde está” y está tan cerca de la Capital Federal -sólo 30 kilóme­tros- y tan lejos que el conflicto que generó movilizaciones en el centro de Tigre...

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