Joan Manuel Serrat, un grande, que con o sin dictaduras, siempre le cantó a las mismas bellas y justas cosas
Por: Héctor Brea
Publicado: 27/12/2023





Su padre era catalán y su madre Aragonesa. Nació el 27 de diciembre de 1943, en Barcelona y creció en el barrio obrero de Poble Sec, en la calle del poeta Cavanyes. Su padre Josep trabajaba en la compañía de gas y su madre, Ángeles era costurera. Estudió Agricultura, cursó lo que hoy se llama Ingeniería Técnica Agrícola. Por aquél entonces comenzó a tocar la guitarra y con tres amigos formaron un grupo musical que no llegó muy lejos.

Serrat había escrito varias canciones, como “Una guitarra” y “La mort de l´avi” y el 18 de febrero de 1965 se presentó con alguna de ellas en el programa de Escanilla Radioscope, de radio Barcelona. De la mano de Escanilla llegó a EDIGSA (compañía discográfica con la que grabó sus primeros discos), y se incorporó de inmediato a ElS SETZE JUTGES; un grupo heterogéneo de gente que escribían y cantaban en Catalán.

Sus primeros discos, en 1965 y 1966, fueron un par de E.P. de cuatro canciones cada uno. Al año siguiente completó su primer disco de larga duración con diez canciones. En septiembre ganaría el Gran Premi del Disc Català. Le siguió un tercer E.P. y, por primera vez, una canción suya (“Cançó de Matinada”) se colocó en el número 1 de las listas de España. Había abandonado su estatus de “figura prometedora” y empezaba a tocar el éxito con la punta de los dedos.

Y en eso llegó Lasso, quien se iba a convertir en su primer representante artístico hasta finales de 1975, que lo llevó a firmar su primer contrato en castellano y, más tarde, al festival de Eurovisión.

En 1968, Televisión Española escogió para que la representase en el Festival de Eurovisión la canción “La, la, la” del Dúo Dinámico, y lo designaron para cantarla. Si hacía poco Zafiro S.A. había publicado su primer disco en castellano, abriendo la polémica, la designación de Serrat para representar a TVE en Eurovisión puso sal en las heridas. Cantar el “La, la, la” en catalán fue hasta el último momento una posibilidad, pero, pocos días antes del Festival, al preguntarle sobre el asunto a Juan José Rosón, el hombre de TVE que estaba al mando de la operación, este le respondió: «Serrat, ¿usted qué quiere ser, un artista internacional o un artista provinciano?» Al día siguiente Serrat presentó la renuncia. Designaron a Massiel para sustituirlo y, afortunadamente, ganó.

Cuando aún estaba el tema Eurovisión muy caliente, El catalán inició con Tete Montoliu una inolvidable gira de la que la autoridad gubernativa procedió a suspender varios conciertos, y en la que nunca sabían, hasta el último momento, si podrían tocar o no. Llegado el momento en que a Tete le resultó muy complicado compaginar su carrera de pianista de jazz con las actuaciones, Serrat se presentó a Ricard Miralles, quien le ha acompañado a lo largo de buena parte de estos más de 50 años. Apenas se conocieron ya Lasso los estaba mandando a paso ligero a la carretera. Para el primer día firmó un doblete, tarde en Palma de Mallorca y noche en Benidorm, donde llegaron con la lengua fuera y más de una y dos anécdotas. Fue una prueba de fuego y, a partir de ahí, la expresión «Sobran dificultades» ha sido una de las frases de cabecera de Serrat cuando surgía algún problema.

Con Miralles viajaron juntos a América por primera vez. Cuántas expectativas… y, sin embargo, vistos los resultados, qué cortas se quedaron. El primer puerto al que arribaron fue Río de Janeiro, para participar en su Festival de la canción con “Penélope”, una música de Augusto Algueró a la que Joan Manuel puso letra. En Buenos Aires se incorporaron Gabriel Rosales, Enric López y Enric Oliva, que junto a Miralles formaron el cuarteto con el que siguieron durante varios meses por Argentina, Chile, México, Venezuela… Fue la gira del descubrimiento, del asombro: «Serrat descubre América y América descubre a Serrat.» Un amor a primera vista de dos que, buscando su camino, se encuentran y crean un vínculo tan estrecho que hace que hoy se lo reconozca como un latinoamericano de Barcelona.

