Ganadería, negocios inmobiliarios y un fuego descontrolado
Mónica Carinchi
El negocio inmobiliario pretende trasladar a las islas una lógica constructiva propia de las ciudades. Son las poblaciones isleñas las que sufren este atropello y resisten todo el año.


Los pastizales deltaicos, en invierno, se secan, transformándose en vegetación muy combustible. El ingeniero agrónomo, especialista en ganadería de islas, Ernesto Massa, los definió como polvorines. Y cuando hay una bajante extraordinaria del río Paraná -como sucede desde fines del año pasado- también son un polvorín en verano y así lo demuestran los incendios incontenibles que están arrasando con la biodiversidad de gran parte de las islas del Delta del Paraná.

Esta región no ha evolucionado con el fuego, sino con el pulso hídrico. Sin embargo, los nativos isleños están acostumbrados al manejo del fuego, ya que es una práctica asociada a la ganadería. En este caso, no se quema toda la vegetación, sino sólo el pastizal, pero “ante esta bajante extraordinaria, los fuegos corren por toda la isla y sí se quema mucha vegetación”.

Desde la lógica ganadera, la quema sirve para favorecer el rebrote que necesitan los animales, llevados para el engorde. “Se hace con un determinado protocolo, en un espacio también determinado, porque se sabe que va un rodeo para el engorde. Si no es así, se quema inútilmente”, precisó el especialista.

Actualmente no sólo se lleva ganado para engorde, también se llevan vacas para parir y “si el río lo permite, se crían hasta novillo gordo”. Este proceso ocurre porque las tierras del continente se han dejado exclusivamente para la soja y la cría de ganado se trasladó a la isla.

Quizás por esto, Ernesto Massa sostuvo que seguirá habiendo fuego, por lo cual insistió en que “se debe generar información para apoyar la política pública con datos que ayuden a tomar decisiones”.

Y el viento hace el resto
Cuando los incendios comenzaron a tomar notoriedad pública, aparecieron convocatorias de agrupaciones de la sociedad civil y de académicos que estudian la región desde hace años. Sin embargo, la voz de los nativos isleños hasta ahora ha estado ausente, a pesar de que tienen una larga experiencia en actividades productivas, incluyendo cría de ganado.

“Los isleros han tenido generalmente vacas”, contó Nelson Yapura, “pero la mayoría tiene 30, 40, pocos llegan a 200. Esos isleros siempre hacen sus quemazones, de manera controlada, de acuerdo a los vientos para quemar determinada cantidad de hectáreas de pastizales para renovar la pastura”.

Nelson Yapura vive en la isla El Espinillo, frente a Rosario. Ningún trabajo isleño le resulta extraño, ya que, para sobrevivir en la isla, hay que saber hacer de todo; conoce también a todos sus vecinos, que viven en una dispersión propia de la vida rural. Puede contar, asimismo, los avatares que cayeron sobre esa región marginal desde el momento en que el capital puso su mirada allí.

Las islas frente a la costa de Rosario forman parte del departamento de Victoria, provincia de Entre Ríos. Son 270 mil hectáreas de una biodiversidad pletórica que sufrió el impacto de la presión ganadera e inmobiliaria a partir de la inauguración del puente Rosario-Victoria en 2003.

“Con el puente se intensificó el ingreso del ganado. La mayoría son hacendados que tienen sus campos en Santa Fe y prefirieron dejar ahí la soja y traer las vacas a la isla”.

Con el aumento del ganado, también aumentaron las quemazones, pero Nelson destacó que “todos los puesteros hacen la quema entre mediados de junio y fines de agosto. No se quema antes, ni después. Las quemazones que se producen fuera de esa época, no son para pastura”.

¿Qué pasó, entonces, este verano? La imprudencia, la soberbia, la falta de respeto por lo que es de todos, llegó a la isla. “En este momento hay gente que va los fines de semana a tirar tiros a las aves, a los bichos, hacen un fuego, lo dejan encendido y se van. Y el viento hace el resto”. Obviamente, también hay falta de controles. ¿Cuánto invierte el gobierno entrerriano en proteger ese territorio?

“La sociedad se acuerda de las quemazones cuando ve el humo y les molesta en la ciudad, pero el tema hay que tratarlo con más profundidad. Hay que empezar a legislar, hay una ley nacional que establece que en las islas no se puede hacer cría intensiva de ganado. Tampoco las islas pueden ser propiedad privada; pero en los últimos años, los gobiernos han hecho lo que han querido. Un error garrafal fue cuando en 1994 se reformó la Constitución y pasaron a las provincias los recursos naturales y ahora vemos los desastres que hay por todos lados”.

