El problema financiero de Argentina
Julián Denaro (*)
Los impiadosos mecanismos de saqueo resultarían estériles frente a las sociedades unidas y convencidas de defender lo propio frente al enemigo ajeno y externo a los propios intereses.


La concentración de riqueza en el mundo se ha ido incrementando cada vez más, hasta el punto en el cual el 1% más rico posee el 50% de la riqueza total. Los mecanismos son diversos pero los más resonantes son las guerras, los bombardeos, los bloqueos económicos, el endeudamiento y los acuerdos comerciales entre el sector concentrado y una serie despreciable de vendepatrias que hay en todas las naciones. Pues si la curiosidad que despierta lo antedicho es cómo podemos permitirles ese accionar, la respuesta está en que el poder concentrado, colonizador, imperialista y saqueador del mundo ha desplegado instrumentos muy eficaces de dominación, dentro de los cuales se destacan el poder mediático y el poder judicial. Así, difundiendo noticias falsas y engaños sistemáticamente, y manejando sentencias judiciales con amenazas como armas de presión, una parte de la población queda rehén de los sentimientos instalados por ellos. Las sociedades divididas por una grieta que no existiría se convierte en el mecanismo del éxito para los sectores dominantes. “Divide y reinarás” es la proclama y la han ejecutado con éxito hasta ahora.

Los impiadosos mecanismos de saqueo resultarían estériles frente a las sociedades unidas y convencidas de defender lo propio frente al enemigo ajeno y externo a los propios intereses. Por eso mismo intentan por todos los medios desintegrar la unión regional y los sentimientos nacionalistas de los distintos países. Aplicado a nuestro continente, cuando sea posible volver a fortalecer el Mercosur, la Unasur y la Celac, y conseguir solidarizar los vínculos entre los hermanos de la patria grande latinoamericana, el resultado será que los países colonialistas e imperialistas, así como los poderes concentrados transnacionales y el sistema financiero global verán más dificultoso su accionar saqueador.

El Indec nos informa que hay más de 300.000 millones de dólares de argentinos en el exterior, rentas extraordinarias que se van afuera, y además los grandes grupos económicos acumulan a expensas del Estado, demandando créditos que no pagan, subsidios y demás para sus operaciones económicas. En vez de invertir, fugan el dinero y no pagan impuestos. Con este comportamiento, el Estado tiene que endeudarse para sostenerlos, agigantando la deuda efectuada con la bicicleta financiera a la que pretende jugar el sector financiero trasnacional para enriquecerse rápidamente, y que consiste en colocar su capital a elevadas tasas de interés, que además destruyen el entramado productivo, y con libertad para fugarla del país.

Adicionalmente, el Mar Argentino es la región de pesca número uno del mundo. Para tomar dimensión del asunto, la parte de Mar Argentino que corresponde sólo a la provincia de Chubut equivale en tamaño a todo el territorio de España, y está lleno de los mejores pescados y mariscos del mundo. La pregunta entonces es adónde está esa plata, lo mismo ocurre con la pesca sin control y la navegación que transporta mercancías exportables a través del Río Paraná. Al mismo tiempo, la Minería en Argentina paga tasas impositivas vergonzosas, mientras no se controlan efectivamente las declaraciones de producción y exportación, pero en Estados Unidos, Canadá o Australia, considerados países serios, pagan una tasa razonable y las facturaciones son controladas con responsabilidad. Los grandes intermediarios en la cadena de alimentos ejercen abuso de su posición dominante e imponen precios en ambos extremos de la cadena, pagándole menos a los productores e inflando los precios en la comercialización, además de subfacturar exportaciones y triangular con subsidiarias de su propia empresa en el exterior para evadir impuestos. Todo este dinero corresponde al pueblo argentino y sin embargo es apropiado por los sectores concentrados, y luego fugado del país, extendiendo el mismo mecanismo.