Serrat sucumbió a la tentación de una carrera de celuloide, aunque reconoció que se esforzó poco en ella. Protagonizó tres películas: Palabras de amor (1968), dirigida por Antonio Ribas; La larga agonía de los peces fuera del agua (1969), bajo la dirección de Paco Rovira Beleta; y Mi profesora particular (1972), bajo la batuta de Jaime Camino y guión de Juan Marsé y Jaime Gil de Biedma.

1971 fue el año de la aparición de Mediterráneo, probablemente el disco más emblemático. Escribió sus canciones en una habitación del Hotel Batlle, en Calella de Palafrugell, y lo presentaron en el Teatre Victòria de Barcelona durante las navidades. El grupo lo formaban Burrull, Oliva, Roda, Moraleda, Rosales y un cuarteto de cuerdas con Josep M. Alpiste, Joan Olivé, Joan Oliveras y Pere Busquets. Un lujo.

Desde 1969 viajába asiduamente a América, donde empezó a echar raíces y hacer amigos. En México conoció a la Gordita y a los Taibo, una familia de españoles en cuya casa se reunía habitualmente, alrededor de una fabada, lo más granado del exilio republicano y de la mexicanidad progresista. Estaban Luis Buñuel, Max Aub, Luis Alcoriza, Juan Rulfo, Luis Rius, Luis Rejano y Mantecón, a los que se unían los que andában de paso como: Serrat, María Dolores Pradera, Adolfo Marsillach, Víctor y Ana y otros muchos que encontraron cobijo y calor en aquella casa. Chile, Perú y sobre todo Argentina empezaban a ser para el Nano lugares comunes.

En 1973 viajó por primera vez a Cuba, donde hace conciertos en el Teatro Roldán y en el Parque Lenin. Aquel mismo año, el 11 de septiembre, el general Augusto Pinochet encabeza un golpe militar que derroca y asesina al presidente Salvador Allende. Decide no regresar al país andino hasta que recupere la democracia robada.

En 1975 aparece “Piel de manzana” de manera casi clandestina, debido a unas declaraciones suyas acerca de los fusilamientos de cinco militantes antifranquistas, y por las que se vió obligado a exiliarse en México, donde, a bordo de una motor home, a la que en honor de su gran amiga María Elena bautizaron La Gordita, hizo una gira de cinco meses.

El 20 de agosto de 1976 decidió volver a España. Estaba aún activo el Tribunal de Orden Público, pero a pesar de tener abierta una orden de aprehensión no fue detenido. Su reencuentro con Barcelona fueron unos conciertos por distintos barrios de la ciudad, acompañado por Música Urbana, en un ambiente de ciudadanía recuperada: “Serrat als barris”. Y en allí conoce a Yuta, su mujer, también llamada Candela. Vivió un tiempo sin techo fijo.

En 1979 nace su hija María y al año siguiente se quedó huérfano de padre.

En 1981 Miralles colabora con Serrat en diversos proyectos: En tránsito (1981), Cada loco con su tema (1983), Fa vint anys que tinc 20 anys (1984), El Sur también existe (1985) —con versos de Mario Benedetti—, Sinceramente tuyo (1986) —grabado en Río de Janeiro con la colaboración de Gal Costa, María Bethania, Caetano Veloso, Raimundo Fagner y Toquinho— y Bienaventurados (1987). Entre un disco y otro tuvieron tiempo para grabar un Serrat en directo (1984).

En 1983, además del fichaje de Maradona por el Barça, se produjo su vuelta a la primera cadena de TV española, en un programa con Carlos Tena. Pero, sobre todo, llegó por fin el día del deseado regreso a la Argentina y a Uruguay, donde aterrizo de la mano de Chiche Aisemberg y Les Luthiers, tras siete años de prohibición. Faltarían aún unos años más para que ocurriera lo mismo en el país trasandino. En 1990 el Estadio Nacional de Chile estaba repleto. Un público más fiel que nunca cantó todas las canciones a lo largo de dos de los conciertos más emocionantes de su vida.