Incendios y bajante extraordinaria de la cuenca del Plata están generando una situación crítica. Y a esto, Nelson Yapura agregó algo oculto a todas las miradas: “Hay gente que arrendó 3, 4, 7 mil hectáreas, empezaron a cerrar los arroyos naturales, a meter bombas y secar las lagunas para tener más campo para su hacienda. Desde el 2005 venimos diciendo sobre este desastre que hacen los que tienen hacienda en la isla. Y esos no son isleros nativos porque los nativos jamás cerraron un arroyo y jamás metieron una bomba para secar lagunas que tienen 30 o 40 hectáreas. El islero nativo no tiene ese dinero ni para comprar una bomba para bombear agua para su rancho”.

Los que ingresan miles y miles de cabezas de ganado buscan el dinero fácil, por eso no compran fardos ni van a invertir en cortar el pastizal: meten fuego, secan las islas y listo. Son el campo, como dicen algunos. Pero un campo que no produce para los argentinos: “Esa carne no va a las carnicerías de barrio, toda esa carne se exporta”.

¿Quién controla a estos ganaderos?

La voracidad inmobiliaria
Más de 5000 focos de fuego extendidos entre Santa Fe y Campana, provincia de Buenos Aires, generaron otra luz de alerta: el negocio inmobiliario.

Con nostalgia, Nelson recordó que, frente a la costa de Rosario, unos 6 kilómetros para adentro, estaba la histórica comunidad Charigué. “Eran unos 200 isleros nativos, ahora ya sólo quedan los viejos. Todo pasó a ser propiedad privada”.

Desde hace tiempo, además de sus casas de fin de semana, los rosarinos intentan construir guarderías náuticas en las islas, porque la ciudad tiene colapsado su parque náutico. “Quisieron comprar islas con lagunas y hacer canales artificiales para meter sus embarcaciones. Hasta ahora logramos frenarlos, porque el impacto producido por los aceites, por los químicos de las lanchas, sería terrible”.

El puente Rosario-Victoria también está asociado a esta negativa transformación: “Cuando se termina de cruzar el puente, en el departamento de Victoria, hay un montón de barrios privados y avanzan cada vez más hacia la isla. Los intereses económicos son muchos”.
Como los isleños también tienen interés por preservar las condiciones naturales de la isla, se agrupan, hacen sus denuncias, van aprendiendo estrategias de resistencia. Es una pena que, por ahora, el poder político de Entre Ríos no los acompañe.

Los pastizales deltaicos, en invierno, se secan, transformándose en vegetación muy combustible. El ingeniero agrónomo, especialista en ganadería de islas, Ernesto Massa, los definió como polvorines. Y cuando hay una bajante extraordinaria del río Paraná -como sucede desde fines del año pasado- también son un polvorín en verano y así lo demuestran los incendios incontenibles que están arrasando con la biodiversidad de gran parte de las islas del Delta del Paraná.

Esta región no ha evolucionado con el fuego, sino con el pulso hídrico. Sin embargo, los nativos isleños están acostumbrados al manejo del fuego, ya que es una práctica asociada a la ganadería. En este caso, no se quema toda la vegetación, sino sólo el pastizal, pero “ante esta bajante extraordinaria, los fuegos corren por toda la isla y sí se quema mucha vegetación”.

Desde la lógica ganadera, la quema sirve para favorecer el rebrote que necesitan los animales, llevados para el engorde. “Se hace con un determinado protocolo, en un espacio también determinado, porque se sabe que va un rodeo para el engorde. Si no es así, se quema inútilmente”, precisó el especialista.

Actualmente no sólo se lleva ganado para engorde, también se llevan vacas para parir y “si el río lo permite, se crían hasta novillo gordo”. Este proceso ocurre porque las tierras del continente se han dejado exclusivamente para la soja y la cría de ganado se trasladó a la isla.

Quizás por esto, Ernesto Massa sostuvo que seguirá habiendo fuego, por lo cual insistió en que “se debe generar información para apoyar la política pública con datos que ayuden a tomar decisiones”.

Y el viento hace el resto
Cuando los incendios comenzaron a tomar notoriedad pública, aparecieron convocatorias de agrupaciones de la sociedad civil y de académicos que estudian la región desde hace años. Sin embargo, la voz de los nativos isleños hasta ahora ha estado ausente, a pesar de que tienen una larga experiencia en actividades productivas, incluyendo cría de ganado.