Todo este panorama configuró un escenario de megaendeudamiento que elevó la deuda externa en moneda extranjera desde 70.000 millones de dólares a 200.000 millones de dólares en tan sólo cuatro años de modelo neoliberal – neocolonial durante la presidencia de Macri, aumentando el peso de la deuda del 11% del PBI al 50%, sabiendo que el PBI disminuyó desde 600.000 millones de dólares en 2015, cuando ocupábamos el puesto 20 en el mundo, a 400.000 millones de dólares, bajando al puesto 26. Destáquese que la configuración de los vencimientos de pago hacían inviable la gobernabilidad del presente período de gobierno (2020-2023), por cuanto fue calificada como deuda insostenible. La incertidumbre que esto provocaba, desde luego, incentivaba la volatilidad del precio del dólar, debilitando la confianza en nuestra moneda y ocasionando una suba en la inflación.



Pero en este momento, se está produciendo un acuerdo con los acreedores externos que modifica los vencimientos de pagos, postergándolos y transformando a la deuda en sostenible. El plan de vencimientos para este período de gobierno y para el próximo (2024-2027) es afrontable, pero además la dilación de los pagos permite dar tiempo para investigar la deuda, porque es inaceptable que el conjunto del pueblo argentino pague una deuda que enriqueció a ciertos pequeños grupos concentrados, al tiempo que empobreció a nuestra sociedad. Por lo tanto, habrá que investigar la ruta de esa fuga de divisas que consiguió empobrecer y endeudar a la Argentina. Mientras tanto, estos acuerdos calman la volatilidad cambiaria, y se prevé un acercamiento del precio del dólar ilegal al precio del dólar legal, tranquilizando el tipo de cambio que es la principal causa inflacionaria, y entonces frenando la suba especulativa de precios, y también generando una base para incrementar la confianza en nuestra moneda, que consiga bajar las tasas de interés, facilitando el acceso al crédito sustentable a diversos eslabones del sector productivo y al sector privado con un dinamismo inclusivo, y propiciando una paulatina desdolarización de la economía, condición indispensable para un merecido plan de desarrollo integral.

Queda a la vista entonces que el problema de la Argentina no son los pobres que cobran planes, sino los sectores de poder económico concentrado que hacen desastres.


(*) JULIÁN DENARO, Economista (UBA), Columnista Económico en Televisión y Radio, Profesor en Universidades Nacionales (UBA y UNLAM), Doctorando en Ciencias Económicas en UNLAM y terminando la Licenciatura en Psicología en la UBA. Autor de seis libros, siendo los dos últimos “Del país dividido a la revolución cultural” (2017) y “Argentina entre las disputas de poder 2012-2019” (2019)

La concentración de riqueza en el mundo se ha ido incrementando cada vez más, hasta el punto en el cual el 1% más rico posee el 50% de la riqueza total. Los mecanismos son diversos pero los más resonantes son las guerras, los bombardeos, los bloqueos económicos, el endeudamiento y los acuerdos comerciales entre el sector concentrado y una serie despreciable de vendepatrias que hay en todas las naciones. Pues si la curiosidad que despierta lo antedicho es cómo podemos permitirles ese accionar, la respuesta está en que el poder concentrado, colonizador, imperialista y saqueador del mundo ha desplegado instrumentos muy eficaces de dominación, dentro de los cuales se destacan el poder mediático y el poder judicial. Así, difundiendo noticias falsas y engaños sistemáticamente, y manejando sentencias judiciales con amenazas como armas de presión, una parte de la población queda rehén de los sentimientos instalados por ellos. Las sociedades divididas por una grieta que no existiría se convierte en el mecanismo del éxito para los sectores dominantes. “Divide y reinarás” es la proclama y la han ejecutado con éxito hasta ahora.

Los impiadosos mecanismos de saqueo resultarían estériles frente a las sociedades unidas y convencidas de defender lo propio frente al enemigo ajeno y externo a los propios intereses. Por eso mismo intentan por todos los medios desintegrar la unión regional y los sentimientos nacionalistas de los distintos países. Aplicado a nuestro continente, cuando sea posible volver a fortalecer el Mercosur, la Unasur y la Celac, y conseguir solidarizar los vínculos entre los hermanos de la patria grande latinoamericana, el resultado será que los países colonialistas e imperialistas, así como los poderes concentrados transnacionales y el sistema financiero global verán más dificultoso su accionar saqueador.

