Apuntes para un balance 2020
Jorge Elbaum
La alianza entre los tres sectores del Frente de Todos (el massismo, el albertismo y el kirchnerismo) ha transitado sin grandes conflictos internos el peor de los escenarios imaginables. La convergencia más afiatada a nivel futuro estará condicionada, sin dudas, por el contesto geopolítico...


Apuntes para un balance 2020. El contexto latinoamericano y las restricciones geopolíticas en el futuro del Frente de Todxs


Todo balance del 2020 incluye la irrupción de lo imprevisible. Y se continúa con la asunción de una profunda vulnerabilidad. Suficientes elementos para disponer algún cambio en las reglas del juego que instituyen la actual estructura de la inequidad, la mezquindad de los poderosos y la orientación de los recursos sociales acumulados hacia áreas capaces de mejorar la vida.

Sin embargo, la arquitectura socioeconómica sobre la que se montó la pandemia expuso una evidencia coherente con la recesión mundial que provocó. Los sistemas de salud argentinos, heterogéneos y desfinanciados por el modelo neoliberal macrista, exhibieron las debilidades de un sector esencial que el gobierno de Les Fernández debió resucitar con las migajas que quedaban de un Tesoro exhausto por las deudas a los titulares privados de los bonos y al FMI. La asunción del Frente de Todos también tuvo su eco en la región. El asilo decidido en relación a Evo Morales, viabilizado por Alberto Fernández, Andrés Manuel López Obrador y Mario Abdo Benítez hizo virar el clima trumpista impuesto por los grupos más reaccionarios. Ha permitido imponerles a los sectores más guerreristas del pentágono un nuevo umbral de vínculos con la región.

Sin la Venezuela de Maduro la dictadura sangrienta de Janine Añez hubiese durado varios años más y el número de sus víctimas hubiese sido inmenso. La lógica imperial funciona con asedios premeditados y logra limitarse con una combinación de resistencias articuladas: internas, que empoderan al pueblo para restringir el poder de fuego de las elites hegemónicas; y por variables contextuales, como la sobrevivencia del chavismo. Ese contexto opresivo gestionado por el Comando Sur fue frustrado, momentáneamente, debido a la sobrevivencia épica de la Venezuela Chavista. Su victoria no solo fue un éxito por los propios habitantes de ese país, sino que desafío a la soberbia de Washington que intentó despedazar al modelo bolivarianos de todas las formas posibles. La resistencia de Caracas y las elecciones en México, Argentina y Bolivia modelan una nueva escenografía en la región.

A nivel doméstico, los condicionantes financieros y cambiarios, sumados a la intentona devaluacionista, limitaron la capacidad de acción del gobierno. La negociación con los bonistas privados y la que se desarrolla en la actualidad con el FMI conspiran contra una salida rápida de la crisis que asola la economía del país. En forma paralela, las corporaciones locales, ligadas fuertemente a la importación, a la transnacionalización y a la fuga de divisas, empujan al FMI a ser más duros en la negociación. Perciben que su futuro en un gobierno nacional y popular es más amigable con las recetas tecnocráticas acostumbradas. Pero sobre todo con un menor empoderamiento de los sectores populares, entonados por una potencial distribución más equitativa de la renta, la riqueza y la propiedad. Con las medidas recomendadas por el Fondo, el establishment conjetura que posee más posibilidades de darle continuidad a la expoliación. Para su concepción, el FMI implica un nivel de protección simbólica (y práctica) decisiva: encorsetar a la democracia y limitar la capacidad de torcer el rumbo neoliberal es principio básico por el que luchan los organismos multilaterales, las transnacionales, los agroexportadores, los medios de comunicación concentrados y las embajadas de los países centrales.

Las contradicciones internas del bloque hegemónico se disolvieron con el impuesto a la riqueza. No tanto porque implicaban una regulación tributaria progresiva sino porque se consolidaba como una advertencia del derrotero equitativo de un proyecto político. El fallecimiento de Diego Armando Maradona también se resignificó en esa grieta socioeconómica que los comunicadores se resisten a denominar con su categoría histórica de lucha de clases.