A lo largo de 2004, se realizan una serie de conciertos con diferentes sinfónicas. En noviembre debe suspender la gira al ser intervenido de un cáncer de vejiga. «No estaré recuperado ciento por ciento — dijo— mientras no vuelva a subirme a un escenario.» Así que, en cuanto pudo, llamó a Miralles y montaron un concierto de piano, guitarra y voz que titularon 100×100, con el que, en 2005 recorrieron el mundo.

Siempre que se juntában con Joaquín Sabina salía el tema: «Tenemos que hacer una gira juntos». Y un día la hicieron. Las apuestas estaban en que no íban a durar y, sin embargo, el concierto y el disco duraron y fueron un éxito. Tanto, que tuvo su remake en 2012, y en esta ocasión le dieron una vuelta de tuerca al proyecto, al escribir al alimón un disco con nuevas canciones. Bajo la producción de Javier Limón, se embarcaron con el disco La orquesta del Titanic, alrededor del cual construyeron el nuevo espectáculo: Dos pájaros contraatacan. Fueron 34 conciertos que los llevaron por Uruguay, Chile, Paraguay y Argentina, de los cuales 19 tuvieron lugar en el prestigioso Luna Park de Buenos Aires. Acabaron en la cancha del Boca Juniors, la famosa Bombonera, para luego continuar en España con otros treinta conciertos. Como bien dijo Sabina: «Este trabajo fue posible porque nuestras mujeres se llevan bien y porque en España está severamente restringida la venta de armas de fuego

Desde su debut en el mundo de la música hasta la fecha no ha dejado de escribir canciones, grabar discos y hacer giras por el mundo en los más variados formatos. Un año sí y el otro también, su objetivo ha sido escribir canciones nuevas para montar un nuevo espectáculo y salir de gira otra vez. En una oportunidad ha dicho: “Yo, por lo menos, todavía no he descubierto una manera mejor de pasar la vida que haciendo giras y cantando para la gente. Así que, en la medida en que la salud y el público me lo permitan, y gracias a mi mujer, que ha tenido la generosidad de tirar del carro de la casa, de los hijos y de los perros con el marido de gira, aquí sigo. Y ahora viene ya la gira con la que me propongo conmemorar mis bodas de oro con la canción”.

La razón de su éxito perdurable podría explicarse en los sentimientos inherentes a la naturaleza humana que expresan sus letras y la de los poetas que difundió. Letras respaldadas por una melodía que transmite un dejo de melancolía al alma que la escucha. Su música llega al corazón del oyente con una frescura que le imprimió con sus palabras profundas y sencillas. Algo difícil de lograr en el ámbito cultural. Hacer llegar un mensaje de todos los tiempos, que anida en el corazón de los hombres con sensibilidad, al campo popular. Ese es uno de sus mayores logros. Porque aquellos que priorizan lo monetario y los valores del sistema, difícilmente puedan interpretar un canto tan sublime. Algo que nos pega en el corazón en cada verso. Y puede expresar una sutileza para que el que escucha pueda inferirla, como cuando dice: “mi amor es un amor de antes de la guerra”.

Sus metáforas, inferencias, y alusiones necesitan de un oyente sensible y culto. Su canto de melancolía no es para consumistas. Por ejemplo, en el tema “Una balada de otoño”, la cadencia con la que emite las palabras refuerza el imaginario que el oyente puede tener del otoño: el caer de las hojas amarillas, secas, el fin del calor, la tristeza de los primeros fríos y el crujir de las hojas bajo los pies.

La balada, también, en parte, expira palabras que continuamente refuerzan la añoranza de ese pasado idealizado que hace brotar la emoción, pero de recuerdos al fin. Ese tejido de la memoria que nos mantiene aferrados a un sueño de un tiempo mejor aún en el sufrimiento, nos eleva de la realidad de la rutina cotidiana. La presencia de ese primer amor como la máxima expresión de la pureza del alma. Una balada en Otoño a veces como un murmullo, como un manantial, la luz, el candil, la fe que perdió pero su riqueza con la que al final triunfa la vida. Esa riqueza que se lleva adentro. Y que Serrat supo transmitir más que como juglar como un maestro de la sensibilidad.




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