Berlin Alexanderplatz y los tiempos de pandemia
Fernando Darío Roperto
Editorial


Los tiempos de pandemia, acentúan en mí ese hábito estudiantil de trasnochar con un libro o una película. La tecnología y las necesidades de la editorial me suman otro elemento, en este caso menos agradabe, la computadora. Mi vida estos meses transita por una relación extramadamente inusual de temporalidad total compartida con artefactos y elementos que no respiran, salvo una plantas musgosas que me nacen en el patio.

Como decía, en encuentros cada vez menos frecuentes con el otro, días atrás nos vimos con Beto, un compañero de la cooperativa con el cual me unen largas historias de amistad con su madre, hermanes y demaces cercanías afectivas. Beto es como un hermano más para mí. Viviamos mucho tiempo juntos por el trabajo y la militancia o todo eso que se mezcla en los que hacemos cotidianamente.

La pandemia nos reunió solamente un par de veces para firmar los cheques de la cooperativa, ya que ambos somos del consejo, momento para el que aprovechábamos a echarnos unas partidas de ajedrez fideos por medio. En el encuentro que relato, lunes 11 de agosto, después del ajedrez y los carbohidratos nos pusimos a ver una película. Buscando en las plataformas dimos con Fassbinder, vaya a saber uno por qué apareció el director alemán pero ahí estaba. Se me ocurrió decir que hacía mucho que quería volver a ver la serie Berlin Alexanderplatz, principalmente porque recordaba su comienzo, un prisionero que luego de cuatro años y medio sale a la calle, a la "libertad", con miedo, como pidiéndole al guardia, que le da su ropa, permiso para quedarse. Vaya paradoja de lo que vendría luego de esa Alemania de principio de la década del 30. “En internet está todo” me dijo Andrés , hace ocho años en una noche de verano en Alta Gracia, cuando en su juventud inquieta tocando un par de veces el teclado hizo aparecer El mundo de Andy de Milos Forman, película que hacía años que buscaba. Y en internet, ante mi sorpresa, también estaba la serie de Fassbinder que luego pedí a Beto que viéramos.

La primera parte se llama Comienza el castigo, y relata la reinserción de un hombre en una sociedad que ya no es la misma que él conoció, que se enfrenta a la serpiente que luego sería causante de millones de muertos dentro y fuera de Alemania. No voy a contar el final ni el desarrollo de los 894 minutos de cinta que encontrarán siguiendo el enlace después de estos caracteres pero sí decir que verla modifica, que nos hace pensar mucho sobre el hombre y su contexto.

En la noche tranquila de una Buenos Aires quieta, desvelado, me pregunto si como Franz Biberkopf intuimos que cruzando la linea el futuro soñado puede ser una pesadilla.

Un poco más... creo que es tiempo de seguir leyendo, de encontrarnos en la virtualidad, de aguantar momentos esperados. No hay Estado que nos diga que debemos salir, esa es una fortaleza, los dejo con Rainer Werner Fassbinder y las notas de la revista ... Viviremos, Venceremos, Salud.




Los tiempos de pandemia, acentúan en mí ese hábito estudiantil de trasnochar con un libro o una película. La tecnología y las necesidades de la editorial me suman otro elemento, en este caso menos agradabe, la computadora. Mi vida estos meses transita por una relación extramadamente inusual de temporalidad total compartida con artefactos y elementos que no respiran, salvo una plantas musgosas que me nacen en el patio.

Como decía, en encuentros cada vez menos frecuentes con el otro, días atrás nos vimos con Beto, un compañero de la cooperativa con el cual me unen largas historias de amistad con su madre, hermanes y demaces cercanías afectivas. Beto es como un hermano más para mí. Viviamos mucho tiempo juntos por el trabajo y la militancia o todo eso que se mezcla en los que hacemos cotidianamente.

La pandemia nos reunió solamente un par de veces para firmar los cheques de la cooperativa, ya que ambos somos del consejo, momento para el que aprovechábamos a echarnos unas partidas de ajedrez fideos por medio. En el encuentro que relato, lunes 11 de agosto, después del ajedrez y los carbohidratos nos pusimos a ver una película. Buscando en las plataformas dimos con Fassbinder, vaya a saber uno por qué apareció el director alemán pero ahí estaba. Se me ocurrió decir que hacía mucho que quería volver a ver la serie Berlin Alexanderplatz, principalmente porque recordaba su comienzo, un prisionero que luego de cuatro años y medio sale a la calle, a la "libertad", con miedo, como pidiéndole al guardia, que le da su ropa, permiso para quedarse. Vaya paradoja de lo que vendría luego de esa Alemania de principio de la década del 30. “En internet está todo” me dijo Andrés , hace ocho años en una noche de verano en Alta Gracia, cuando en su juventud inquieta tocando un par de veces el teclado hizo aparecer El mundo de Andy de Milos Forman, película que hacía años que buscaba. Y en internet, ante mi sorpresa, también estaba la serie de Fassbinder que luego pedí a Beto que viéramos.

La primera parte se llama Comienza el castigo, y relata la reinserción de un hombre en una sociedad que ya no es la misma que él conoció, que se enfrenta a la serpiente que luego sería causante de millones de muertos dentro y fuera de Alemania. No voy a contar el final ni el desarrollo de los 894 minutos de cinta que encontrarán siguiendo el enlace después de estos caracteres pero sí decir que verla modifica, que nos hace pensar mucho sobre el hombre y su contexto.

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