El tránsito hacia su menopausia junto al fantasma de la senectud, que ya muestra sus primeros síntomas, completarán el cuadro de una crisis que afectará todo su universo personal. También la sombra de una madre esquizofrénica y maltratada, de un padre sordo e iletrado incapaz de mostrar afecto, y los abusos despóticos de un hermano mayor autorizado a ejercer violencia con sus hermanas, serán las heridas nunca cerradas que volverán a la realidad psíquica de Gabina durante su crisis de la mediana edad, a pesar de los diez mil kilómetros que la separan de aquellos purgatorios de la España más negra. Aparecerá entonces el demonio del mediodía y dejará expuesto lo que ella siempre intentó ocultar: que es una mujer espiritualmente amputada que se desprecia a sí misma, con obsesiones inconfesables de estatus y legitimación social.

Esclava de sus propias máscaras y arrastrada por las mareas del sistema con sus tentaciones más mediocres, buscará compensaciones pasajeras que irán sumergiéndola en un lodo tibio de placebos degradantes y experiencias sórdidas, hasta perderlo todo y convertirse en la encarnación misma del pathos social que nos envuelve por doquier.