Dentro de esas coordenadas sanitarias y financieras se desenvuelve un gobierno que resiste, de forma etérea las restricciones estipuladas por el entorno. La alianza entre los tres sectores del Frente de Todos (el massismo, el albertismo y el kirchnerismo) ha transitado sin grandes conflictos internos el peor de los escenarios imaginables. La convergencia más afiatada a nivel futuro estará condicionada, sin dudas, por el contesto geopolítico: los mensajes que envíe el futuro gobierno de Joe Biden será clave en la solidificación o el tironeo al interior del peronismo. La recreación en América Latina del soft power –característica de la última etapa del gobierno Barak Obama– generará tensión en el Frente, dadas las simpatías evidentes de unos de sus tercios. Por el contrario, si la diplomacia de Washington se encamina a reducir la conflictiviad con China y con Rusia, y por ende hacia Venezuela, la posibilidad de acumulación coherente será mayor. Otra vez, como en muchos momentos de la historia argentina, la lógica doméstica está condicionada por la injerencia externa.

Es muy probable que los próximos meses estén teñidos del color verde de la esperanza. Por un lado por la disputa de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Incluso una posible derrota del proyecto de Ley terminará en una (dolorosa) victoria pírrica. Si se logra su aprobación, la estructura patriarcal –con fuertes articulaciones oligárquicas y lógicas de apropiación neoliberal– se verán fuertemente debilitadas. La ciencia (eso que Vladimir Ilich Ulianov consideraba una de las dos partes centrales de una proyecto de emancipación humana) consumará el escenario: vacunas y nuevas terapias clínicas lograrán lo que siglos atrás implicaban decenas de años antes del debilitamiento de una virosis.

El año que se va será recordado por la tragedia que nos impuso y la claridad que su derrotero dejó entrever. Ante la herida, todas las casusas del padecimiento colectivo son más evidentes. La conciencia social es dialéctica y esquiva espiralada: nunca nos permite divisar con precisión su síntoma ni su condensación o estallido. En 1789 la crisis de los precios de los insumos básicos para la alimentación de los sectores populares detonó una marea humana que se venía modelando desde siglos atrás. Se requirió una organización social dispuesta a dar el salto de estampida. Para torcer las reglas del juego consideradas inmutables. Todo sucedió como tormenta. Los planetas pueden alinearse en torno a una serie de coincidencias siempre que las estructuras previas aparezcan como maduras, rígidas y sin flexibilidad. En ese escenario solo tiene que irrumpir la voluntad, estar disponibles los cuadros que la interpreten y existir un cansancio social acumulado que tenga capacidad expresiva. Es mucho. Es verdad. Pero no se sabe cuándo puede suceder. Hasta que sucede.


Apuntes para un balance 2020. El contexto latinoamericano y las restricciones geopolíticas en el futuro del Frente de Todxs


Todo balance del 2020 incluye la irrupción de lo imprevisible. Y se continúa con la asunción de una profunda vulnerabilidad. Suficientes elementos para disponer algún cambio en las reglas del juego que instituyen la actual estructura de la inequidad, la mezquindad de los poderosos y la orientación de los recursos sociales acumulados hacia áreas capaces de mejorar la vida.

Sin embargo, la arquitectura socioeconómica sobre la que se montó la pandemia expuso una evidencia coherente con la recesión mundial que provocó. Los sistemas de salud argentinos, heterogéneos y desfinanciados por el modelo neoliberal macrista, exhibieron las debilidades de un sector esencial que el gobierno de Les Fernández debió resucitar con las migajas que quedaban de un Tesoro exhausto por las deudas a los titulares privados de los bonos y al FMI. La asunción del Frente de Todos también tuvo su eco en la región. El asilo decidido en relación a Evo Morales, viabilizado por Alberto Fernández, Andrés Manuel López Obrador y Mario Abdo Benítez hizo virar el clima trumpista impuesto por los grupos más reaccionarios. Ha permitido imponerles a los sectores más guerreristas del pentágono un nuevo umbral de vínculos con la región.

Sin la Venezuela de Maduro la dictadura sangrienta de Janine Añez hubiese durado varios años más y el número de sus víctimas hubiese sido inmenso. La lógica imperial funciona con asedios premeditados y logra limitarse con una combinación de resistencias articuladas: internas, que empoderan al pueblo para restringir el poder de fuego de las elites hegemónicas; y por variables contextuales, como la sobrevivencia del chavismo. Ese contexto opresivo gestionado por el Comando Sur fue frustrado, momentáneamente, debido a la sobrevivencia épica de la Venezuela Chavista. Su victoria no solo fue un éxito por los propios habitantes de ese país, sino que desafío a la soberbia de Washington que intentó despedazar al modelo bolivarianos de todas las formas posibles. La resistencia de Caracas y las elecciones en México, Argentina y Bolivia modelan una nueva escenografía en la región.