El Indec nos informa que hay más de 300.000 millones de dólares de argentinos en el exterior, rentas extraordinarias que se van afuera, y además los grandes grupos económicos acumulan a expensas del Estado, demandando créditos que no pagan, subsidios y demás para sus operaciones económicas. En vez de invertir, fugan el dinero y no pagan impuestos. Con este comportamiento, el Estado tiene que endeudarse para sostenerlos, agigantando la deuda efectuada con la bicicleta financiera a la que pretende jugar el sector financiero trasnacional para enriquecerse rápidamente, y que consiste en colocar su capital a elevadas tasas de interés, que además destruyen el entramado productivo, y con libertad para fugarla del país.

Adicionalmente, el Mar Argentino es la región de pesca número uno del mundo. Para tomar dimensión del asunto, la parte de Mar Argentino que corresponde sólo a la provincia de Chubut equivale en tamaño a todo el territorio de España, y está lleno de los mejores pescados y mariscos del mundo. La pregunta entonces es adónde está esa plata, lo mismo ocurre con la pesca sin control y la navegación que transporta mercancías exportables a través del Río Paraná. Al mismo tiempo, la Minería en Argentina paga tasas impositivas vergonzosas, mientras no se controlan efectivamente las declaraciones de producción y exportación, pero en Estados Unidos, Canadá o Australia, considerados países serios, pagan una tasa razonable y las facturaciones son controladas con responsabilidad. Los grandes intermediarios en la cadena de alimentos ejercen abuso de su posición dominante e imponen precios en ambos extremos de la cadena, pagándole menos a los productores e inflando los precios en la comercialización, además de subfacturar exportaciones y triangular con subsidiarias de su propia empresa en el exterior para evadir impuestos. Todo este dinero corresponde al pueblo argentino y sin embargo es apropiado por los sectores concentrados, y luego fugado del país, extendiendo el mismo mecanismo.

Todo este panorama configuró un escenario de megaendeudamiento que elevó la deuda externa en moneda extranjera desde 70.000 millones de dólares a 200.000 millones de dólares en tan sólo cuatro años de modelo neoliberal – neocolonial durante la presidencia de Macri, aumentando el peso de la deuda del 11% del PBI al 50%, sabiendo que el PBI disminuyó desde 600.000 millones de dólares en 2015, cuando ocupábamos el puesto 20 en el mundo, a 400.000 millones de dólares, bajando al puesto 26. Destáquese que la configuración de los vencimientos de pago hacían inviable la gobernabilidad del presente período de gobierno (2020-2023), por cuanto fue calificada como deuda insostenible. La incertidumbre que esto provocaba, desde luego, incentivaba la volatilidad del precio del dólar, debilitando la confianza en nuestra moneda y ocasionando una suba en la inflación.



Pero en este momento, se está produciendo un acuerdo con los acreedores externos que modifica los vencimientos de pagos, postergándolos y transformando a la deuda en sostenible. El plan de vencimientos para este período de gobierno y para el próximo (2024-2027) es afrontable, pero además la dilación de los pagos permite dar tiempo para investigar la deuda, porque es inaceptable que el conjunto del pueblo argentino pague una deuda que enriqueció a ciertos pequeños grupos concentrados, al tiempo que empobreció a nuestra sociedad. Por lo tanto, habrá que investigar la ruta de esa fuga de divisas que consiguió empobrecer y endeudar a la Argentina. Mientras tanto, estos acuerdos calman la volatilidad cambiaria, y se prevé un acercamiento del precio del dólar ilegal al precio del dólar legal, tranquilizando el tipo de cambio que es la principal causa inflacionaria, y entonces frenando la suba especulativa de precios, y también generando una base para incrementar la confianza en nuestra moneda, que consiga bajar las tasas de interés, facilitando el acceso al crédito sustentable a diversos eslabones del sector productivo y al sector privado con un dinamismo inclusivo, y propiciando una paulatina desdolarización de la economía, condición indispensable para un merecido plan de desarrollo integral.

Queda a la vista entonces que el problema de la Argentina no son los pobres que cobran planes, sino los sectores de poder económico concentrado que hacen desastres.


(*) JULIÁN DENARO, Economista (UBA), Columnista Económico en Televisión y Radio, Profesor en Universidades Nacionales (UBA y UNLAM), Doctorando en Ciencias Económicas en UNLAM y terminando la Licenciatura en Psicología en la UBA. Autor de seis libros, siendo los dos últimos “Del país dividido a la revolución cultural” (2017) y “Argentina entre las disputas de poder 2012-2019” (2019)


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