“Los isleros han tenido generalmente vacas”, contó Nelson Yapura, “pero la mayoría tiene 30, 40, pocos llegan a 200. Esos isleros siempre hacen sus quemazones, de manera controlada, de acuerdo a los vientos para quemar determinada cantidad de hectáreas de pastizales para renovar la pastura”.

Nelson Yapura vive en la isla El Espinillo, frente a Rosario. Ningún trabajo isleño le resulta extraño, ya que, para sobrevivir en la isla, hay que saber hacer de todo; conoce también a todos sus vecinos, que viven en una dispersión propia de la vida rural. Puede contar, asimismo, los avatares que cayeron sobre esa región marginal desde el momento en que el capital puso su mirada allí.

Las islas frente a la costa de Rosario forman parte del departamento de Victoria, provincia de Entre Ríos. Son 270 mil hectáreas de una biodiversidad pletórica que sufrió el impacto de la presión ganadera e inmobiliaria a partir de la inauguración del puente Rosario-Victoria en 2003.

“Con el puente se intensificó el ingreso del ganado. La mayoría son hacendados que tienen sus campos en Santa Fe y prefirieron dejar ahí la soja y traer las vacas a la isla”.

Con el aumento del ganado, también aumentaron las quemazones, pero Nelson destacó que “todos los puesteros hacen la quema entre mediados de junio y fines de agosto. No se quema antes, ni después. Las quemazones que se producen fuera de esa época, no son para pastura”.

¿Qué pasó, entonces, este verano? La imprudencia, la soberbia, la falta de respeto por lo que es de todos, llegó a la isla. “En este momento hay gente que va los fines de semana a tirar tiros a las aves, a los bichos, hacen un fuego, lo dejan encendido y se van. Y el viento hace el resto”. Obviamente, también hay falta de controles. ¿Cuánto invierte el gobierno entrerriano en proteger ese territorio?

“La sociedad se acuerda de las quemazones cuando ve el humo y les molesta en la ciudad, pero el tema hay que tratarlo con más profundidad. Hay que empezar a legislar, hay una ley nacional que establece que en las islas no se puede hacer cría intensiva de ganado. Tampoco las islas pueden ser propiedad privada; pero en los últimos años, los gobiernos han hecho lo que han querido. Un error garrafal fue cuando en 1994 se reformó la Constitución y pasaron a las provincias los recursos naturales y ahora vemos los desastres que hay por todos lados”.

Incendios y bajante extraordinaria de la cuenca del Plata están generando una situación crítica. Y a esto, Nelson Yapura agregó algo oculto a todas las miradas: “Hay gente que arrendó 3, 4, 7 mil hectáreas, empezaron a cerrar los arroyos naturales, a meter bombas y secar las lagunas para tener más campo para su hacienda. Desde el 2005 venimos diciendo sobre este desastre que hacen los que tienen hacienda en la isla. Y esos no son isleros nativos porque los nativos jamás cerraron un arroyo y jamás metieron una bomba para secar lagunas que tienen 30 o 40 hectáreas. El islero nativo no tiene ese dinero ni para comprar una bomba para bombear agua para su rancho”.

Los que ingresan miles y miles de cabezas de ganado buscan el dinero fácil, por eso no compran fardos ni van a invertir en cortar el pastizal: meten fuego, secan las islas y listo. Son el campo, como dicen algunos. Pero un campo que no produce para los argentinos: “Esa carne no va a las carnicerías de barrio, toda esa carne se exporta”.

¿Quién controla a estos ganaderos?

La voracidad inmobiliaria
Más de 5000 focos de fuego extendidos entre Santa Fe y Campana, provincia de Buenos Aires, generaron otra luz de alerta: el negocio inmobiliario.

Con nostalgia, Nelson recordó que, frente a la costa de Rosario, unos 6 kilómetros para adentro, estaba la histórica comunidad Charigué. “Eran unos 200 isleros nativos, ahora ya sólo quedan los viejos. Todo pasó a ser propiedad privada”.

Desde hace tiempo, además de sus casas de fin de semana, los rosarinos intentan construir guarderías náuticas en las islas, porque la ciudad tiene colapsado su parque náutico. “Quisieron comprar islas con lagunas y hacer canales artificiales para meter sus embarcaciones. Hasta ahora logramos frenarlos, porque el impacto producido por los aceites, por los químicos de las lanchas, sería terrible”.

El puente Rosario-Victoria también está asociado a esta negativa transformación: “Cuando se termina de cruzar el puente, en el departamento de Victoria, hay un montón de barrios privados y avanzan cada vez más hacia la isla. Los intereses económicos son muchos”.
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