La letalidad de la violencia machista
Esther Pineda G
Los femicidios también son cometidos por hombres miembros del grupo familiar como padres, padrastros, tíos, hermanos, abuelos y primos en el contexto de los denominados crímenes de honor; los cuales suelen ser cometidos como un acto de afirmación de la autoridad masculina cuando las niñas y mujeres han desafiado o trasgredido la tradición familiar o cultural, cuando se niegan a que les sea impuesta la voluntad de los hombres de la familia, o cuando no responden a las expectativas y exigencias de feminidad.


Aproximaciones a la letalidad de la violencia machista


El término femicidio fue introducido por la feminista sudafricana Diana Russell en el año 1976 y progresivamente enriquecido durante la década de los 90 para explicar “el asesinato de mujeres por hombres porque son mujeres”. De acuerdo a ello, el femicidio se entiende como la figura lingüística y jurídica que permite definir y categorizar el asesinato de mujeres en el contexto de relaciones de poder, dependencia y desigualdad; crímenes que siempre son cometidos por hombres, los cuales se arrogan derechos sobre el cuerpo de las mujeres o que creen que ellas son de su propiedad.

Una de las principales formas en las que se manifiesta este tipo de crímenes es a través del femicidio íntimo, el cual supone el asesinato de mujeres perpetrado por parejas, ex parejas o cualquier otro hombre con quien la victima mantenía o mantuvo en algún momento de su vida una relación de carácter sexo-afectiva. Estos hombres generalmente asesinan a las mujeres cuando ellas dan muestras de independencia, autonomía y empoderamiento, comienzan a cuestionar y desafiar el mandato masculino, retoman estudios y trabajo, frecuentan amigas o familiares, toman conciencia de las formas de violencia que viven dentro del hogar, planean separarse, han expresado su deseo de terminar la relación o se niegan a reanudar el vínculo afectivo y sexual que previamente habían terminado.

Los femicidios también son cometidos por hombres miembros del grupo familiar como padres, padrastros, tíos, hermanos, abuelos y primos en el contexto de los denominados crímenes de honor; los cuales suelen ser cometidos como un acto de afirmación de la autoridad masculina cuando las niñas y mujeres han desafiado o trasgredido la tradición familiar o cultural, cuando se niegan a que les sea impuesta la voluntad de los hombres de la familia, o cuando no responden a las expectativas y exigencias de feminidad. Pero estos asesinatos también son perpetrados por los hombres del familiar durante la comisión u ocultamientos de la violencia incestuosa, modalidad bajo la cual se suelen cometer la mayor cantidad de femicidios de niñas y adolescentes por su condición de vulnerabilidad, proximidad y dependencia con respecto a sus agresores.

Los femicidios también son cometidos contra niñas y mujeres en el contexto de la violencia sexual, ya sea por parte de hombres conocidos en posición de autoridad como médicos, maestros, entrenadores, jefes, o perpetrados por hombres cercanos a la víctima por su proximidad en entornos familiares, comunitarios, académicos o laborales; por ejemplo, hombres amigos de la familia que frecuentan el hogar, vecinos, comerciantes cercanos a la comunidad, compañeros de estudio o de trabajo, amigos o conocidos en general. Pero estos femicidios de carácter sexual también son perpetrados por hombres con quienes la víctima no tenía ningún tipo de vínculo y a quien no conocía.



Así mismo, abundan los femicidios perpetrados en el contexto de la trata y la explotación sexual. Algunas niñas y mujeres sometidas a la explotación y comercialización de sus cuerpos, explotadas en las calles o prostíbulos, son asesinadas por los hombres consumidores de prostitución durante las violaciones, pero también por parte los proxenetas y tratantes. Estos asesinatos tienen lugar durante los intentos de escape de las víctimas, crímenes que se consolidan como un acto de afirmación del poder frente a otras niñas y mujeres explotadas, como aleccionamiento e intimidación contra aquellas que intenten desafiar la autoridad de los explotadores; no obstante, estos asesinatos también son consumados por los proxenetas y tratantes cuando las mujeres explotadas sexualmente dejan de ser consideradas “rentables”, útiles y comercializables, ya sea por su edad, por la existencia de alguna enfermedad, o ante cualquier otra situación que amenace el negocio de la explotación.

En todos estos casos, con independencia de su tipología o manifestación, la motivación es siempre el sexismo y la misoginia. El odio a las niñas y a las mujeres; pero también, como expresión del deseo de poder, posesión, afirmación, control y dominio de sus cuerpos, considerados objetos al servicio y propiedad masculina. Este tipo de crímenes alcanza altos índices de ocurrencia en América Latina pues, según las cifras oficiales, públicas y disponibles de 16 de los 18 países que han tipificado el delito como femicidio o feminicidio, entre los años 2005 a 2018 fueron asesinadas por la violencia machista un total de 13847 mujeres. En el caso de Argentina, este se sitúa junto a México, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Colombia y Perú como uno de los países que registran las cifras más altas de femicidio en la región, los cuales ante la indiferencia estatal continúan incrementandose exponencialmente año tras año.