A nivel doméstico, los condicionantes financieros y cambiarios, sumados a la intentona devaluacionista, limitaron la capacidad de acción del gobierno. La negociación con los bonistas privados y la que se desarrolla en la actualidad con el FMI conspiran contra una salida rápida de la crisis que asola la economía del país. En forma paralela, las corporaciones locales, ligadas fuertemente a la importación, a la transnacionalización y a la fuga de divisas, empujan al FMI a ser más duros en la negociación. Perciben que su futuro en un gobierno nacional y popular es más amigable con las recetas tecnocráticas acostumbradas. Pero sobre todo con un menor empoderamiento de los sectores populares, entonados por una potencial distribución más equitativa de la renta, la riqueza y la propiedad. Con las medidas recomendadas por el Fondo, el establishment conjetura que posee más posibilidades de darle continuidad a la expoliación. Para su concepción, el FMI implica un nivel de protección simbólica (y práctica) decisiva: encorsetar a la democracia y limitar la capacidad de torcer el rumbo neoliberal es principio básico por el que luchan los organismos multilaterales, las transnacionales, los agroexportadores, los medios de comunicación concentrados y las embajadas de los países centrales.

Las contradicciones internas del bloque hegemónico se disolvieron con el impuesto a la riqueza. No tanto porque implicaban una regulación tributaria progresiva sino porque se consolidaba como una advertencia del derrotero equitativo de un proyecto político. El fallecimiento de Diego Armando Maradona también se resignificó en esa grieta socioeconómica que los comunicadores se resisten a denominar con su categoría histórica de lucha de clases.

Dentro de esas coordenadas sanitarias y financieras se desenvuelve un gobierno que resiste, de forma etérea las restricciones estipuladas por el entorno. La alianza entre los tres sectores del Frente de Todos (el massismo, el albertismo y el kirchnerismo) ha transitado sin grandes conflictos internos el peor de los escenarios imaginables. La convergencia más afiatada a nivel futuro estará condicionada, sin dudas, por el contesto geopolítico: los mensajes que envíe el futuro gobierno de Joe Biden será clave en la solidificación o el tironeo al interior del peronismo. La recreación en América Latina del soft power –característica de la última etapa del gobierno Barak Obama– generará tensión en el Frente, dadas las simpatías evidentes de unos de sus tercios. Por el contrario, si la diplomacia de Washington se encamina a reducir la conflictiviad con China y con Rusia, y por ende hacia Venezuela, la posibilidad de acumulación coherente será mayor. Otra vez, como en muchos momentos de la historia argentina, la lógica doméstica está condicionada por la injerencia externa.

Es muy probable que los próximos meses estén teñidos del color verde de la esperanza. Por un lado por la disputa de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Incluso una posible derrota del proyecto de Ley terminará en una (dolorosa) victoria pírrica. Si se logra su aprobación, la estructura patriarcal –con fuertes articulaciones oligárquicas y lógicas de apropiación neoliberal– se verán fuertemente debilitadas. La ciencia (eso que Vladimir Ilich Ulianov consideraba una de las dos partes centrales de una proyecto de emancipación humana) consumará el escenario: vacunas y nuevas terapias clínicas lograrán lo que siglos atrás implicaban decenas de años antes del debilitamiento de una virosis.

El año que se va será recordado por la tragedia que nos impuso y la claridad que su derrotero dejó entrever. Ante la herida, todas las casusas del padecimiento colectivo son más evidentes. La conciencia social es dialéctica y esquiva espiralada: nunca nos permite divisar con precisión su síntoma ni su condensación o estallido. En 1789 la crisis de los precios de los insumos básicos para la alimentación de los sectores populares detonó una marea humana que se venía modelando desde siglos atrás. Se requirió una organización social dispuesta a dar el salto de estampida. Para torcer las reglas del juego consideradas inmutables. Todo sucedió como tormenta. Los planetas pueden alinearse en torno a una serie de coincidencias siempre que las estructuras previas aparezcan como maduras, rígidas y sin flexibilidad. En ese escenario solo tiene que irrumpir la voluntad, estar disponibles los cuadros que la interpreten y existir un cansancio social acumulado que tenga capacidad expresiva. Es mucho. Es verdad. Pero no se sabe cuándo puede suceder. Hasta que sucede.



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