Ramón Emeterio Betances, recordando a un independentista puertorriqueño en la patria anexada por la violencia yanqui
Por: Acercándonos Ediciones
Publicado: 08/04/2024





Nació en Cabo Rojo, el 8 de abril de 1827. Sus padres fueron el dominicano Felipe Betances Ponce y la puertoriqueña María del Carmen Alacan. Su instrucción primaria la recibió en su pueblo natal y la secundaria en Mayagüez, ambas eran escuelas privadas donde sólo asistían hijos de miembros de la sociedad élite de esa época. Fue enviado a estudiar a Toulouse, Francia, donde se graduó de bachiller en Letras y Ciencias. Dos años después ingresó en la facultad de Medicina de París, donde se doctoró en 1853. Cuando todavía era estudiante, participó en la revolución de 1848 contra Luis XVIII, la cual proclamó la II República y eligió presidente a Luis Napoleón Bonaparte, quien mediante un golpe de Estado se hizo coronar emperador con el nombre de Napoleón III.

De regreso a Puerto Rico se interesó en la emancipación los esclavos, a la vez que ejercía su profesión en Mayagüez, donde fundó un hospital y una sociedad secreta abolicionista, esta junto con Segundo Ruiz Belvis, dedicada a libertar a los niños negros que eran bautizados pagando a sus amos 25 pesos por cada uno. Esa tarea y el auxilio que prestaba a los esclavos fugitivos le valieron la expulsión en 1858. Cuando en 1863 estalló en la República Dominicana la Guerra de Restauración contra España, Betances, Ruiz Belvis, Lidio Cruz Cadete y los dominicanos Félix María Del Monte y el padre Fernando Arturo de Meriño, desterrados en Puerto Rico por el presidente Pedro Santana, se valieron del estado bélico para organizar un movimiento abolicionista. El Gobierno colonial culpó a Betances de ser el autor de las proclamas revolucionarias que circulaban por la isla y amenazó con ejecutarlo. Antes de que pudiera hacerlo, huyó a Nueva York.

La Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, constituida en Nueva York el 21 de diciembre de 1865 con el propósito de lograr la independencia de las dos islas, abrió sus puertas a Betances y Ruiz Belvis, quienes publicaron en el New York Herald un desmentido acerca de las razones que las autoridades habían alegado para extrañarlos de su país, esto es, que habían alentado una revuelta de miembros del ejército español acantonado en San Juan.

Betances necesitaba un organismo propio que le permitiera realizar sus actividades políticas en pro de la independencia de su patria y de la abolición de la esclavitud. Con esa finalidad creó el 21 de agosto de 1867 en Nueva York el Comité Revolucionario de Puerto Rico. El 1 de septiembre publicó un manifiesto firmado por él, Juan Manuel Macía, quien era presidente de la Sociedad Republicana, Ruiz Belvis y Francisco Basora, en el que expusieron las razones de la revolución en esa isla. Disponían de armas en los Estados Unidos, Haití, Venezuela y la República Dominicana. En su manifiesto el Comité expresa:

"¡Cubanos y puertorriqueños!, unid vuestros esfuerzos, trabajad de concierto, somos hermanos, somos uno en la desgracia; seamos uno también en la Revolución y en la Independencia de Cuba y Puerto Rico. Así podremos formar mañana la confederación de las Antillas."

En el mismo mes de septiembre, Betances se trasladó a Santo Domingo, donde Pedro Francisco Bonó, ministro de Justicia e Instrucción Pública en el gobierno de José María Cabral y Luna, le ofreció una cátedra de Medicina en el Colegio Central que había fundado. La caída del Gobierno le impidió ejercerla y pasó de incógnito a Puerto Rico. De allí retornó a la República Dominicana y a través de La Voz del Cibao exhortó al Gobierno a que permitiese el ingreso en el país de los puertorriqueños que así lo quisieran. En noviembre, estando en Saint Thomas, lanzó una proclama titulada Los diez mandamientos de los hombres libres, el primero de los cuales era la abolición de la esclavitud.