Aproximaciones a la letalidad de la violencia machista


El término femicidio fue introducido por la feminista sudafricana Diana Russell en el año 1976 y progresivamente enriquecido durante la década de los 90 para explicar “el asesinato de mujeres por hombres porque son mujeres”. De acuerdo a ello, el femicidio se entiende como la figura lingüística y jurídica que permite definir y categorizar el asesinato de mujeres en el contexto de relaciones de poder, dependencia y desigualdad; crímenes que siempre son cometidos por hombres, los cuales se arrogan derechos sobre el cuerpo de las mujeres o que creen que ellas son de su propiedad.

Una de las principales formas en las que se manifiesta este tipo de crímenes es a través del femicidio íntimo, el cual supone el asesinato de mujeres perpetrado por parejas, ex parejas o cualquier otro hombre con quien la victima mantenía o mantuvo en algún momento de su vida una relación de carácter sexo-afectiva. Estos hombres generalmente asesinan a las mujeres cuando ellas dan muestras de independencia, autonomía y empoderamiento, comienzan a cuestionar y desafiar el mandato masculino, retoman estudios y trabajo, frecuentan amigas o familiares, toman conciencia de las formas de violencia que viven dentro del hogar, planean separarse, han expresado su deseo de terminar la relación o se niegan a reanudar el vínculo afectivo y sexual que previamente habían terminado.

Los femicidios también son cometidos por hombres miembros del grupo familiar como padres, padrastros, tíos, hermanos, abuelos y primos en el contexto de los denominados crímenes de honor; los cuales suelen ser cometidos como un acto de afirmación de la autoridad masculina cuando las niñas y mujeres han desafiado o trasgredido la tradición familiar o cultural, cuando se niegan a que les sea impuesta la voluntad de los hombres de la familia, o cuando no responden a las expectativas y exigencias de feminidad. Pero estos asesinatos también son perpetrados por los hombres del familiar durante la comisión u ocultamientos de la violencia incestuosa, modalidad bajo la cual se suelen cometer la mayor cantidad de femicidios de niñas y adolescentes por su condición de vulnerabilidad, proximidad y dependencia con respecto a sus agresores.

Los femicidios también son cometidos contra niñas y mujeres en el contexto de la violencia sexual, ya sea por parte de hombres conocidos en posición de autoridad como médicos, maestros, entrenadores, jefes, o perpetrados por hombres cercanos a la víctima por su proximidad en entornos familiares, comunitarios, académicos o laborales; por ejemplo, hombres amigos de la familia que frecuentan el hogar, vecinos, comerciantes cercanos a la comunidad, compañeros de estudio o de trabajo, amigos o conocidos en general. Pero estos femicidios de carácter sexual también son perpetrados por hombres con quienes la víctima no tenía ningún tipo de vínculo y a quien no conocía.



Así mismo, abundan los femicidios perpetrados en el contexto de la trata y la explotación sexual. Algunas niñas y mujeres sometidas a la explotación y comercialización de sus cuerpos, explotadas en las calles o prostíbulos, son asesinadas por los hombres consumidores de prostitución durante las violaciones, pero también por parte los proxenetas y tratantes. Estos asesinatos tienen lugar durante los intentos de escape de las víctimas, crímenes que se consolidan como un acto de afirmación del poder frente a otras niñas y mujeres explotadas, como aleccionamiento e intimidación contra aquellas que intenten desafiar la autoridad de los explotadores; no obstante, estos asesinatos también son consumados por los proxenetas y tratantes cuando las mujeres explotadas sexualmente dejan de ser consideradas “rentables”, útiles y comercializables, ya sea por su edad, por la existencia de alguna enfermedad, o ante cualquier otra situación que amenace el negocio de la explotación.

En todos estos casos, con independencia de su tipología o manifestación, la motivación es siempre el sexismo y la misoginia. El odio a las niñas y a las mujeres; pero también, como expresión del deseo de poder, posesión, afirmación, control y dominio de sus cuerpos, considerados objetos al servicio y propiedad masculina. Este tipo de crímenes alcanza altos índices de ocurrencia en América Latina pues, según las cifras oficiales, públicas y disponibles de 16 de los 18 países que han tipificado el delito como femicidio o feminicidio, entre los años 2005 a 2018 fueron asesinadas por la violencia machista un total de 13847 mujeres. En el caso de Argentina, este se sitúa junto a México, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Colombia y Perú como uno de los países que registran las cifras más altas de femicidio en la región, los cuales ante la indiferencia estatal continúan incrementandose exponencialmente año tras año.


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