A mediados de 1868, Gregorio Luperon invitó a Betances a entrevistarse con él para tratar sobre la liberación de Cuba y Puerto Rico. No existe evidencia documental de lo que conversaron, pero es posible que fuera acerca de la necesidad de sacar a Buenaventura Báez del poder por constituir un estorbo a sus planes independentistas. Betances le había comunicado que el presidente dominicano negociaba la venta o arrendamiento de la bahía de Samaná, aconsejándole que apresurara la rebelión sin esperar la prometida ayuda de Nissage Saget.

Betances, desde el exilio, organiza y dirige un movimiento armado contra el gobierno español el cual iba a tomar lugar el 29 de septiembre de 1868. Debido a que las autoridades españolas descubrieron el plan, la fecha se adelantó al 23 de septiembre. Betances, quien coordinaba el suministro de armas, no pudo lograr que las éstas llegaran para la nueva fecha. Esto fue una de las causas principales por las cuales el movimiento, conocido como El Grito de Lares, fuera derrotado por las autoridades españolas. Las feroces persecuciones desatadas por las autoridades coloniales lo privaron de una base de actuación en Puerto Rico y en la República Dominicana, donde quienes se habían unido a él tuvieron que salir del país.

Betances apoyó las luchas de Luperón para derrocar a Báez y le donó 50,000 pesos que había reunido para apoyar la frustrada revolución puertorriqueña. Después de hostigar durante un año con el navío El Telégrafo varios puertos dominicanos, Luperón fue declarado pirata por Báez y perseguido por los norteamericanos, por lo que tuvo que vender la embarcación a finales de 1869. El desencanto de Betances fue muy grande. A su entender, las causas de Cuba y Puerto Rico habían sufrido un penoso alejamiento.

Ramón Emeterio fue quien, en 1874, presentó a Eugenio María de Hostos a Luperón en la ciudad de Puerto Plata, que se había convertido en refugio de los independentistas cubanos y puertorriqueños. La reunión que los tres celebraron alarmó a las autoridades coloniales de Puerto Rico, quienes, a través del Boletín Mercantil los tildaron de pajarracos de mal agüero que siempre andaban conspirando.

La captura del barco Eider, enviado para recorrer las costas puertorriqueñas con miras a averiguar la situación política de la colonia, obligó a Betances a retirarse primero a Nueva York y luego a Francia. El Gobierno dominicano lo nombró primer secretario de su legación en París.

Durante la Guerra Chiquita intercambia correspondencia con José Martí, quien le pide que apoye la nueva etapa revolucionaria, en dicha correspondencia se hace evidente la admiración del luchador cubano por Betances quien responde afirmativamente a esta petición del Maestro, que deja ver en tales líneas, no solo la admiración que siente por el noble revolucionario, sino además el respeto y la confianza, sabiendo que podría tener en él una ayuda incondicional en el continente europeo, el noble puertorriqueño había reiterado el juramento juvenil hecho en 1851:

"Trabajar hasta la muerte contra el despotismo español y en favor de la independencia de las Dos Antillas."

Durante la Guerra Chiquita intercambia correspondencia con José Martí, quien le pide que apoye la nueva etapa revolucionaria, en dicha correspondencia se hace evidente la admiración del luchador cubano por Betances quien responde afirmativamente a esta petición del Maestro, que deja ver en tales líneas, no solo la admiración que siente por el noble revolucionario, sino además el respeto y la confianza, sabiendo que podría tener en él una ayuda incondicional en el continente europeo, el noble puertorriqueño había reiterado el juramento juvenil hecho en 1851:

Trabajar hasta la muerte contra el despotismo español y en favor de la independencia de las Dos Antillas.

Denunció al imperialismo español al igual que al yanqui: "No quiero colonia ni con España ni con Estados Unidos". Su lucha por la independencia de Puerto Rico estaba ligada a la lucha por la independencia de Cuba. Expresaba: "trabajar por una es trabajar por la otra." Denunció la discriminación racial predicando la "hermandad entre todas las razas".

Estas luchas trascendieron el ámbito antillano y el latinoamericano a la par que acrisolaron su procerato junto al de otros próceres antillanos como José Martí y Eugenio María de Hostos.

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